COVID-19: un año de pandemia, un año que cimbró nuestras vidas

FOTO: Getty Images/Hector Vivas

Este 28 de febrero se cumple un año desde que se detectó el primer caso de COVID-19 en México. Desde entonces, más de 2 millones de personas se han contagiado, más de 180,000 han fallecido y todos hemos visto nuestras vidas afectadas. A través de 12 historias, aquí mostramos cómo la emergencia sanitaria marca un antes y un después en la historia reciente del país.

Textos:
Lidia Arista, Melissa Galván, Shelma Navarrete, Ariadna Ortega, Octavio Ortega, Mauricio Torres y Brenda Yañez

¿Qué ha pasado en México durante un año de pandemia? ¿A qué cambios nos ha obligado el COVID-19? ¿Qué hábitos hemos tenido que desarrollar? ¿Qué y a quiénes hemos perdido? ¿Qué oportunidades se nos han abierto? Y sobre todo, ¿hasta cuándo podremos dar por superada la emergencia sanitaria?

Este 28 de febrero se cumple un año desde que se detectó el primer caso de COVID-19 en el país, una fecha que marca el inicio del combate a una enfermedad que a nivel mundial ha dejado más de 110 millones de contagios y 2.5 millones de muertes, mientras que en territorio nacional suma ya más de 2 millones de casos y más de 180,000 fallecimientos.

FOTO: AFP/ALFREDO ESTRELLA

Más allá de estas cifras, el impacto humano de la pandemia también puede observarse en historias colectivas e individuales. Por ejemplo, la de una maestra de preescolar que ha tenido que aprender a convivir con sus alumnos a través de una pantalla, la del médico que recuerda a sus compañeros y pacientes que no han logrado sobrevivir al virus, la de la trabajadora del hogar que simplemente no puede permitirse dejar de laborar y quedarse en casa, o la del restaurantero que se resiste a cerrar su negocio a pesar de las deudas y las bajas ventas.

Por medio de estos y otros casos, aquí queremos mostrar la huella que el COVID-19 está dejando en México, donde el fin de la batalla contra la enfermedad aún no se ve en el horizonte.

Lecciones de la pandemia

Mariela Cortéz, maestra

FOTO: REUTERS/HENRY ROMERO

Los abrazos, los besos y el cariño de los estudiantes son de lo que más extraña Mariela Cortéz, maestra de preescolar en Culiacán, Sinaloa. “Es triste porque no conozco a mis alumnos de forma presencial”, cuenta. Con la llegada de la pandemia, los retos se incrementaron. El Coneval señala que el COVID-19 disparó el trabajo no remunerado para las mexicanas a 50 horas semanales. Mariela lo vive todos los días: ahora debe organizar su empleo con las actividades del hogar. “Es estresante física y sobre todo mentalmente”, reconoce. A ese desgaste se sumó también el tener que adaptarse a las tecnologías, principalmente a buscar maneras de mantener la comunicación con los papás, aunque todavía hay algunos que no se reportan. “La preocupación de la mayoría está presente, se nota cuando te mandan un mensaje agradeciendo tu trabajo y los logros que ven en sus hijos, es muy gratificante ver que todo ese esfuerzo que pones está dando frutos con los niños y, a pesar de la distancia, están aprendiendo”, dice. Para Mariela, que vive con el teléfono en la mano —porque el trabajo se volvió de tiempo completo—, la pandemia ha dejado lecciones que quizá no se hubieran logrado sin ella, como buscar nuevos métodos y prácticas innovadoras, pues a pesar de que los docentes usaban tecnología en las aulas, en sus 11 años de experiencia frente a grupo, la joven de 34 años nunca pensó que dependería tanto de ella para enseñar. “Creo que ninguno de nosotros saldrá de esta pandemia sin aprender algo”, asegura, e insiste en que ella ya quiere regresar a las aulas.

Un café que se resiste a morir

José Luis Eng Mascareñas, restaurantero

FOTO: REUTERS/EDGARD GARRIDO

El café El Popular atraviesa por su momento más difícil en 73 años. Ni las crisis económicas, los sismos de 1985 y 2017 o la influenza H1N1 se comparan con el impacto que ha tenido la pandemia de COVID-19, dice su propietario, José Luis Eng Mascareñas. “Pensé que era para dos o tres meses, no fue así. No recorté la plantilla, no despedí a nadie, seguí pagándoles la nómina completa, se me acabaron mis reservas y los ahorros”, cuenta. Para mantener su negocio, vendió su vehículo y otras pertenencias para pagar a sus empleados. Antes de la pandemia, las personas hacían fila para poder comer en el café. Siguiendo las medidas indicadas por el gobierno capitalino, ahora el local está vacío y sobre la banqueta se han colocado 10 mesas para recibir a los comensales, algunos de los cuales tienen hasta 60 años acudiendo de forma regular al restaurante. “Siempre les agradezco mucho. Es un respirito tanto para los trabajadores como para nosotros, porque venimos arrastrando deudas con proveedores, con el banco, con el casero, con medio mundo”, dice. Las ventas han caído alrededor de 95%. Muestra de ello es que, hasta febrero de 2020, El Popular usaba a diario unos 200 litros de leche y ahora solo se compran entre cinco y siete. El señor Eng confiesa que sí ha pensado en cerrar el restaurante, al que ha dedicado su vida desde los 10 años; sin embargo, resistir es una cuestión de lealtad. “Si tengo trabajadores capaces y leales, no se vale ser desleal. Nos ayudamos unos con otros”, sostiene. Al fondo, las cafeteras de El Popular silban mientras las meseras equilibran sobre bandejas platos con huevos a la mexicana, enchiladas y chocolate caliente. “¿Qué vamos a hacer? Seguir hasta el final”, afirma el señor Eng.

Regresar a la casa de los abuelos

María Elena y Enrique Zaragoza, adultos mayores

FOTO: Carlos Tischler / Eyepix Group/Barcroft Media via Getty Images

Cuatro nietos en la casa de los abuelos Zaragoza a la hora de la comida era escena cotidiana. De lunes a viernes, todavía al inicio de la pandemia, se sentaban a la mesa la pareja y los cuatro niños, que iban de los cuatro a los siete años. Eran pequeños a quienes recogían o que podían llegar a ese centro de reunión en la pausa laboral de alguno de sus cuatro hijos. “Los nietos eran el centro de nuestra atención. Los nietos son como una oportunidad de volver a ser mamá y de regresarle a la vida la facilidad que tuve de poder seguir trabajando y apoyarme en los cuidados de la abuela”, narra María Elena, de 72 años, quien —como su mamá— ahora cuida con su esposo Enrique, de 74, a los más chicos de su familia. Una familia, como miles, en la que los abuelos ya jubilados o pensionados apoyan a los hijos con el cuidado de los nietos, pero ahora a la distancia: los Zaragoza ya no pueden tener a los nietos en casa. Las visitas pararon en marzo de 2020 cuando se anunció la Jornada Nacional de Sana Distancia. Terminó la cuarentena pero comenzó la pérdida de empleos: primero una de sus hijas, luego su yerno y siguió su nuera. Los Zaragoza ya no comen con sus nietos, ya no los cuidan, ya no hacen tareas, ya no juegan ni los educan todos los días; ahora, comparten minutos en videollamadas o se llegan a ver esporádicamente desde la puerta de su casa y los saludan desde la ventana. Sus dos hijos casados se quedaron encerrados en sus departamentos enfrentando la pérdida de ingresos y evitando las visitas para que sus padres no se contagiaran. A pesar de ello, en diciembre, la casa de los Zaragoza, en la que aún viven dos hijos solteros, padeció el contagio de tres integrantes: María Elena y Enrique, los abuelos centro de esa familia, y una hija que vive con ellos. Enfermaron pero todos sobrevivieron. Cumplen un año de pandemia con muchos cambios, pero el más significativo se resume en las palabras de Diego, de siete años: “Odio el COVID, ya quiero que se vaya porque quiero regresar a la casa de los abuelos”.

2.4

millones de empleos se perdieron durante 2020

Fuente: Inegi

El recuerdo de los médicos y pacientes que ya no están

Gonzalo Yañez, médico

FOTO: AFP/GUILLERMO ARIAS

Para Gonzalo Yañez, médico anestesiólogo del Hospital Regional de Actopan, Hidalgo, lo más duro de estos 12 meses de emergencia sanitaria ha sido ver enfermar a sus cercanos, familia, colegas y amigos, sin poder parar en el trabajo. “Este virus nos ha pegado a todos, y sí, han sido meses de estar alejado de la familia, de no poder visitar a mis papás o ver a mis hermanos, sobrinos... Ha habido mucho trabajo, estrés, cansancio, pero hasta ahora lo más complicado han sido los contagios en la familia, casi al mismo tiempo, mis tíos, tías, primos... Les di seguimiento a la distancia, algunos se pusieron graves, pero afortunadamente y gracias Dios, todos han librado la enfermedad”, señala. El médico especialista recuerda que, una vez que se declaró la pandemia, pensó que esta no sería una batalla fácil debido al desconocimiento que se tenía y aún se tiene sobre el virus. Gonzalo también prestó sus servicios durante la crisis por la influenza H1N1 en 2009, pero recalca que “en ese entonces las condiciones eran muy distintas, había un tratamiento específico, y ahora, pues no”. Tras un año con el COVID-19, Gonzalo reconoce que no sabe si se ha contagiado y ha sido asintomático, porque nunca se ha hecho una prueba, aunque hoy le alegra ya estar vacunado. “Me falta la segunda dosis y espero que pronto nos la apliquen; sin embargo, no se puede olvidar a los compañeros y pacientes que enfermaron, que ya no están con nosotros y se fueron con la esperanza de algún día poder aplicarse la vacuna”, dice. Por esa razón, afirma que hasta que todos estén inmunizados, hay que recordar algo fundamental: “Esta no es una batalla ganada y una de las recomendaciones más importantes a seguir es usar bien el cubrebocas”.

El riesgo de salir a trabajar a casa de otros

Lulú, trabajadora del hogar

FOTO:REUTERS/CARLOS JASSO

Paz. Eso es lo que anhela Lulú, trabajadora del hogar en Guanajuato, una vez que pase la pandemia, pues ahora se siente estresada y tiene mucho temor de contagiarse e infectar a su esposo e hijas. “Quiero disfrutar de mi familia sin miedo”, dice. Cuando comenzó la crisis, la joven de 35 años trabajaba en cuatro casas, pero en una de ellas, quien la contrató “la descansó” ante la emergencia y desde entonces no ha vuelto a saber de ella. “Al principio fui una o dos veces, pero después no me volvió a hablar”, comenta. La OIT estima que 70.4% de las trabajadoras del hogar están afectadas por los efectos de la cuarentena, como disminución de la actividad económica, desempleo, reducción de horas o pérdida de salarios. Lulú se mantuvo en otros tres hogares y, con los cerca de 1,150 pesos que recibe semanalmente, puede ayudar en los gastos y apoyar a sus cuatro hijas que están en la escuela: la mayor en la universidad, de 18 años, una en la prepa, de 16, otra en primaria, de nueve, y la menor, de tres, quien a inicios de 2020 había entrado a una escuela especial porque no hablaba bien y ahora sus avances se vieron afectados. A todas les ha costado aprender en casa y Lulú, quien no terminó la secundaria, se siente angustiada por no poder ayudarlas. Desde hace tres años comenzó a trabajar, debido a que su esposo tuvo dificultades laborales y esto empeoró con la pandemia. Es operador de maquinaria y no ha tenido trabajo; actualmente, es velador. Por eso, para ella quedarse en casa no es una posibilidad: sigue subiéndose al transporte público o caminando a los hogares, a pesar del riesgo. Recientemente, en uno de ellos hubo contagios y dejó de ir durante dos o tres semanas. “Antes no tenía tanto miedo como ahorita. Me han dicho ‘no te preocupes’, pero ha habido muchos contagios”, dice. La Cepal alertó que la crisis agudizó las desigualdades, en especial para las trabajadoras del hogar, pese a que ocupan un lugar crucial dentro de la respuesta a la pandemia.

Llevar pasaje, paquetes o comida para tener ingresos

Carlos Martínez, taxista y repartidor

FOTO: AFP/PEDRO PARDO

A Carlos Martínez, la pandemia no solo le cambió la forma de protegerse, sino también de trabajar. Hasta hace un año, recorría la CDMX llevando pasajeros como taxista; ahora, transita las mismas avenidas, pero para entregar paquetes y comida a través de aplicación. Cuando inició la contingencia, el joven de 31 años se obligó a usar cubrebocas y gel antibacterial. Al interior de su vehículo, empezó a rociar sanitizante con frecuencia y en la cabina de pasajeros colocó un plástico que funcionara como barrera. Carlos, también estudiante de Derecho, solía repartir su tiempo entre su educación, su familia, su novia y su trabajo. Daba “la cuenta” a su hermano, quien le presta el auto, y lo que ganaba le permitía pagar la colegiatura, pero con el confinamiento llegó también la falta de pasajeros. “Todo estaba vacío. En los primeros meses, solo trabajaba para para la cuenta”, recuerda Carlos, habitante de Iztapalapa, una de las alcaldías con más contagios de COVID-19. Ante la situación, decidió dejar “la ruleteada” y optó por ocupar la unidad tanto para llevar pasaje como para el servicio de paquetería y entrega de comida. “Yo decía ‘si no agarro pasaje, agarro comida, pero ya tengo dos maneras de generar ingresos’, así que manejaba, y cuando salían entregas de comida, las hacía”, señala. No obstante, esto también ha sido un reto, pues repartir alimentos también requiere cuidados para evitar contagiarse y que el pedido llegue lo más seguro posible. “Todos los días debes limpiar tu vehículo, rociar sanitizante. Siempre uso guantes para manejar, uso cubrebocas, nunca me lo quito. Voy por el alimento, me pongo gel, lo guardo en la mochila y, cuando llego al domicilio, le digo al comensal que tome el producto de la mochila. También le doy gel y después de cada entrega sanitizo la mochila”, cuenta Carlos, quien debe destinar parte de su dinero a comprar todos esos productos de limpieza.

Los músicos, sin soporte ante la crisis

Ana Laura Aguirre, cantante y profesora

FOTO: Getty Images/Hector Vivas

Ana Laura Aguirre vive de su voz. Cantante de profesión, sus ingresos provienen de lo que gana por presentarse en conciertos o fiestas y de las clases que imparte, pero ambos rubros se vieron afectados por la pandemia de COVID-19. Por un lado, las bodas, los XV años y otros eventos sociales tienen un año prácticamente detenidos en la Ciudad de México por causa de la emergencia sanitaria. Por otro, la propia crisis hizo que muchos de sus estudiantes optaran por dejar de tomar lecciones. “Mi alumnado mayormente se dedica al arte también: actores, actrices, cantantes, oradores… No tienen trabajo en estos momentos, por lo mismo, y algunos tuvieron que decirme que tenían que dejar las clases por un tiempo, y eso significa mucho menos ingresos para mí”, detalla. Frente a la situación, su alternativa ha sido impartir lecciones a distancia, aunque con menos alumnos y haciendo esfuerzos para conseguir que el dinero rinda. A sus 36 años y con una hija, Ana Laura sabe que su caso no es una excepción, sino la regla entre la comunidad artística del país. “Nosotros como músicos no tenemos nada asegurado, no tenemos nada que soporte nuestras crisis o que nos apoye cuando suceden este tipo de cosas, por lo menos no la mayoría”, señala. Por ello, a un año de que el COVID-19 llegó a México —con todas sus consecuencias—, su principal anhelo es que pronto haya condiciones para que ella y sus colegas puedan volver a sus actividades. “Deseo que pronto podamos volver a trabajar como lo hacíamos y que nos recuperemos económica y emocionalmente, pues esto nos ha traído mucho desconcierto y desasosiego”, advierte.

Yoga del estudio al Zoom

Alejandro, maestro de yoga

FOTO: CUARTOSCURO/Crisanta Espinosa

Antes de la pandemia, Alejandro daba clases en cuatro estudios de yoga con entre siete y 15 alumnos. El cierre de gimnasios, deportivos y otros centros durante la Jornada Nacional de Sana Distancia lo angustió mucho, pues no sabía si le alcanzaría el dinero. Muchos entrenadores y maestros de actividades físicas no tienen seguridad social ni prestaciones. Una encuesta suya entre 70 colegas reveló que tres de cada 10 tienen algún seguro o protección social, aunque en ocasiones es por parte de sus parejas. Él, gracias a su trabajo en una escuela privada dando lecciones de matemáticas, tenía asegurado un sueldo mensual, pero aun así le preocupaban los gastos. Dos lugares donde trabajaba detuvieron su operación y otros dos pasaron a dar clases por Instagram. Alejandro mudó a Zoom un grupo independiente que tenía y se dio cuenta de que le convenía. “Cuando das clase a través de un estudio, te paga un porcentaje”, dice. De cubrir gasolina y estacionamientos diariamente para ir de la Condesa a Santa Fe o de Polanco a Interlomas, ahora gasta en servicio de videollamadas y accesorios de luz y audio para dar sus clases. A él le sentó bien la pandemia: su ingreso aumentó alrededor 30% y sin arriesgar su salud. Por ello, tiene “sentimientos encontrados” sobre una reapertura de lugares. Extraña el contacto y dar clases presenciales, pero no quiere volver a estar “como loco todo el día” y ganar menos dinero. Alejandro, quien desde hace más de cinco años es maestro de yoga, reconoce que las clases en línea abrieron la puerta a un público nuevo, que duda que se mantenga cuando haya semáforo verde. Además, admite que ahora tiene otros retos, porque debe hacerse promoción en redes y ver la forma de dar sus lecciones, a las que les dedica cerca de 25 horas a la semana.

32,000

millones de pesos se han destinado a vacunas

Fuente: Presidencia y Secretaría de Hacienda

Una boda frustrada por la emergencia sanitaria

Griselda Gallegos, abogada

FOTO: Getty Images/Refugio Ruiz

Griselda Gallegos y Marco Antonio Sánchez han sido novios por más de 10 años. Tienen el sueño de casarse en un viñedo y originalmente empezaron a planear su boda en mayo de 2019, un año antes de la fecha en la que querían realizar la ceremonia, pero durante los primeros meses de 2020 se les atravesó la pandemia de COVID-19. Gris —como le dicen sus amigos— cuenta que sus planes empezaron a caerse después de su despedida de soltera en Acapulco a mediados de marzo, porque fue entonces cuando se anunció la emergencia y se puso un alto a las actividades no esenciales, incluyendo las bodas. “Regresando de la despedida, todo estalló y nos mandaron a nuestras casas”, recuerda. En un principio, cuando las autoridades estimaban que el confinamiento acabaría en junio, ella y Marco tenían la esperanza de poder mover el día a julio, pero conforme pasó el tiempo y se mantuvo la contingencia, finalmente decidieron pasarlo hasta 2021. A pesar de esto, el proceso no ha sido fácil. Gris señala que han tenido que lidiar con sus proveedores para que no les suban demasiado los precios, a lo que se suma que ni siquiera hoy tienen certeza total de que ya se puedan casar en mayo próximo. “No sabemos si sí lo vamos a lograr o no”, reconoce. Y aunque ella y Marco ya viven juntos y saben que están en mejores condiciones que otras personas —pues ambos conservan sus empleos como abogados y no han tenido recortes salariales—, también desean que el COVID-19 se vaya pronto y que por fin puedan darse el sí. “Me quise casar y jamás pensé que llegaría una pandemia… Esperamos de corazón, aunque no sea una boda tan enorme, sino una más sencilla, pero poder cumplir ese sueño. Es triste ver que ahí tenemos todo, pero a la vez no podemos concretar nada”, lamenta Gris.

Un año sin encender las luces y los juegos

Luis Real, feriero

FOTO: CUARTOSCURO/Galo Cañas

“Yo decía ‘ojalá esto no nos pegue como cuando se desató la influenza’, y pues fue peor. En marzo cumplimos un año sin trabajar”, lamenta Luis Real, feriero de la Ciudad de México, quien ha tenido que guardar sus negocios porque las delegaciones y los ayuntamientos cancelaron los permisos para las fiestas patronales debido a la crisis sanitaria. Cuando el COVID-19 llegó a México, las ferias itinerantes, aquellas que van de colonia en colonia, apenas empezaban a reponerse de las afectaciones que causó el accidente de septiembre de 2019 en la Feria de Chapultepec, en el que dos jóvenes murieron. En esa ocasión, los permisos también fueron suspendidos por varios meses y se impusieron más normas, mucho más costosas para los comerciantes. Luis, de 54 años, ha trabajado en la feria toda su vida. Sus ganancias antes de la pandemia, y del accidente en Chapultepec, eran de 10,000 pesos mensuales, que bastaban para mantener su hogar, conformado por él, su esposa y tres hijos. “Desde que esto empezó no hemos generado nada; prácticamente todos los ferieros estamos en quiebra”, lamenta. Luis advierte que las ferias no están consideradas entre los sectores esenciales ni entre los más afectados, por lo que no se destinaron tantos apoyos para este sector. ¿Qué hacer? ¿Vender sus juegos? Luis lo descarta. “Ahorita nadie compra nada de este negocio; algunos compañeros sí han vendido sus cosas, pero prácticamente es para echarlos al kilo”. Por eso, su única esperanza es que se les permita reabrir y, finalmente, “volver a prender las luces”.

3.3

millones de vacunas se espera tener para finales de febrero

Fuente: Secretaría de Salud

El último concierto antes del encierro

Israel, Iván y Óscar, jóvenes

FOTO: Medios y Media/Getty Images

Apenas se estaban detectando los primeros casos de COVID-19 en México cuando uno de los conciertos más importantes del país se acercaba. Las opiniones se dividieron: ¿debía realizarse el Vive Latino o no?, ¿era seguro ir o era mejor no hacerlo? Israel, Óscar e Iván decidieron asistir, sin imaginar que sería uno de los últimos eventos multitudinarios que podrían celebrarse. Para ese entonces, solo unas cuantas personas usaban cubrebocas y los filtros de seguridad consistían en revisar la temperatura. “Creí muy poco probable que me contagiara, a pesar de que fuera un evento masivo, por la reciente llegada del virus al país; además, siempre mantuvimos prudente distancia”, dice Israel, para quien acudir a conciertos era “toda una experiencia”, desde la compra del boleto hasta la última canción. Iván coincide en que no había tanto miedo, pero sí empezaban las precauciones. “Sí había un sentimiento extraño que evitaba que te acercaras a los demás, y (hacía que) te quedaras solo con tu grupito, pero no nos sentíamos tan en riesgo”, comenta. Por su parte, Óscar señala que para ese momento no se había declarado una pandemia, pero las cosas habrían sido diferentes con lo que sabemos ahora. “Si existiera una máquina del tiempo que nos enseñara esta realidad y nos regresara al 14 de marzo de 2020, creo que todos hubieran decidido que era mejor cancelar”, afirma. Cerca de 70,000 personas acudieron al festival en el Foro Sol, cuyos alrededores ahora son utilizados para atender a pacientes con COVID-19. En tanto, los tres jóvenes extrañan ir a conciertos, convivir con sus amigos, salir a dar la vuelta y otras actividades de entretenimiento que el SARS-CoV-2 les quitó, así como a los seres queridos que han perdido en este año de pandemia.

Visitar la Basílica, una promesa aún que debe esperar

Ángel Ernesto Carral Landeros, panadero y creyente

FOTO: Getty Images/Hector Vivas

En 2008, después de sufrir un accidente, Ángel Ernesto Carral Landeros prometió ir a la Basílica de Guadalupe cada año si Dios le permitía volver a caminar. Aunque con dificultades, su cuerpo pudo recuperarse y él pudo retomar el paso, por lo que desde entonces procura cumplir con su visita anual al templo ubicado en el norte de la capital del país. Suele ir cada junio, el mes en el que se accidentó, pero en 2020 no pudo hacerlo debido a la pandemia de COVID-19. Habitante de Ecatepec y panadero de oficio, Ángel Ernesto cuenta que no se angustió cuando supo que no podría ir, pues pensó que era mejor no exponerse y prevenir un posible contagio, y también consideró que ya habría condiciones para acudir a la Basílica después. “Lo tomé así como que ‘bueno, no se puede, ya será el año que viene’”, recuerda el joven de 33 años. Hasta antes de la emergencia sanitaria, quienes generalmente lo acompañaban en sus visitas a la Basílica eran su mamá, sus hermanos, sus sobrinos o algunos amigos. Al igual que ellos, millones de peregrinos van al recinto cada diciembre para rezarle a la Virgen de Guadalupe, pero en 2020 no pudieron hacerlo porque el lugar permaneció cerrado para evitar aglomeraciones y dar pie a más contagios. Hoy, Ángel Ernesto sabe que el COVID-19 aún no está superado —algo que ve reflejado en las bajas ventas de la panadería donde trabaja—, pero también confía en que México pronto pueda decir adiós a esta crisis. “Esperemos que todo mejore para la banda, que estemos bien”.

Un año de COVID-19 en México

Desliza para ver más
  • Se confirma el primer caso de COVID-19 en México.

    28 de febrero

  • Se registra la primera muerte por COVID-19.

    18 de marzo

  • Inicia la Jornada Nacional de Sana Distancia. México entra en periodo de confinamiento.

    23 de marzo

  • Se reporta que los casos de COVID-19 ya no solo son importados, sino también comunitarios.

    24 de marzo

  • El COVID-19 llega a los líderes políticos. El gobernador de Hidalgo, Omar Fayad, da positivo al virus. En un año, enfermarían 17 gobernadores más.

    28 de marzo

  • Se declara emergencia nacional y se alistan medidas para la reconversión hospitalaria.

    30 de marzo

  • Se confirman los primeros 100 fallecimientos por COVID-19.

    6 de abril

  • Ante agresiones a personal médico, la Guardia Nacional inicia el resguardo de hospitales.

    11 de abril

  • Cuando México rebasaba las 1,000 muertes, el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, estima que habrá 8,000.

    23 de abril

  • El presidente López Obrador afirma que se ha logrado domar la pandemia.

    26 de abril

  • México llega al día contemplado inicialmente como el del “pico de contagios”. Este después se trasladaría a mediados de mayo.

    6 de mayo

  • Medios internacionales cuestionan las cifras oficiales sobre la pandemia. Un texto de ‘The New York Times’ señala que hay muertes que no son registradas.

    8 de mayo

  • Se alista el plan de reactivación económica denominado “nueva normalidad”.

    13 de mayo

  • En el arranque de actividades de los “municipios de la esperanza”, estados con estas localidades sin contagios ni vecinos con casos positivos deciden postergar la reapertura.

    18 de mayo

  • Termina la Jornada Nacional de Sana Distancia e inicia la “nueva normalidad”. México rebasa los 10,000 decesos e inicia el semáforo de riesgo con todos los estados en rojo.

    1 de junio

  • Se rebasan los 100,000 contagios.

    3 de junio

  • El subsecretario López-Gatell reconoce ante diputados que la emergencia sanitaria puede extenderse hasta octubre.

    4 de junio

  • El presidente retoma sus giras, pese a críticas por el estado de la pandemia.

    6 de junio

  • El presidente asegura que el país ya pasó lo peor de la pandemia.

    14 de junio

  • Los fallecimientos por COVID-19 superan los 20,000.

    19 de junio

  • Un sismo sacude a la CDMX en medio de pandemia. No se registran daños mayores.

    23 de junio

  • México inicia fase en color naranja.

    29 de junio

  • Se cumplen los primeros 100 días de pandemia en México.

    30 de junio

  • México entra en el ranking de los 10 países con más contagios.

    1 de julio

  • Con 30,366 decesos, México entra al ranking de los cinco países con más fallecimientos por COVID-19.

    4 de julio

  • En 17 días se registran 10,000 nuevos fallecimientos, para superar los 40,000.

    21 de julio

  • El país rebasa la barrera de las 50,000 personas fallecidas. “Han perdido la vida más de 50,000 mexicanos, nos duele mucho, nos parte el alma”, dice el presidente dos días después.

    6 de agosto

  • Inicia la carrera por las vacunas: se anuncian ensayos clínicos en México para sustancias candidatas.

    11 de agosto

  • México alcanza medio millón de contagios confirmados.

    13 de agosto

  • Los decesos confirmados suman 60,254 casos, con lo que se llega al “escenario catastrófico” considerado por López-Gatell cuando comenzó la pandemia.

    22 de agosto

  • Inicia el ciclo escolar 2020-2021 en modalidad a distancia. Se implementa la estrategia Aprende en Casa II.

    24 de agosto

  • Se registran 70,183 decesos, mientras los estados dejan de estar en rojo en el semáforo epidemiológico.

    11 de septiembre

  • Campeche es el primer estado en pasar a verde.

    25 de septiembre

  • Inicia el periodo de influenza estacional, lo que prende alertas al coincidir con el COVID-19.

    27 de septiembre

  • El mundo supera la barrera de 1 millón de muertes por COVID-19.

    28 de septiembre

  • El gobierno de México informa la adhesión al mecanismo multilateral COVAX, de la OMS, con el que espera obtener 51.6 millones de dosis de vacunas contra el COVID-19.

    29 de septiembre

  • Al cumplirse cuatro meses de “nueva normalidad”, se inicia la campaña nacional de vacunación por influenza.

    1 de octubre

  • La Secretaría de Salud cambia el registro de casos y muertes, integrando los de asociación y dictaminación, por lo que las cifras se disparan a 80,000 decesos.

    5 de octubre

  • México supera las 90,000 muertes.

    28 de octubre

  • Se rebasa la barrera de 1 millón de casos acumulados, tras 295 días de la llegada de la enfermedad.

    14 de noviembre

  • Se instalan macrokioscos en la Ciudad de México para la detección de casos de COVID-19, con la aplicación de pruebas rápidas.

    15 de noviembre

  • Se superan los 100,000 decesos por COVID-19.

    19 de noviembre

  • El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, pide a México “tomar en serio” el manejo de la pandemia, debido al alza de casos y de muertes.

    30 de noviembre

  • El presidente López Obrador cumple dos años en el poder. Hace homenaje a quienes han muerto en esta pandemia y niega que el gobierno esté rebasado.

    1 de diciembre

  • México firma contrato con Pfizer por 34 millones de dosis de su vacuna.

    2 de diciembre

  • El gobierno presenta la Política Nacional de Vacunación, que prioriza al personal médico en el combate a la pandemia.

    8 de diciembre

  • La Cofepris autoriza la vacuna de Pfizer para uso de emergencia. Es la primera en recibir el aval del gobierno.

    11 de diciembre

  • Se celebra el Día de la Virgen con sana distancia. Se cierra la Basílica a los feligreses y se pide seguir la celebración desde casa.

    12 de diciembre

  • La CDMX y el Edomex rompen récords de ocupación hospitalaria.

    14 de diciembre

  • Autoridades anuncian el regreso de la CDMX y del Edomex a semáforo rojo. Se declara la suspensión de actividades no esenciales del 19 de diciembre al 10 de enero.

    18 de diciembre

  • Llegan las primeras 3,000 vacunas de Pfizer, con lo México se coloca entre los 10 primeros países del mundo en recibir dosis para inmunizar.

    23 de diciembre

  • Arranca la vacunación. María Irene Ramírez, enfermera del Hospital Rubén Leñero en la CDMX, es la primera persona en recibir la dosis.

    24 de diciembre

  • La Cofepris da a AstraZeneca la autorización para el uso de emergencia de su vacuna.

    4 de enero

  • Vacunan a maestros de Campeche. Se prevé que los estudiantes regresen a las aulas a mediados de febrero.

    23 de enero

  • El presidente anuncia que tiene COVID-19. “Los síntomas son leves”, dice en redes sociales, y entra en confinamiento.

    24 de enero

  • El mundo llega a los 100 millones de casos de COVID-19

    26 de enero

  • Campeche regresa a semáforo amarillo y se aleja del retorno a aulas.

    29 de enero

  • AMLO regresa a las mañaneras. Explica que recibió un tratamiento en ensayos clínicos contra COVID-19.

    8 de febrero

  • Llegan 870,000 dosis de la vacuna de AstraZeneca, con la que se plantea iniciar la vacunación en adultos mayores de 333 municipios marginados.

    14 de febrero

  • Inicia la campaña de vacunación a adultos mayores de 60 años.

    15 de febrero

  • México supera los 2 millones de contagios acumulados.

    16 de febrero

  • López-Gatell informa que dio positivo a COVID-19. Dice que sus síntomas son leves y que trabajará desde casa para seguir el plan de vacunación.

    20 de febrero

  • México rebasa la barrera de las 180,000 personas fallecidas.

    21 de febrero

  • Se cumple un año desde que se confirmó el primer caso en México.

    28 de febrero




Créditos:

EDICIÓN: Mariel Ibarra y Mauricio Torres / DISEÑO Y PROGRAMACIÓN WEB: Diana Lobera y Evelyn Alcántara / EDICIÓN DE FOTOGRAFÍA: Gunther Sahagún de Silva/ COORDINADOR DE FOTOGRAFÍA: Diego Alvarez