Fotos: Tanya Chávez
Texto: Salvador Cisneros
Moda: Salvador Cosío
La velocidad a la que Christian se dejó llevar le costó la paz mental. Tras una pausa obligada por el desgaste de la industria y el ritmo que exige la música, afina los detalles de dos discos disímiles con los que quiere seguir rompiendo estereotipos, porque desea hacer del regional un género global.
Christian Nodal vivía demasiado rápido, había subido muy alto y no sabía que tenía que parar.
Había cedido a la inercia de la vida artística y desde que se convirtió en el fenómeno pop del género regional mexicano sus días eran una secuencia de emociones contrastantes, todas intensas. Una sobredosis. “Sentía como si me inyectaran adrenalina a cada rato”, dice después de exhalar el humo del primero de varios cigarros durante esta entrevista.
Por eso, desde la cima, sintió un pavor grande, existencial. “Tener fama, dinero, la facilidad de tantas cosas, es lo más peligroso que le puedes dar a alguien que no está preparado. La verdad es que todo esto que me pasó me asustó. Es como pararte en la cima del edificio y sentir mucho vértigo. ¡Ah, cabrón! ¿Qué es esto?”.
Eso que Nodal sintió es la paradoja del éxito de un artista que, rozando la mayoría de edad, logró que millones hicieran de su primer hit, “Adiós, amor”, un himno del despecho que atravesó las fronteras de Estados Unidos y Colombia, y que en México sonó tanto en palenques como en bares de moda. “Estaba tan abrumado por tantas cosas que estaban ocurriendo tan rápido que me sentía muy consumido. Además, lo que pasa es que los artistas trabajamos con la energía: cuando me paro en el escenario, lo que hago, más allá de cantar, es transmitir toda mi energía. Y también recibo la de los que van a escucharme y cantan conmigo. Es recibir y dar cada viernes, sábado y domingo. Pero también te vas vaciando en ese ciclo, por eso la soledad es dura cuando llegas al hotel. Se viven muchas sensaciones de golpe”.
Eso que experimentó Nodal –quien en solo cinco años acumuló más de 13 millones de oyentes mensuales en Spotify, nueve millones de suscriptores en YouTube y tres premios Latin Grammy– es también la metáfora del viajero que va tan deprisa que el paisaje a través de su ventana no es más que una mancha barrida. “La verdad es que una etapa de mi vida fue como un blackout. Todos los días eran de fiesta. Salir con gente que no conocía y terminar en lugares extraños”. Tuvo incluso una temporada de constantes pesadillas que a veces terminaban en llamadas telefónicas a su amigo y mancuerna creativa Edgar Barrera. “A veces, Christian prefería no dormir para así evitarlas y mejor nos poníamos a componer de madrugada”, dice Edgar, coautor de “No te contaron mal”.
Eso que le ocurrió fue también un materialismo histérico que para su suerte, dice, le duró poco: se compró un Ferrari, relojes, alhajas. “Pensaba que el dinero era justo eso, vivir la vida loca, al extremo, rápido, sin pensar las cosas. Siento que no perdí el piso, pero sí me obsesioné y llegué a un punto en el que si no traía ropa de marca, no me sentía seguro. Pero cuando lo comprendí, dije: ‘¡Esto vale madres! Con esto no conectas con la gente, lo haces con el corazón, con la palabra’. Fue una etapa”.
Eso que le sobrevino fue la decepción de desenmascarar a quienes por un tiempo idolatró. “Conocí a muchos artistas que admiraba y los descubrí vacíos. Sus pláticas eran tan superficiales que yo decía: ‘¿Soy el único loco que padece una crisis existencial porque vive analizando de forma profunda cada paso que da y cómo trata a los demás?”. Salvo por el encuentro con los integrantes de Maná, que son “como unos hermanos mayores”, comprendió que en muchos casos es cierto eso de “mejor no conocer a tus héroes”.
Eso que le sucedió fue también la batalla legal por tomar el control de su carrera contra su exdisquera, Universal Music. “Van unas siete veces que quieren joderme y no pueden. Estoy a nada de solucionar esto y ya firmaré con otra compañía. Necesito dar un brinco porque me frustraba sentirme estancado, encasillado”. Días después de mandar a imprenta esta revista, Nodal anunció que había firmado un contrato con Sony Music.
Eso que le dio vértigo fue la consecuencia del desequilibrio que padece aquel que prioriza la vida profesional por encima de la personal. “Ir creciendo al mismo tiempo como humano y como artista está bien cabrón. Es como dejarte llevar de la mano por el enemigo que te puede dar en la madre. Porque yo sé que, si me dejo, el ego me consume. Y entonces, ¿qué va a quedar de la persona que soy?”.
Todo esto que le aconteció, lo obligó a cuestionarse en serio y empezar a observar a las personas que lo orbitaban, pero con la guardia alta. “Es bien cabrón. Venir de la nada y luego tenerlo todo. Antes no te pelaban y ahora todos te desean. No sabía si me querían por quien soy o por lo que creen que soy”, dice Christian, hijo de músicos, nacido hace 23 años en Caborca, Sonora.
Y finalmente, todo este caos, esa pirotecnia de emociones –acrecentada en parte por las noticias sobre su vida sentimental– lo hizo entender que debía parar y figurar frente a los reflectores solo lo necesario para mantener presencia artística. “Ya sé que soy Christian Jesús González Nodal y está el otro cabrón que se llama Christian Nodal… Y este último está en medio del huracán siempre”.
Lo lógico sería pensar que Christian Nodal parece otro, o al menos una versión extrema de sí mismo. Su imagen de hace un par de años –ese vaquero de corte limpio y mirada de niño– dio paso a la estética de un artista que parece más del mundo del hip-hop o del rock, sobre todo ahora que sumó a los tatuajes en su rostro dos nuevos diseños en ambos pómulos. “Llevo mis pasiones a otro nivel. Quizá tener tatuajes en la cara parece más extremo, pero no es que (como me preguntaste) haya creado un personaje que funciona como escudo. Amo los tatuajes y por eso cuando me veo pienso: ‘Ese soy yo’”.
Oliver Venegas, además de ser unos de sus mejores amigos, es también su tatuador. Le ha hecho casi todos, desde el que luce en el cuello con el título de su segundo disco, Me dejé llevar, hasta el cuervo que luce en la mano. Irónicamente, cuando Christian le propuso que empezara a tatuarlo en lugares visibles, Oliver se negó. “¡Cómo crees que te voy a tatuar las manos, bro! Si eres una figura y te debes a tu imagen y tu público”, recuerda que le respondió. Pero Nodal estaba desesperado por ser/parecer él mismo. “Me dijeron tanto que me esperara a que saliera el próximo disco para hacerme un tatuaje visible, que reprimiera mi personalidad, querían que fuera lo que todo mundo esperaba de un cantante regional y nadie me dejaba ser”.
La estética de Nodal ahora corresponde a su ecléctico gusto musical. Durante la sesión de fotos para Life and Style reprodujo desde su teléfono canciones de rap, rock, pop, urbano y salsa. “Es que yo crecí enamorado de todos los géneros”, dice quien ha hecho duetos con David Bisbal, Piso 21, Sebastián Yatra y Juanes. Abel Báez, otro de sus mejores amigos, fotógrafo y director de varios de sus videos musicales, explica así el significado de la nueva apariencia de Christian. “Que él no se encasille en un solo género es su esencia, es un vaquero-roquero-rapero. Entiende las raíces del regional y está orgulloso, pero no teme a revolucionar en todos los sentidos”.
En el plano musical, quizás el ejemplo más claro sea “Botella tras botella”, un hit que parecía improbable porque mezclaba mariachi y rap. “Queríamos hacer canciones diferentes”, cuenta Edgar. “Yo venía de hacer fusiones atrevidas con Maluma y pensamos: ‘¿qué tal si hacemos un regional con letras más urbanas pero fusionadas con mariachi?’ Se trata de hablarle a nuestra generación, pero de forma coloquial”. El plan funcionó a la perfección porque millones cantaron “a mis compas bien hartos traigo ya /me dicen: güey ya la tienes que superar /pero yo no puedo”. El debut de esta canción en Spotify alcanzó 15 millones de reproducciones, la cuarta posición en la lista global, y significó que Christian Nodal y el rapero Gera MX hicieran historia al convertirse en los primeros mexicanos en lograr la posición más alta en el Top 200 de esta plataforma; actualmente, este hit acumula 324 millones de reproducciones en Spotify y 457 millones en YouTube.
La nueva música que Nodal prepara también dejará claro este amplio rango, una plasticidad artística que hace un par de años habría parecido improbable para un cantante “de rancheras”. Publicará dos discos. Forajido contiene canciones del género regional; es decir, temas de mariacheño –fusión de mariachi y norteño–, cargados con letras tan dolidas como románticas. En cambio, Forajidos está conformado por colaboraciones con artistas tan variados como el fenómeno español C. Tangana, Akwid y Andry Kiddos, entre otros. Musicalmente, será un collage, porque experimentará con rock, bachata, rap, pop y urbano. “Forajidos es un disco con el cual nos metemos a un mundo más global”, dice Edgar Barrera, productor de este álbum. “Y aunque este material es un punto y aparte en su discografía, no es un territorio ajeno para él porque adora todos los géneros”, añade el 15 veces ganador del Grammy Latino.
El objetivo de Christian Nodal, nominado por primera vez al Grammy a Best Mexican Regional Album por Ayayay! (2020), es no limitarse a un solo un género y, sin embargo, al mismo tiempo, desea que el regional mexicano sea aún más aceptado en nuestro país para también hacerlo global. “Vivo frustrado porque siento que la cultura mexicana es muy rica y no le damos el valor que merece. Como que desvaloramos lo que viene de nosotros mismos”, dice Christian, quien durante estos meses realizará una gira por Guatemala, Colombia, Ecuador, El Salvador, Nicaragua, Paraguay y Chile. “Quiero poner a México en el mapa con el tipo de música que me gusta hacer. Quiero que los colombianos canten como nosotros, hacer un género urbano, pero más mexicano. Siento un compromiso por aportar a mi cultura en este sentido”.
Estar en la televisión como coach del reality La Voz en 2020 fue un punto de inflexión para Christian Nodal. La dimensión de su figura pública creció exponencialmente. “Me monté en un caballo que no conocía”, confiesa, y este lo llevó a trote por un territorio parecido a la feria de las vanidades.
Sumado a la atención mediática que le generó el simple hecho de aparecer en horario estelar en televisión nacional, su noviazgo con Belinda lo convirtió en un personaje recurrente del periodismo rosa. “De la televisión me llevé a un público que no era el que iba a mis conciertos. Más bien un público un poco morboso. Es bien raro cómo te pueden amar y odiar tanto al mismo tiempo. Es algo que estoy aprendiendo a llevar”.
Basta escribir su nombre en Google –sobre todo ahora que esa relación se terminó– para que quede claro que las noticias enfocadas en su vida sentimental eclipsan lo que es más importante para él, su música y su vida artística. Es decir, hasta la página diez del buscador descubres que su primer instrumento fue una trompeta y no una guitarra, o que sufrió la ausencia de su padre porque era un músico que viajaba incesantemente para poder llevar pan a la casa, o que su madre le dijo que no le veía futuro como cantante porque era demasiado tímido y no dominaba el escenario. “Claro que me da miedo que me consuma el personaje que la gente ve”, dice después de darle un trago a la lata de su segunda bebida energética del día. “Tengo claro que lo que quiero mostrar es mi música. Sé que quieren saber de mi vida, pero pienso que eso va a cambiar a mi favor con el tiempo”. Tan presente es este tema en su vida, el escrutinio mediático y de los usuarios en redes sociales, que para Forajidos escribió una canción sobre esto, “A mí no me importa”. “Trata sobre ese lado desde al que nadie se le ha ocurrido verme. Canto sobre mi relación y demás cosas importantes para mí. Es como una cachetada con guante blanco”.
En su discurso, a lo largo de esta entrevista de poco más de una hora, Nodal repite de distintas formas la necesidad de conservar el equilibrio recuperado. “Bueno… aunque aún tengo un poco las secuelas de la ansiedad y depresión”, confiesa.
Sus mejores amigos, Edgar, Oliver y Abel –todos al menos siete años mayores que él– concuerdan en que ha madurado. “Hablo con él y me cuesta trabajo creer que estoy hablando con alguien de 23 años. Tiene una perspectiva amplia de la vida”, dice Abel. Incluso Oliver cree que los tatuajes de Nodal son reveladores. Recuerda que el primero que le hizo fue un león en la parte interna del brazo. “Era el rey de la selva, como si estuviera en un precipicio viendo hacia el futuro”, dice Oliver, y es fácil conectar esto con la metáfora que mencionó Christian al principio de esta entrevista, cuando aseguró imaginarse en la cima de un edificio y sentir vértigo. “Creo que en esa etapa él quería conquistar, crecer, estar en la cima, obtener el éxito; pero ahora se ha hecho diseños en referencia al lugar de donde es. Siento que simbolizan que es alguien que vuelve a sus raíces”.
Y después de todo esto que le sucedió y que aún le pasa –pues está en medio del huracán mediático que significó la noticia de su ruptura–, Christian Nodal tiene claro que su raíz, lo que hace que todo lo demás funcione, lo que quizá le haga vencer el vértigo y la velocidad de esta carrera, es la música. “Cuando estaba mal emocionalmente siempre escuchaba música y esta me ponía bien. Recuerdo que desde niño escuchaba a artistas que sentía me daban su hombro para consolarme. Ahora siento una necesidad de compartir lo que hago para ayudar a aquellos que están enamorados o dolidos. Ya entendí que realmente amo la música y lo único que me faltaba era empezar a disfrutar el trayecto, cada paso”.
El objetivo de Christian Nodal, nominado por primera vez al Grammy a Best Mexican Regional Album por Ayayay! (2020), es no limitarse a un solo un género y, sin embargo, al mismo tiempo, desea que el regional mexicano sea aún más aceptado en nuestro país para también hacerlo global. “Vivo frustrado porque siento que la cultura mexicana es muy rica y no le damos el valor que merece. Como que desvaloramos lo que viene de nosotros mismos”, dice Christian, quien durante estos meses realizará una gira por Guatemala, Colombia, Ecuador, El Salvador, Nicaragua, Paraguay y Chile. “Quiero poner a México en el mapa con el tipo de música que me gusta hacer. Quiero que los colombianos canten como nosotros, hacer un género urbano, pero más mexicano. Siento un compromiso por aportar a mi cultura en este sentido”.