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Blanca Jiménez, luchar para que su voz se escuchara en su propia empresa le costó su matrimonio. Tomar decisiones sin lastimar a su familia fue una de sus grandes dificultades, pero hoy dirige un corporativo médico en el Estado de México y una escuela de futbol, además de ser inversionista y responsable de recursos humanos en otros negocios familiares.
Jiménez forma parte de un grupo reducido: el de mujeres que ocupan la dirección en una empresa familiar en México. La Universidad de las Américas Puebla (UDLAP) realizó el año pasado un estudio sobre compañías familiares en el país (que representan 90% del tejido empresarial). Según sus resultados, sólo 28% de las microempresas, 21% de las pequeñas, 11% de las medianas y 8% de las grandes están dirigidas por mujeres.
“Son pocas. Hemos encontrado casos en los que el dueño está dispuesto a esperar para que el hijo más chico dirija la empresa, aunque tenga hermanas que ya participen en el negocio”, explica Juan Manuel San Martín, director general de Consultores UDLAP y especialista en empresas familiares.
El estudio ‘Poder de permanencia: ¿Cómo logran las empresas familiares un éxito duradero?’, realizado por la consultora EY y la Kennesaw State University en 2015, arrojó que, a nivel global, siete de cada 10 negocios familiares consideraban nombrar a una mujer como directora general. En México, la cifra bajaba a tres de cada 10.