Por: Puri Lucena
Cuando empezó a estudiar Derecho, Arturo Ishbak González se dio cuenta de que la carrera tal vez no era lo que estaba buscando. Fue hasta que empezó a trabajar en Citibanamex durante el quinto semestre de sus estudios, cuando comenzó a descubrir qué era lo suyo. Fue su primer contacto con la propiedad intelectual.
Por: Puri Lucena
Cuando empezó a estudiar Derecho, Arturo Ishbak González se dio cuenta de que la carrera tal vez no era lo que estaba buscando. Fue hasta que empezó a trabajar en Citibanamex durante el quinto semestre de sus estudios, cuando comenzó a descubrir qué era lo suyo. Fue su primer contacto con la propiedad intelectual.
Desde entonces, no ha salido del sector. Tras la institución bancaria, trabajó en un despacho boutique especializado en propiedad intelectual, Uhthoff, Gómez Vega & Uhthoff. “Estuve cuatro años y fue mi primer trabajo como profesionista. Fue ahí donde me di cuenta que era el camino que yo quería en el derecho”, explica.
Desde entonces, su carrera se ha desarrollado en tres vertientes.
Antes de llegar a Lego, donde lidera la estrategia en protección intelectual para América Latina, trabajó en Bimbo y Modelo. Estudió una maestría en Estados Unidos y trabajó en un despacho en Chicago. González Martínez defiende el valor de los activos intangibles de una empresa, como su marca “Incluso los puedes monetizar, con licencias de uso. Nuestro trabajo, por un lado, es evitar que te roben [con la piratería] y, por otro, monetizar la propiedad intelectual”. Para ello, Lego tiene licencias con empresas como Disney, Adidas, Warner, Volkswagen o Ferrari, entre muchas otras.
Cuando inició la pandemia y con las tiendas físicas cerradas, Lego creó su tienda oficial en plataformas como Amazon o Mercado Libre, para tratar de evitar la compra de productos falsos. El retorno de inversión en esta estrategia en el entorno digital fue de 13 millones de dólares en el continente americano durante el periodo 2020-2021. De ellos, 4 millones fueron aportados por ocho países latinoamericanos.
El abogado ha dado clases en Unitec y, con la pandemia, llegó a la Universidad Iberoamericana. En la primera daba clases en Derecho y, en la segunda, a los alumnos de Negocios Globales y Administración de Empresas.
La propiedad intelectual, dice, suele ser la última de las preocupaciones de los emprendedores o los dueños de empresas familiares cuando están estudiando. “Al principio les parece aburrido, pero cuando comenzamos a explorar y ver ejemplos reales de empresas que han triunfado o fracasado por la parte de la propiedad intelectual es cuando les llama la atención”, reconoce.
González Martínez forma parte de varias organizaciones gremiales, como la Asociación Mexicana de Protección a la Propiedad Intelectual (AMPI) o la International Trademark Association (ITA), desde la que cabildeó la nueva Ley Federal de Protección a la Propiedad Industrial, derivada del T-MEC. “La ley anterior se negoció con el TLCAN y, con el T-MEC, Estados Unidos presionó para modernizar el sistema de protección intelectual”, explica. Uno de los cambios más relevantes, señala, fue la protección de las marcas no tradicionales, como las olfativas o sonoras, así como la protección de la imagen comercial, por ejemplo, la imagen y los colores que usa una determinada marca y con la que el público la identifica fácilmente.
Este trabajo aún no termina, ya que aunque la nueva ley entró en vigor a finales de 2020, aún no se publica el reglamento.