Por: Puri Lucena
En 2016, Cristina Rodríguez se quedó sin trabajo. Después de ocho años en la industria petrolera, primero en Schlumberger, donde fue supervisora de seguridad en campo, y luego en Halliburton, cuyo último puesto fue como coordinadora de región sur para la parte de seguridad, la crisis por la caída de los precios del petróleo la dejó sin empleo y con pocas oportunidades de encontrarlo. Hoy, piensa que su peor momento laboral fue lo mejor que le pudo pasar.
Por: Puri Lucena
En 2016, Cristina Rodríguez se quedó sin trabajo. Después de ocho años en la industria petrolera, primero en Schlumberger, donde fue supervisora de seguridad en campo, y luego en Halliburton, cuyo último puesto fue como coordinadora de región sur para la parte de seguridad, la crisis por la caída de los precios del petróleo la dejó sin empleo y con pocas oportunidades de encontrarlo. Hoy, piensa que su peor momento laboral fue lo mejor que le pudo pasar.
Rodríguez comenzó entonces un periodo como consultora independiente que duró alrededor de un año y medio. “Este pasito me catapultó hacia una empresa mexicana de exploración y extracción de hidrocarburos, Jaguar”, dice.
Durante su periodo como consultora había trabajado mucho en vinculación con los órganos reguladores y con la Asociación Mexicana de Empresas de Hidrocarburos (Amexhi). “En Jaguar, cada vez que salía una nueva propuesta de norma, gestionaba con la gente de Jaguar para emitir opiniones y logramos cosas bastante importantes con Amexhi para que la regulación fuera adecuada”, explica.
Su trabajo y el del equipo de la petrolera les permitió que mientras otras empresas tardaron un año para obtener los permisos de seguridad y medio ambiente, Jaguar lo lograra en tres meses. “El poder ver lo que podíamos lograr me hace obtener la dirección de Seguridad, Salud, Medio Ambiente y Responsabilidad Social”, apunta.
Rodríguez recuerda que cuando tenía 25, se dijo que a los 35 quería ser gerente. Lo logró a los 29. En sus planes no estaba ocupar una dirección en una empresa. “No me veía así. Estudié en una universidad pública, soy de la Universidad Veracruzana, de una ingeniería industrial ambiental. Nosotros salimos de ahí pensando en operar plantas de tratamiento de aguas, no en dirigir una empresa”, dice.
A finales de 2019, la ingeniera salió de Jaguar. Cuzcatlán la contactó. “Yo, sin experiencia minera”, afirma. Comenzó a trabajar en febrero de 2020, en Oaxaca, apenas unas semanas antes de la llegada de la pandemia, un primer periodo en el que las mineras no fueron consideradas actividad esencial y tuvieron que detener actividades. Rodríguez recuerda que fueron días de confiar en sus habilidades blandas y en el equipo. “Lo primero que tienes que hacer es llegar, escuchar, evaluar”, apunta. También habló con sus líderes para entender cómo iba a ser la comunicación en un momento en el que una parte de la opinión pública estaba muy en contra del sector minero. La transparencia y la comunicación del equipo le ayudaron también aquí, dice.
Rodríguez fue una de las responsables de que la mina, propiedad de la canadiense Fortuna Silver Mines, obtuviera la extensión de los permisos ambientales, por otros 12 años, a finales de 2021. “Mi satisfacción fue no tener que pararme en frente de 1,300 personas, entre ellas mucha gente de la comunidad para la que la mina es su mayor fuente de trabajo e ingreso, para decirles que la mina ya no iba a operar”.
En la universidad, Rodríguez contaba sus sueños profesionales a los profesores con los que tenía más confianza. “Me miraban y me decían: ‘Cristi, sueñas muy bonito, pero el mundo real es diferente, limita un poquito tus sueños’. Y yo decía: ‘no, están locos’”, cuenta. “Todo depende de lo que quieras ver, si quieres ver un mudo de limitaciones y techos de cristal, te vas a quedar ahí. Pero si eliges ver un mundo de oportunidades, las vas a tener. A veces será una ventana y, a veces, una mirilla”.