La población de Samalayuca, un pequeño municipio a poco más de 40 kilómetros de Ciudad Juárez, vivió con temor y expectativa la llegada, en 2016 y sin aviso, de Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán al Centro Federal de Readaptación Social (Cefereso) número 9.
El narcotraficante iba a pasar una corta estancia en este penal. Tras su captura de su segundo escape de una prisión mexicana, el gobierno había acelerado los trámites de su extradición a Estados Unidos.
A unos metros de las instalaciones, se desenvolvía otra historia, muy alejada de la guerra entre cárteles mexicanos. La eléctrica española Abengoa buscaba un salvavidas para evitar que su situación financiera la llevara a la quiebra, dentro del concurso mercantil solicitado desde 2015.
Justo uno de sus proyectos más atractivos, la central de ciclo combinado Norte III, podía verse desde las torres de vigilancia del Cefereso. La empresa lo había ganado en enero de 2015 y debía entregarlo en 2017, pero sólo pudo adquirir una parte de los equipos.
Las historias de ambas compañías se cruzaron en las dunas de Samalayuca justo en 2017, días después de la extradición del narcotraficante.
La gestora de fondos de inversión Mac-quire Capital adquirió el proyecto hace más de dos años y designó a Techint para su construcción, que se encuentra a unas semanas de su entrega. Con sus cuatro turbinas, aportará más de 900 megawatts (MW) de capacidad de generación a la eléctrica nacional, tras una inversión de 11,000 millones de pesos.
Su cercanía con una línea de transmisión de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), el paso del gasoducto Samalayuca-San Isidro, de la energética IEnova, y el acuífero Laguna de Patos.
Norte III puede destacar por su tamaño frente a otros ciclos combinados en construcción en América Latina, pero la tecnología y su funcionamiento se enmarcan en los estándares de un tipo de infraestructura que lleva más de una década como la alternativa más eficiente para producir electricidad en México.
Esta relación implica que se prefiere usar su potencial antes que las de otras tecnologías más contaminantes, como las termoelétricas, que suponen el 17% de la capacidad instalada, pero aportan sólo el 13.2% de la electricidad.
Los ciclos combinados han avanzado en la matriz energética de México, que antes dependía del combustóleo, un producto residual de los procesos de refinación de Pemex y que alimentó, por décadas, las redes de CFE, que ahora se aleja de este energético.
La eficiencia energética del combustóleo ronda el 36%, la de un ciclo combinado sube al 52% y, en términos de precio, cuesta de tres a cuatro veces más usar el primero.
El gas natural incluso parece uno de los pocos puentes que aún conectan las visiones de la anterior administración de la CFE con su actual director, Manuel Bartlett.
“La idea es, en la medida que el sistema disponga de más gas natural, ir sustituyendo el combustóleo. Sí tuvimos que generar con más combustóleo porque ha sido un año muy difícil (en el segmento) hídrico”, dijo José Antonio Rojas, director corporativo de la CFE, durante una conferencia en septiembre.
La eléctrica nacional ha consumido más de 100,000 barriles promedio diario de combustóleo en lo que va de 2019 frente a los 85,000 barriles en 2018.
Este consumo llegó a un máximo de 246,000 barriles en junio, aunque las importaciones de este producto también han aumentado debido a que la CFE debe mezclarlos con la producción de Pemex para reducir su contenido de azufre, explica Rosanety Barrios, experta en temas energéticos y exfuncionaria de la Sener.
La comisión ha pedido 2,400 mdd a la Secretaría de Hacienda para licitar seis nuevas centrales de ciclo combinado bajo el esquema de Proyectos de Inversión de Infraestructura Productiva con Registro Diferido en el Gasto Público (Pidiregas), una forma de financiamiento que ha usado por años, pero que había dejado de lado para dar cabida a las subastas de largo plazo durante la administración pasada, y que habían permitido la incorporación de energías como la solar y eólica. Techint está atenta a la licitación de estos proyectos con el fin de participar en su construcción, dice Maluf.
Los ciclos combinados también son un puente entre las energías a base de hidrocarburos (petróleo y gas natural) y las renovables.
Las plantas queman el gas natural para mover las turbinas que generan la electricidad, pero el gas residual de ese proceso aún guarda una gran cantidad de calor, que se reusa para calentar agua y generar vapor, que, a su vez, mueve una segunda turbina, explica Alberto Moscosa, gerente de Construcción de la central de Techint.
“Así usas las dos fuentes de poder del gas. Ese vapor luego lo condensas dentro de unos ventiladores para volverlo agua y meterlo a la caldera de nuevo. Si no tuvieras esto, en este desierto sería imposible darle agua al ciclo”, precisa.
La central tiene el potencial para alumbrar a todos los hogares de Ciudad Juárez, pero esta métrica sólo sirve para dimensionar su capacidad, ya que, en realidad, ampliará la oferta eléctrica en una zona industrial que requiere bastante energía.
México necesita inversiones en materia de electricidad –la mayoría, en la parte de generación– cercanas a los 6,000 y 7,000 mdd cada año para abastecer a una economía que crezca entre 2 y 4%, según algunas estimaciones de la industria y del anterior gobierno. La administración de Andrés Manuel López Obrador ha apostado a que la eléctrica nacional sea el eje de este incremento, y por eso ha detenido, de manera indefinida, las subastas de largo plazo donde habían ganado auge las energías renovables.
Así que los constructores como Techint tienen oportunidades, ya que la edificación de este tipo de centrales entra dentro de la visión de este gobierno, y apuestan a su experiencia para ganar los contratos que lance la CFE. Techint entregará la central antes de que concluya el año, y no se olvida que aquí, junto a la última prisión mexicana que habitó El Chapo, revivió un proyecto que había quedado en el limbo y que ahora formará parte de esta transición –en pausa–hacia las energías verdes.