Los días frenéticos que vivió el sector petrolero en abril cambiaron la estrategia de muchas empresas energéticas. Pero no la de Pemex.
Los ojos de medio mundo estaban vueltos hacia México. La pandemia de coronavirus había orillado a que la reunión virtual de los países miembros y aliados de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP)se realizara a través de pequeñas ventanas en la pantalla de una computadora. Y, entre ellas estaba la de Rocío Nahle, líder del equipo energético del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Ajena a las críticas, la secretaría de Energía salía con bríos el 9 de abril de la histórica reunión donde las mayores potencias exportadoras de petróleo en el mundo pretendían frenar lo que era ya una hemorragia de casi un mes, desde que Rusia y Arabia Saudita decidieron declararse la guerra al abandonar un recorte en la producción que, quizá, habría acelerado el inevitable freno a la extracción mundial de crudo por la caída en la demanda.
La Secretaria de Energía puso una barrera ante las exigencias del reino saudita y se negó a rebajar en 400,000 barriles promedio diario la extracción de Pemex. Es el buque insignia al que la administración ha apostado miles de millones de pesos en inyecciones de recursos directos, reducciones fiscales y el incremento de su presupuesto, para recuperar el anhelado ideal de la llamada ‘soberanía energética’. Con la repetida promesa del gobierno de incrementar la producción, era difícil aceptar una propuesta que tiraba la estrategia.
Fotos: Presidencia de México/Handout vía Rueters
El gobierno cantó victoria cuando la organización decidió que México aportara una menor cantidad, 100,000 barriles promedio diario y solo entre mayo y junio, cuando el acuerdo para los demás miembros y aliados de la OPEP implicaba mayores recortes según su propia extracción, y por un plazo de 18 meses. La administración ganó su particular batalla el 12 de abril, sin mirar la tormenta que se venía a la vuelta.
Pemex iba a perder el apreciado grado de inversión apenas cinco días después de la reunión. La calificadora de riesgo Moody’s rebajó la nota de Pemex a la zona donde aguardan las empresas con una situación financiera difícil, aunque quizá ninguna similar a la de la petrolera estatal, que acumula pérdidas anuales por 1.97 billones de pesos, según cifras de la auditoría independiente de KPMG sobre las cuentas de la compañía al cierre de 2019.
Pemex había perdido sus alas y se convirtió en el mayor ángel caído de la historia de los mercados bursátiles medido por su nivel de deuda –más de 105,000 millones de dólares, frente a los 41,200 que reportaba Petrobras, cuando perdió el grado de inversión en 2015. Fitch había tirado su nota desde mediados de 2019 y, ese mismo 17 de abril, lo había hundido aún más en la zona conocida como de los bonos basura o especulativa.
El torbellino de la crisis en los mercados petroleros –que respondieron de forma negativa al acuerdo de los miembros de la OPEP-, causado por la crisis sanitaria, tumbaba el frágil mástil donde ondeaba el grado de inversión de la compañía que dirige desde diciembre de 2018 Octavio Romero Oropeza.
López Obrador y su equipo, al ver la tormenta, decidieron meter más combustible a la maquinaria de producción de Pemex, sin importar que los mercados energéticos iban a vivir el día más bizantino en toda su historia. Las pizarras de los mercados estadounidenses donde cotizan los contratos del barril del WTI se desplomaban con tal velocidad que en algún momento de la mañana el negocio del petróleo se volcó 180 grados, y quienes vendían barriles en menos de 10 dólares a inicios de la jornada del 20 de abril debieron pagar más de 30 dólares para que alguien se hiciera cargo de esos contratos que ellos no podían físicamente cumplir con su entrega, debido a que el lugar donde se recogen una vez que vence su plazo, llamado Cushing, en Oklahoma, estaba casi al tope de su capacidad.
Foto: Presidencia de México/Cuartoscuro
Pemex cerró aquella jornada con lo que ahora es su menor precio en la historia, -2.37 dólares por barril; y con un precio promedio de 11.95 dólares durante abril, frente a los más de 60 dólares de hace un año.
La apuesta de Pemex, sin embargo, no se movió un centímetro. La compañía aceleró su apuesta por extraer petróleo, a pesar de los bajos precios de ese mes, y refinó más gasolinas, aunque la demanda interna se desplomó cerca de 50% por las medidas del confinamiento, según muestran sus cifras más actualizadas a abril.
Pemex anticipaba a los mercados que iba a recortar 40,500 millones de pesos (mdp) de su presupuesto para este año, enfocado a la exploración y producción de petróleo; además de buscar otros 5,000 mdp en otras áreas, con el fin de amortiguar la caída en sus ingresos, un recorte inferior a la mayoría de sus pares a nivel internacional, señala Medina. La compañía llegaba a su reporte del primer trimestre de 2020 con esta cifra bajo el brazo, pero poco pudo hacer para contener lo que venía. Lo peor del cuarto mes del año esperaba como un letrero de salida en luz neón roja.
Foto: REUTERS/Daniel Becerril
Pemex anunciaba una pérdida neta histórica de 562,000 mdp en el primer trimestre de 2020, una cifra mayor que los 346,000 mdp que arrastraba de todo 2019. Los datos se vieron magnificados por las llamadas pérdidas por tipo de cambio, por casi 500,000 mdp, y que la administración de Pemex defendió como “pérdidas virtuales”, dado que no generan salidas de flujo de efectivo durante ese periodo, y que se debe a la valuación que deben presentar en pesos sobre su deuda en dólares, algo que pasa con cualquier empresa que siga las normas financieras internacionales.
Pero los números de Pemex en estos primeros tres meses del año dejó expuestas los primeros boquetes en el navío insignia de la administración de López Obrador.
El rendimiento de la operación, antes de pasar por la terracería de la deuda, se desplomó 50% y sus ventas cayeron 20%, mientras que su costo de ventas se elevó 25.4% -el gasto total cayó 14.9%, pero también beneficiado por una partida virtual llamada reversa de deterioro pozos, ductos y propiedades.
El negocio de la refinación, una de las apuestas personales de la titular de Sener, se derrumbó en el trimestre mostrando pérdidas brutas de 34,051 mdp, es decir, le costó más producir que vender sus productos; mientras que su margen de refinación cerró el trimestre en menos 12.50 dólares, es decir, perdió por cada barril que pasó por su sistema.
Los analistas anticipaban el sangriento cierre financiero de Pemex durante estos primeros tres mese de 2020, pero también advierten que lo más duro está por presentarse en el segundo trimestre, como lo anticipan las primeras cifras operativas de abril, y como también lo prevé la propia compañía.
La estimación implica que Pemex espera que su déficit aprobado por el Congreso alcance al menos los 93,000 mdp para finales del año. Las calificadoras anticipan que el contagio de esta crisis económica, energética y sanitaria -Pemex contabilizaba 6,573 casos sospechosos, 1,458 confirmados, y 204 muertes a causa de esta enfermedad al 25 de mayo- va a impactar en las finanzas de la compañía con fuerza, por lo que aún van a requerir de apoyos importantes desde el gobierno.
Foto: REUTERS/José Luis González
Pemex ha perdido sus alas, aunque el gobierno le puso una reja para evitar contratar nueva deuda desde que entró la nueva administración, por lo que usar esa vía para financiarse en realidad nunca estuvo en los planes de López Obrador. Y si hoy quisieran retractarse, tampoco podrían hacerlo porque las tasas para una empresa con grado de inversión basura suelen ser prohibitivas o, al menos, poco atractivas. Las economías ansían reabrirse a la nueva normalidad, pero en pocos meses sabremos los demás agujeros que ha dejado la primera oleada sobre Pemex, el barco insignia de López Obrador.
EDITOR DE FOTO:Gunther Sahagun / COORDINADOR DE FOTO: Diego Álvarez / PROGRAMACIÓN WEB: Tania Domínguez / INFORMACIÓN: Édgar Sígler