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RECUPERADO DEL SUCESO QUE HACE POCO MENOS DE TRES AÑOS LE CAMBIÓ LA VIDA, EL ACTOR JUAN PABLO MEDINA ESTÁ DE REGRESO EN LOS RODAJES. CONVERSAMOS CON ÉL SOBRE SU RECUPERACIÓN, SU PRESENTE, EL FUTURO DE LAS PLATAFORMAS DE STREAMING Y ‘BANDIDOS’, LA SERIE QUE ESTRENA ESTA TEMPORADA.
Quizá por eso viene preparado: camiseta blanca, jeans y unas Nike Low Dunk que, a pesar de los esfuerzos, se muestran incapaces de camuflar el paso del tiempo. Pero es viernes. Y, sobre todo, se percibe que es viernes. “Estaría increíble encontrar unas mimosas”, suspira retóricamente antes de confirmarnos todo aquello que proyecta: que lejos del chisme, del murmullo y del amarillismo, está contento. Aunque no haya mimosas, no las hay. “Me siento en un buen momento, con ganas de hacer cosas y, afortunadamente, se me están ampliando las posibilidades de trabajo. Después de lo que sucedió, pensé que a lo mejor se me iba a reducir la oportunidad de hacer cosas, tanto físicamente como laboral y emocionalmente. Y no, al contrario. Ahora tengo ideas que antes no tenía sobre cómo llevar mi vida”, confiesa. ¿Y el ruido exterior? “No me llega tanto. No investigo ni busco lo que dicen sobre mí. No me llega y no lo busco. Siento que cada persona tiene una manera diferente de reaccionar, de entender... Diferentes tiempos”, responde.
“Lo que sucedió”, como él mismo lo define, ocurrió el 15 de julio del pasado 2021. Medina, en uno de los mejores momentos de su carrera, se encontraba a la mitad de un rodaje cuando sintió un fuerte dolor en el estómago que, tras muchas complicaciones, terminó con su pierna derecha amputada.
Y, por voluntad propia, desapareció del foco. “Decidí hacer una pausa, entenderlo y trabajarlo". "Sentí que necesitaba irme para adentro para poder dar una opinión, platicarlo y tenerlo todo un poco más claro. Es un proceso muy largo, con cosas que ocurrieron de las que ni me acuerdo. Haber ido a terapia y tener ayuda personal y psicológica me ayudó a llegar a un lugar desde el cual puedo compartirlo. Una vez compartido, creo que la historia ya se contó, por eso siempre digo que no me gusta mirar hacia atrás, aunque es algo que cambió definitivamente mi vida. Fue una gran enseñanza que abrió una gran oportunidad de ir hacia otros lugares”. Sin embargo, durante aquellos días (duros y oscuros, pensamos) Medina no dudó en compartir sus progresos con su público a través de las redes sociales. Al principio, de una manera egoísta –“para ver mis progresos”, señala–, después de una forma más natural. “Cuando empecé a entrenar subí algunos videos de mi rehabilitación y la respuesta fue muy linda.
Jamás pensé que fuera a ser así. Me grababa para marcar mis tiempos de recuperación y ver mis avances, pero ese impacto en la gente me sorprendió y me encantó. Pude comunicarme con la gente, trasladarles que todo estaba bien sin tener que hablar recordando lo que pasó”.
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Ese pasado, sin embargo, fue el que lo forjó como actor. Cuando sucedió “lo que sucedió”, Medina estaba encaminado a una suerte de cima profesional, elevado por derecho propio como uno de los actores fetiche de Manolo Caro, quizá el director más exitoso de su generación. A sus órdenes, trabajó en Amor de mis amores (2014), Elvira (2014), La vida inmoral de la pareja ideal (2016) y La casa de las flores (2021), spin-off cinematográfico de la serie homónima estrenada por Netflix en 2018 con enorme éxito. “Con Manolo Caro he trabajado mucho y espero seguir trabajando. Nos entendemos muy bien. Cuando existe esa química con un director, te permite explorar y eso quiere decir que existe un buen entendimiento. Tiene un sello propio muy marcado, también a la hora de contar las historias”, reconoce Medina, quien también ha rodado junto a otros grandes del celuloide nacional como Luis Estrada en La dictadura perfecta (2014) o los también intérpretes Gael García Bernal y Diego Luna, directores, respectivamente, de Déficit (2008) y Sr. Pig (2016).
Cuestionado acerca de su proceso creativo al desarrollar un personaje, Medina lo tiene claro: “Trabajar con directores que en algunos casos son actores, como Diego Luna o Gael García Bernal, es un regalo”, sentencia. “Me encanta escuchar, porque al final el actor es alguien que debe interpretar lo que el director tiene en la cabeza. Es un camino de los dos juntos. Como actor me entrego a lo que el director quiera. Si tengo alguna sugerencia, trato de proponerla, pero si no es así, no me importa. Me encanta, de hecho. Pero también me gusta explorar y tener libertad, aunque hay que saber dónde y cómo. La idea es desarrollar un personaje de la manera en la que tú lo visualizas, pero siempre de acuerdo con el director”. Razón no le falta.
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Para alcanzar el estatus actual (ese purgatorio de la industria local que contiene todo lo que existe entre una telenovela y una Palma de Oro en Cannes), Juan Pablo Medina empezó desde abajo, desde la tradicional escuela audiovisual mexicana. A finales del siglo pasado, con el cine como horizonte final, se inscribió en la escuela CEFAC de TV Azteca, desde donde obtuvo sus primeros papeles protagónicos antes incluso de graduarse. “Yo empecé a trabajar enseguida y la verdad es que no teníamos muchas más opciones. Es lo que había. Se hacía cine, pero no tanto y, además, era un lugar al que era difícil acceder, aunque no imposible. Para mí lo más fácil era participar en novelas, donde trabajé durante bastante tiempo”. ¿Una excusa? Ni mucho menos. Consciente de su lugar en el mundo continúa rotundo: “Todo tiene su chiste. Todo se hace en equipo, que es algo en lo que creo mucho a la hora de trabajar. Da igual si haces novelas u otras cosas. Además, se aprende muchísimo. Tienes que ser muy, pero muy efectivo. Se rueda a tres cámaras, muy rápido". Nos interesamos entonces por su punto de vista sobre esa cierta superioridad moral con la que, intuimos, en México (y no solo en México) se sue- le mirar hacia la novela, género hace tiempo aupado por críticos, académicos e historiadores a los altares de la cultura popular mexicana. “Entiendo que haya gente que lo vea así, pero no lo comparto. Estoy muy agradecido de seguir trabajando, de poder vivir de la actuación, de ponerme a prueba con distintos personajes y de trabajar con gente con la que siempre he querido trabajar, gente a la que admiro. Estoy en un momento muy feliz”.
Y en un movimiento orgánico, uno de los patrones que ha definido su carrera, dio el salto hacia las series, un género que, en México, quizá por la influencia de la telenovela como formato universal, no había disfrutado del espacio que ya ocupaba en otros mercados. Medina lo hizo nada menos que con Soy tu fan (2010), emitida por Canal 11 y paradigmática en la historia del audiovisual nacional. De repente, la televisión descendía al piso de los problemas cotidianos del público, con el que empatizó como nunca mientras le hablaba de sus preocupaciones reales con un lenguaje desprolijo, popular, moderno en cierto sentido. Solo aguantó dos temporadas en parrilla, las suficientes para marcar un canon en el futuro de la escritura cinematográfica televisiva nacional y abrirle “otra oportunidad”. “Fue una de las primeras series mexicanas que tuvo verdadero impacto y gracias a ella se abrió la oportunidad de hacer otros proyectos, hasta que llegó esta nueva ola en la que estamos ahora. La mayoría de las plataformas tienen un alcance global, y eso ha incrementado el nivel de las producciones porque también sube el nivel de exigencia. Ese salto ayudó a que existiera una mayor libertad para los creadores. Antes era muy difícil contar las cosas de la manera que uno quería, porque existían muchas trabas. Ahora estamos en un gran momento en el que se están haciendo cosas muy interesantes y agradezco que haya tantas opciones. No quiero decir que ahora todos los actores tienen los papeles que quie- ren, pero sí hay una gama más abierta de posibilidades. Sigue habiendo telenovelas, está el teatro, las series... Afortunadamente he logrado abrirme un espacio en el que me siento satisfecho y feliz”, reconoce.
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La fama, no obstante, también ha cambiado. A comienzos de siglo, con la televisión por cable en pleno apogeo y el satélite entrando en las casas de medio mundo, la única fama global la generaban el deporte, las series que las grandes cadenas generalistas vendían a las televisiones nacionales y los grandes estudios de Hollywood. Hoy, el statu quo ha cambiado. La fama de un actor como Juan Pablo Medina ya no se reduce a México y su influencia cultural en Estados Unidos. La fama de un actor como Medina puede ser hoy universal. Ahí están los ejemplos de La casa de papel, La casa de las flores, Los juegos del calamar o Lupin, por mencionar apenas unos ejemplos, para demostrarlo. “Netflix te asegura que la serie se pueda ver en todo el mundo y eso genera unos fenómenos muy lindos”, señala antes de recordar una anécdota de su época como Diego Olvera en la serie de Manolo Caro. “Recuerdo que un día, poco después de haber estrenado La casa de las flores, estaba con mi familia en el metro de Nueva York y la gente me empezó a detener por la serie, algo muy loco. Es una sensación muy bonita y hermosa”, rememora.
El momentum, decíamos, es importante. Según datos de la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica (Canacine), la inversión extranjera directa en la industria fílmica y del video no ha dejado de crecer desde 2020 (año de la pandemia) hasta sobrepasar los 12,000 millones de pesos anuales y convertir al país en uno de los destinos favoritos para la produc- ción y filmación de películas, series y anuncios publicitarios. La capital y el Estado de México son las entidades con un mayor número de licencias expedidas para la producción de audiovisuales, pero no son las únicas. Estados como Jalisco, Baja California, Nuevo León, Yucatán o Quintana Roo también participan de una inversión que en los últimos tiempos disfruta de beneficios fiscales. Bandidos (2024), la nueva propuesta de Netflix y uno de los grandes lanzamientos en español previstos por la plataforma de streaming para esta temporada, forma parte de la vanguardia de esa llamada “nueva ola” a la que México, y también Medina, no ha dudado en subirse. Filmada en el Caribe mexicano, con Stacy Perskie en la producción ejecutiva (productor de la cinta Bardo, de González Iñárritu) y Adrian Grunberg (Rambo: Last Blood y Luis Miguel, la serie) como director, Bandidos, la nueva propuesta de Netflix para el segundo trimestre del año, nace con la vocación de homenajear a clásicos del género de acción y aventuras como Romancing the Stone (1984), King Solomon Mine’s (1985), The Goonies (1985) o la saga de Indiana Jones y cuenta con un elenco coral que Juan Pablo Medina comparte con Alfonso Dosal, Ester Expósito, Mabel Cadena, Juan Pablo Fuentes y Bruno Bichir, entre otros intérpretes, todos ellos comprometidos con la búsqueda de un viejo tesoro maya escondido en algún lugar de la península de Yucatán, “el tesoro más grande que nadie vio jamás”, de acuerdo con la productora. “Bandidos" sigue a un grupo de personajes que después de descubrir un mapa antiguo se lanza en una aventura llena de peligros para intentar descubrir un tesoro que ha estado perdido durante años y que muchos pensaban que era solo una leyenda”, asegura la propia Netflix.
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Juan Pablo Medina está seguro de que la serie será un éxito. “Por lo que viví durante el rodaje, por los directores, los actores y los productores con los que trabajé, puedo decir que es un proyecto muy bien realizado que tiene todo para que la gente se emocione. Después ya no depende tanto de nosotros y pueden ocurrir cosas extrañas, pero lo tiene todo”, comenta emocionado. Lo que no nos desvela, cosas del secreto oficial, es si los cazatesoros encuentran el codiciado tesoro. Sonríe ante la sugerencia y aprovecha el momento para reflexionar sobre lo que supone para una industria como la mexicana la filmación de proyectos como Bandidos en el país. “No es un género tan común en México, así que haber rodado aquí una producción como esta es algo muy bonito. Me gustan los proyectos que se arriesgan”.
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¿Y qué tesoro está buscando hoy Juan Pablo Medina? Por sus respuestas podemos concluir que hay dos retos en el horizonte: uno profesional, por conseguir, y uno espiritual, conseguido. “Lo que busco es tener paz, y la he ido encontrando. Trabajo mucho en ello porque para mí es muy importante todo lo que ocurre lejos del trabajo. Estoy muy agradecido y tengo otra oportunidad de vivir y ser feliz ", confiesa. En cuanto al futuro de su carrera, España y Argentina son los dos países que encabezan su agenda. Como siempre, sin tensiones ni agobios. “Me gustaría mucho trabajar en España, sería hermoso, pero también en Argentina. Me encanta lo que se hace en esos sitios, aunque tampoco sufro por estar en otro lugar. No es algo que me frustre. Me gusta el camino, disfrutar de lo que va sucediendo", contesta. Después de una larga y agradable charla no podemos pensar en una respuesta más coherente.