Look total, Louis Vuitton

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Después de un período de incertidumbre para el mundo, Pablo Alborán recibió cuatro nominaciones al Latin Grammy y regresa con una identidad más honesta y un sentido de vida reforzado.

Fotos: Manuel Zúñiga
Asistente de foto: Leandro Bulzzano
Entrevista: Fernanda López
Moda: Fernando Fernández
Asistente de moda: Valeria Villa
Peinado y Maquillaje: Davo Sthebané para Givenchy Beauty
Coordinador de producción: Pedro Aguilar Ricalde
Locación: The St. Regis Mexico City
Diseño y Programación: Pamela Jarquin Rojas

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La época pandémica en el mundo de la música nos ha dado toda clase de historias. Fallecimientos de ídolos populares, personajes que hicieron del encierro un retiro creativo de temporalidad indefinida, o bien, artistas que encontraron en el confinamiento una inevitable confrontación con ellos mismos y con el mundo que les rodea. Personas que se permitieron sentir, caer y asimilar la vida, sólo para levantarse y volver dispuestos a empezar de nuevo. Pablo Alborán es uno de ellos.

La Astor Suite de The St. Regis Mexico City fue el escenario para que Pablo Alborán compartiera su tiempo y experiencias con el equipo de Life and Style en una sesión de fotos y entrevista exclusivas. Ese día, recién llegado de España, había madrugado para aparecer en un programa de noticias matutino y se preparaba para una tarde entera de entrevistas. A pesar del cansancio y, en medio de uno y otras, Alborán hizo un espacio en su agenda para probarse las propuestas de moda del equipo, posar para las fotografías y responder a nuestras preguntas, llenando de su buen ánimo el espacio. Después de un año de incertidumbre, se nota la felicidad de Pablo de volver a empezar. “Me ha venido muy bien volver a empezar”, dice entre fotografías. “Incluso el viajar me costaba. Habíamos perdido la costumbre del movimiento, y el poder viajar, seguir cantando, encontrarme con el público, es un regalo”.

Y es que, el Pablo que vemos saltando en la cama de la suite no es el mismo que nos hubiéramos encontrado hace unos meses. En su lugar, hubiéramos encontrado a un músico desmotivado: “A nivel creativo hice un disco [Vértigo], pero honestamente, para mí el sentir que todo el mundo está mal y que hay una pandemia por la que la gente se está muriendo no me inspira nada. Tuve la suerte de estar con mi familia, de tenerlos cerca, de cuidarnos y, en cierto modo, de descansar, pero ¿cómo uno iba a estar bien teniendo en cuenta todo lo que estaba pasando afuera? Yo no escribí. Me costó mucho trabajo hacerlo en esa época”.

Sin embargo, incluso en medio de la incertidumbre y el desasosiego existe algo que agradecer. Hoy, gracias a la reflexión generada por la época en que vivimos, Pablo se presenta ante el mundo como una versión más sabia y más honesta de sí mismo. Pablo Alborán ha vuelto a empezar.

Quizás la prueba más poderosa de ello tuvo lugar el 17 junio del año pasado, cuando el cantante confesó su homosexualidad antes sus más de seis millones de seguidores en redes sociales. “Estoy aquí para confesaros que soy homosexual y que no pasa nada, que la vida sigue igual”, declaró Pablo mirando fijamente a la cámara, en un video de una vulnerabilidad conmovedora. “Yo necesito ser un poquito más feliz de lo que ya era”. Estas palabras marcaron un parteaguas en la vida pública de Pablo, quien seis meses después publicó su quinto álbum de estudio, Vértigo, en el que, aunque se conservan las raíces que han marcado su trayectoria musical, sorprende con sonidos que denotan una libertad creativa casi desbordada, con cambios de registro poco comunes en él e incluso un par de matices más oscuros. Escuchamos a un Pablo cada vez más dispuesto a ser él mismo.

Este año, Pablo estuvo nominado a cuatro premios Latin Grammy. Con estas nominaciones junta diecinueve consideraciones, más dos en los Grammy Awards. Esta vez llegaron por el álbum Vértigo, y fueron totalmente inesperadas: “Me ha sorprendido mucho lo de este año. Nos emocionó más que otros años porque estábamos en otra cosa, en el reto de seguir avanzando, de volver a empezar con todo. Todos empezamos otra vez, no solamente yo; todos estamos reiniciando todo, y cuando tienes un incentivo de una academia de profesionales, de músicos, artistas y productores que piensan que tu disco puede tener un Grammy, es una gran motivación. Es maravilloso que se acuerden de ti siempre, y más en este año tan, tan extraño”.

“Es una bendición poder parar”, admite Pablo en nuestra entrevista. “La pandemia me ha enseñado mucho a valorar el tiempo, a cuidar y estar al pendiente de los míos, de la familia, y a no perder el tiempo”.

Hoy, la prioridad de Pablo es disfrutar y cuidar de sus seres queridos y de sí mismo: “Esto es mi trabajo y de pronto cobra una dimensión en la que ocupa mucho de mi tiempo, pero cuando voy a mi casa, respeto mucho de mis amigos, mi familia, mis ratos libres, mi deporte, mi música, mi vida y el hacer mis cosas. Realmente necesito un tipo de vida normal. El otro día, por ejemplo, tenía como cuatro horas de haber llegado a casa y fue mi familia a verme, y me puse a cocinar. Necesito esos momentos porque me conectan conmigo y con ellos”, explica Pablo. “Me enorgullecen los paso que he dado y que lo que me ha pasado no me ha cambiado ni a mí ni a mi entorno, ni lo que realmente me hace feliz. He aprendido mucho con las cosas buenas y con las malas. Estoy consciente de la suerte que tengo, pero también de que hay que seguir trabajando y valorándola”. Así, damos la bienvenida a un nuevo Pablo Alborán, a uno que, si bien nunca ha sido de máscaras, hoy es más libre que nunca, sin perder el foco en las cosas que verdaderamente importan.

Hoy, la prioridad de Pablo es disfrutar y cuidar de sus seres queridos y de sí mismo: “Esto es mi trabajo y de pronto cobra una dimensión en la que ocupa mucho de mi tiempo, pero cuando voy a mi casa, respeto mucho de mis amigos, mi familia, mis ratos libres, mi deporte, mi música, mi vida y el hacer mis cosas. Realmente necesito un tipo de vida normal. El otro día, por ejemplo, tenía como cuatro horas de haber llegado a casa y fue mi familia a verme, y me puse a cocinar. Necesito esos momentos porque me conectan conmigo y con ellos”, explica Pablo. “Me enorgullecen los paso que he dado y que lo que me ha pasado no me ha cambiado ni a mí ni a mi entorno, ni lo que realmente me hace feliz. He aprendido mucho con las cosas buenas y con las malas. Estoy consciente de la suerte que tengo, pero también de que hay que seguir trabajando y valorándola”. Así, damos la bienvenida a un nuevo Pablo Alborán, a uno que, si bien nunca ha sido de máscaras, hoy es más libre que nunca, sin perder el foco en las cosas que verdaderamente importan.