Por: Diana Nava / Paraíso, Tabasco
Fotos y videos: Jesús Almazán
Expansión tuvo acceso a la refinería Olmeca: un monstruo de 586 hectáreas y 17 plantas, con miles de personas que aún trabajan las 24 horas.
a llama de la torre más alta de la refinería Dos Bocas ya está encendida las 24 horas. El quemador elevado, una estructura de alrededor de 180 metros de altura, se observa a kilómetros de llegar por la avenida principal que conecta con el complejo. Esa flama indica que ya sucede algo adentro: los procesos para producir combustibles han iniciado, pero son lentos y, por ahora, todo son pruebas.
La antorcha, que parece crecer durante la noche como parte de un efecto óptico, ha cambiado la tonalidad del
cielo de Paraíso, que ahora se pinta de naranja intenso. La oscuridad absoluta parece que no volverá, como uno
de los efectos de la refinería que, en realidad, ha modificado todo el entorno.
Dos Bocas llegó para quedarse. El éxito de su funcionamiento, su rentabilidad financiera y su capacidad para
detonar económicamente la región siguen en duda, pero la refinería sigue repleta de trabajadores vestidos de
naranja. Los hay en todos lados: colgados en las estructuras, soldando tubos, durmiendo a un lado de los
edificios, perdidos detrás de columnas de vapor que indican que las tuberías están siendo limpiadas. Muchos
otros intentan hidratarse o resguardarse en la sombra.
Es un martes de octubre y el clima ronda los 32 grados, muy por debajo de los 40 grados que se registran en verano. Ha sido una buena tarde para quienes trabajan en campo, los que sueldan, construyen o limpian. Dentro de las oficinas, la vestimenta cambia, todos portan colores café y blanco –el uniforme usual de Pemex–, hay aire acondicionado, el mobiliario está nuevo, el suelo, impecable, las pantallas, limpias y aún muchos cubículos vacíos. El cuarto de control, donde deben sentarse los operadores, aún está vacío y sus sillas, con plásticos de protección.
INICIOS. El cuarto de control aún está vacío, en espera de que comience la producción.
Hay especialistas que dicen que las refinerías son lugares aburridos porque no hay más que tubos y pocos
trabajadores que realizan labores de mantenimiento; también, que el olor de estos complejos es fuerte, que
estando cerca huele a azufre o a gasolina, aunque en esta refinería no hay olor perceptible porque aún no
opera de manera continua.
En Dos Bocas aún hay alrededor de 33,000 empleados, según los datos oficiales a noviembre, aunque se
registraron hasta 37,000 entre 2021 y 2022. Pero, en una vista rápida, a las afueras de la refinería los
trabajadores cada vez son menos. Las calles ya no están abarrotadas, los pochimóviles –una especie de
motocarro muy usual en el sur– ya no se desbordan y las filas donde se formaban quienes querían una de las
plazas ofertadas en las pizarras han desaparecido.
También afuera, frente al río, los trabajadores descansan. Uno de ellos saca su celular y muestra una imagen
con el tabulador de salarios que paga la empresa ICA: el más bajo es de 9,570 pesos semanales, según el
oficio. Dice que por eso dejó Ciudad de México y que quizá después vaya al Tren Maya, como ya lo han hecho
algunos otros. Esta cantidad supera, por mucho, el salario mensual promedio de Tabasco, de 6,320 pesos,
según los datos de la Secretaría de Economía.
OPERACIÓN. Aunque llegó a registrar hasta 37,000 empleados, sólo habrá 1,500 en la fase productiva.
Y frente a ellos atraca un pequeño barco que había dejado de dar paseos por el río durante la pandemia,
cuando un robo y la falta de afluencia obligó a la cooperativa que lo opera a cesar operaciones. La
embarcación volvió a navegar hace unas semanas dando hasta tres recorridos diarios durante el fin de semana
–antes, sólo era uno al día–, todo porque la gente local y de los alrededores quiere ver de cerca la
refinería y por ello pagan 100 pesos por persona.
Dos Bocas es la nueva atracción del pueblo. El pequeño puesto de productos de coco que está a un lado ha
tenido una suerte distinta. Su dueña –quien prefiere no dar su nombre– dice que, a partir de septiembre, sus
ventas cayeron drásticamente.
Los rastros de quienes visten de naranja quedarán aún más desdibujados en los próximos meses: la refinería
Olmeca sólo operará con 1,500 trabajadores, entre 200 y 300 dedicados a la operación, los otros, al
mantenimiento. Un número por debajo del resto de los complejos de Pemex, en donde hay hasta 4,000.
Carlos, quien solicitó modificar su nombre, llegó de Minatitlán. Es un ingeniero que, por años, trabajó en plataformas petroleras, después, en la refinería de Veracruz. Siempre en puestos eventuales. Dos Bocas ha sido su primera oportunidad de un trabajo de base en la petrolera. Dice que esta vez los puestos no han sido repartidos por el sindicato, que logró llegar a Tabasco mediante un concurso y que tiene compañeros con más de 60 años que han logrado una plaza.
Los esfuerzos del gobierno federal por convencer a las calificadoras y a una fracción de analistas no han
logrado ser exitosos. Pero es que las dudas parecen estar cimentadas: la fecha de inicio se ha recorrido en
más de un par de ocasiones, los costos de su construcción están por duplicar el anuncio inicial de 8,000
millones de dólares y el proceso de licitación y transferencia de recursos ha sido opaco.
“Hubo un error en centrar el discurso en el tiempo de construcción y en el costo, en lugar de concentrarse
en el objetivo fundamental, que es disminuir la dependencia de las importaciones”, dice Fluvio Ruiz, un
exconsejero de la estatal.
El optimismo del presidente Andrés Manuel López Obrador no ha alcanzado a los detractores del proyecto y los
retrasos no han ayudado. A las afueras de la refinería, entre las calles de Paraíso, las dudas también
comienzan.
FECHAS. Los trabajadores no creen que la construcción de lo que será el octavo complejo de refinación de Pemex esté próximo a comenzar operaciones.
Pero dentro de lo que es el octavo complejo de refinación de Pemex –si se cuenta la incorporación de Deer Park–, el escenario cambia y parece que ninguna de las interrogantes existen, al menos no entre los trabajadores. “Lo que más nos ha traído Dos Bocas [a los empleados] son un cúmulo de emociones, ni nosotros creemos que la construcción de la refinería ya se haya terminado”, comenta Héctor Ruiz, uno de los gerentes de proyecto. Dice que durante las más de dos décadas que lleva laborando en la estatal nunca había visto que una obra avanzara a esa velocidad y que, generalmente, en cinco años él y su equipo apenas lograban las aprobaciones regulatorias y presupuestales.
Pero lo que opina Ruiz poco impacta. Los analistas y las calificadoras toman lo que dice el presidente y los
tiempos que él prometió eran mucho menores. El primer anuncio indicaba que la construcción debía durar tres
años, a pesar de que una serie de compañías invitadas a una licitación advirtieron, en mayo de 2019, que
tardaría al menos cuatro y costaría alrededor de 12,000 millones de dólares. El presidente las descalificó,
declaró el ejercicio como desierto y anunció que la Secretaría de Energía lideraría el proyecto.
Y el tiempo no le dio la razón. La edificación de Dos Bocas comenzó el primer día de agosto de 2019, ya más
de cuatro años han pasado y esta aún no ha sido echada a andar, aunque adentro todo parece listo para
operar.
En octubre pasado, en una llamada con inversionistas, Octavio Romero Oropeza, director de Pemex, dio un
revés al cronograma y dijo que los trabajos de integración de las 17 plantas que conforman el complejo
continuarán hasta inicios del año próximo y que apenas ahí se terminaría “una primera etapa de construcción
de infraestructura para el desalojo de productos petroquímicos y petrolíferos”.
De poco serviría que la refinería ya produjera combustibles y operara de manera continua si la logística
para transportar los productos no está lista. Dos altos funcionarios de la refinería dijeron, bajo condición
de anonimato, que será en febrero próximo cuando Dos Bocas funcione en caliente –como se conoce en el argot
del sector–, haciendo referencia al momento en que todas las plantas podrán correr al mismo tiempo. Entre
los analistas está el consenso de que esto tardará más y que al menos las pruebas tomarán un año. Con
suerte, dicen, operará cuando el presidente termine funciones.
PROCESO. Los 94 recipientes de almacenamiento de combustibles están concluidos, pero aún se encuentran vacíos.
El plan para la refinería incluye que los combustibles se transporten vía marítima a los puertos del país,
principalmente, al de Tuxpan, en Veracruz, para ser internados hacia la región centro a través de los ductos
por los que se mueven las gasolinas que llegan al mismo sitio, pero que se compran en el extranjero. Los 94
recipientes de almacenamiento de combustibles –unos contenedores gigantes y quizás una de las partes más
vistosas de la refinería– ya fueron concluidos, pero aún están vacíos.
Hasta ahora, los planes, según funcionarios consultados, es que se comenzaría a producir diésel de grado
comercial a finales de noviembre y gasolina lista para la venta en enero, todo porque la planta reformadora
–la que sube el octanaje del combustible– no funcionará hasta inicios del año próximo. La planta
catalizadora será la última y lo hará en febrero.
Por ahora, todo es producción de gasolina, diésel y gasóleos primarios. Nada es comercializable. En
septiembre, cuando se dio a conocer que el primer barril de gasolina había salido de Dos Bocas, no se trató
más que de naftas o un hidrocarburo de bajo octanaje, resultante del primer proceso de destilación. Hacia
adelante, la promesa es que el 92% del crudo tipo Maya –pesado y el más abundante en los campos del país–
que se procese en la refinería se convertirá en combustibles. El resto será coque, un residuo del proceso,
de bajo valor, pero que compran industrias pesadas, como la cementera.
Con sarcasmo, los analistas se preguntan cuántas veces puede ser inaugurada una misma obra, pues el 1 de
julio de 2022 el presidente López Obrador cortó el listón del complejo. Dentro de la refinería explican que
ese día se marcó el fin de las obras mayores y que eso fue lo que inauguró. En un anuncio reciente, dijo que
en noviembre pasado la refinería tendría que haber operado a mitad de su capacidad, pero hasta el cierre de
esta edición, eso no ha ocurrido.
Otros analistas bajan la guardia y aseguran que la obra era necesaria, pero que no cubrirá la demanda total
del país, que dudan de la rentabilidad y que su principal queja es sobre el optimismo del proyecto en cuanto
a los tiempos y al alcance. “Fui de los que, en su momento, más insistí en que México necesitaba construir
refinerías, se nos pasó el tiempo desafortunadamente y ahora construimos una refinería justo cuando todo el
mundo está tomando medidas drásticas para dejar de utilizar combustibles líquidos”, dice Francisco Barnés,
el subsecretario de Hidrocarburos durante los primeros años del sexenio de Felipe Calderón.
Como sea, la estructura de Dos Bocas ya se construyó: 74,214 toneladas de varilla de acero, 3,270
kilómetros de tubería y 23,986 kilómetros de cable, según las cifras oficiales, dan forma al monstruo
cimentado en 586 hectáreas de terreno que hasta hace poco sólo era pantano. Y con ello, el símbolo del
discurso político ya puede observarse a kilómetros y desde afuera.
En la parte frontal del complejo hay cuatro columnas de concreto, cada una con una leyenda que, desde el
discurso morenista, segmentan los eventos disruptivos de la historia del país: Independencia, Reforma y
Revolución. En la número cuatro se lee “Cuarta Transformación”, como el presidente ha denominado al
movimiento que encabeza. También hay cuatro avenidas principales, una de ellas –la última– se conoce dentro
con la misma denominación.
Sólo pocos de los trabajadores han visto al presidente, aunque dicen que sus visitas son cada vez más
continuas. Pero muchos comentan haber visto y hablado con la exsecretaria Rocío Nahle, que muchas de las
ideas sobre la arquitectura del proyecto se le ocurrieron a ella, que los vigilaba desde la pantalla de su
celular porque el sistema de seguridad lo permitía, que tenía un marcaje personal sobre muchos de ellos y
que su memoria no fallaba. Nahle ha dejado la Secretaría de Energía y lo ha hecho con un monstruo en pie,
pero que aún no camina.
Ruiz, uno de los gerentes del proyecto, argumenta que la mejor muestra de que la construcción ha terminado
es que ya no hay grúas en el terreno. Si se observa, aún hay dos o tres, pero él replica que hace unos meses
eran más de 300. En el recorrido hace una parada en un cuarto repleto de estantes y carpetas anchas que
resguardan las auditorías y los contratos. A juzgar por eso, sería difícil creer que el gobierno ha sido
criticado por su falta de transparencia.
¿OPACO?. Hasta ahora es imposible seguir la huella financiera del proyecto.
Pero la realidad es otra, es imposible seguir la huella financiera del proyecto porque esta no se registra
de manera uniforme en los documentos de Hacienda. Y la administración federal creó PTI Infraestructura de
Desarrollo, una nueva filial que, por su constitución, no tiene la obligación de reportar sus movimientos.
En su último informe a la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos, Pemex reveló que el presupuesto
está por superar los 16,000 millones de dólares.
Una vez fuera de la refinería, todo cambia. Las calles están descuidadas, los caminos hacia las comunidades
están llenos de baches, los cables que cuelgan de los postes cada vez son más. Paraíso está creciendo
desordenado y se está desbordando.
En camino a El Zapotal, una comunidad a unos 40 minutos del complejo, las pequeñas construcciones en marcha
se ven de manera continua. “Aquí los petroleritos son los que están construyendo”, dice uno de los hombres a
quien se le pregunta a qué se debe tanta casa nueva.
Una de estas es la de Tania Hernández, quien hasta hace poco trabajaba como cocinera en la refinería, donde
dice que ganaba más del doble de lo que recibía en su antiguo empleo en una zapatería o en un estudio
fotográfico. Indica que así construyó su casa y se graduó como licenciada en Pedagogía.
El señor Remedios, su vecino, aún espera que el precio de la gasolina baje, pero la refinería ya le ha dado
empleo a dos de sus hijos. Ellos desconocen las críticas hacia el proyecto, el sobreprecio de la obra o las
veces que se ha pospuesto la puesta en marcha. Para ellos, y para muchos más en Tabasco, el presidente ya
les cumplió.
DISEÑO Y PROGRAMACIÓN WEB Paula Carrillo
COORDINACIÓN DE FOTOGRAFÍA Betina García