Construir lo que quieres


Christine Kenna ha creado los espacios que necesita, ya sea en el emprendimiento o con redes de mujeres, pero también ha aprendido a pedir lo que quiere.


Christine
Kenna

Socia

Ignia

Foto: Anylú Hinojosa-Peña

Por: Puri Lucena

C

uesta trabajo pensar que ha habido momentos en los que Christine Kenna ha tenido que aprender a pedir lo que quiere. Su historia ha sido, más bien, de construcción. Inició en el venture capital en México en un momento en el que apenas había inversión para emprendedores. Cofundó la asociación MBA Mujeres cuando llegó al país, en 2006, después de terminar el suyo en Harvard, para conocer a otras mujeres y crear una red de apoyo, en donde hoy ha encontrado a algunas de sus mejores amigas. Y cuando inició en el mundo de la inversión y vio la falta de equidad de género, formó con otras líderes Mujeres Invirtiendo.

“Siempre he sido una persona muy comprometida, nunca me quedo quejándome de las cosas que no me gustan, sino que trato de realizar un cambio. Creo que esa ha sido mi actitud en todo lo que he hecho en México”, explica.

Un encuentro en un bar de Boston, donde comenzó a trabajar tras terminar sus estudios de Economía y Relaciones Internacionales, le cambió la vida, porque ahí conoció a su esposo, mexicano, con quien, después de varios años en Estados Unidos y en Francia, tomó la decisión de probar en México. La idea inicial era evaluar, año con año, si permanecerían en el país o volverían a Estados Unidos. “Tomamos la decisión mutuamente, pero convencidos de que si vamos a estar en México, porque queremos estar aquí, es para realmente construir la comunidad, la familia y la vida que queremos”.

Pero antes de esta decisión, Kenna trabajó en Google. Era 2004 y la tecnológica se preparaba para salir a bolsa. Ahí vio el poder de la tecnología y los cambios que podía lograr. “En ese entonces, quería dedicar mi carrera, mi vida, a la tecnología, sabiendo que el ritmo de cambio era exponencial. Me retaron en todas las maneras de pensar”, dice. Entre esas maneras, aprendió a no aceptar el statu quo y que hay que realizar los cambios que quieres. Y lo hizo de Sheryl Sandberg, entonces vicepresidenta de Ventas en línea y Operaciones de Google.

Kenna entró a la empresa como intern y cuando la ejecutiva le preguntó por su vida personal y supo que su esposo vivía en Francia, la impulsó a que ella se fuera a ese país y ayudara a abrir la oficina de Google en París. En un primer momento, Kenna le señaló que no hablaba francés, pero Sandberg le contestó que no era una limitante, sólo tenía que aprenderlo. “Fue algo de: ‘Sí, es cierto, ¿por qué no hago las cosas?’ Tuve que aprender a pedir lo que quiero”, explica.

Crear un ecosistema

Kenna es de Palo Alto, el corazón de Silicon Valley y del venture capital. Y, sin embargo, asegura, si no hubiera salido de ahí, duda de que hubiera entrado a la industria. “La verdad es que si me hubiera quedado en Silicon Valley, no estaría haciendo lo que hago hoy porque cuando llegué a México no había este mundo de VC, tuvimos que construirlo”, afirma.

Ahí entra en juego Ignia, el fondo de capital de riesgo en el que es socia y que fue pionero en el país. “Fuimos el primer fondo en levantar capital de las Afores, el primero en levantar CKD (certificados de capital de desarrollo)... Hoy tenemos el mejor retorno de inversión de todos los fondos. Abrimos brecha y amo lo que hago, por el impacto que puede tener en el país y en Latinoamérica”, asegura.

Aunque acabó invirtiendo, lo que quería hacer era emprender. Después de trabajar siempre en el área de operaciones, comenzó a darle vueltas a la idea de crear su propia empresa. Lo comentó con una de sus mentoras y le habló de Ignia, un fondo en el que ella era inversionista y que acababa de lanzarse en México.

Kenna reconectó con Michael Chu, su cofundador (junto con Álvaro Rodríguez) y quien había sido su profesor. Ya viviendo en México, entró al fondo, en 2011. “Cuando me hablaron de lo que hacía Ignia, dije: ‘Esto es lo que quiero hacer en mi tiempo libre y gratis’”, se ríe. Como inversionista, también es consejera, pues acompaña a los emprendedores y les ayuda a crecer. Con esto, el entorno de Kenna creía que el paso natural era hacia un consejo de administración. Para ella, no estaba tan claro. De hecho, para su primera experiencia como consejera, en la Asociación Mexicana de Capital Privado, no quería enviar su solicitud, no sabía qué podría aportar, pero María Ariza, directora general de BIVA, lo hizo por ella.

Sus miedos se calmaron cuando entró al consejo. “Por supuesto que yo puedo hacer este trabajo”, se dijo. Y fue una de las más activas. Inició el comité de diversidad e inclusión, formado prácticamente por hombres para que impulsaran cambios. El VC y el mundo de las inversiones aún tiene el reto de ser más diverso, pues las mujeres son sólo el 2% de quienes toman la decisión de invertir. Kenna tiene claro el valor que, como mujer, aporta a la toma de decisiones y las diferentes perspectivas que puede dar. Aquel comité de diversidad e inclusión evolucionó al de ASG (ambiental, social y de gobernanza). “Lanzamos el primer estudio de inclusión y diversidad de género en el capital privado e hicimos una guía para ayudar a cada fondo a realizar cambios”, dice.

“Las cosas buenas empiezan en casa de Christine”

Al hablar con Kenna y con quien la rodea, queda clara su capacidad de congregar a gente para un fin. “Siempre digo que todas las cosas buenas empiezan en casa de Christine”, dice Karla Berman, amiga de Kenna y consejera independiente. “No sólo junta a gente interesante, sino que siempre es con un propósito: la asociación MBA Mujeres la empezaron ella y dos amigas. Le habló a 40 mujeres que no conocía, pero sabía que habían estudiado un MBA, y hoy tiene más de 300 asociadas que va en la tercera generación de liderazgo”, agrega. Decenas de mujeres han ido a un MBA a través de las mentorías de la organización. “Lo mismo con Mujeres Invirtiendo”.

Kenna, quien también forma parte del consejo de los Kauffman Fellows (una red enfocada en acompañar a los profesionales de VC), es, desde enero del año pasado, consejera independiente de Alsea. En este caso, fue León Kraig quien la impulsó. Su socio “y uno de los grandes mentores” de su vida, le comentó que Alsea buscaba integrantes para su consejo, del que él también formaba parte. “Yo le contesté: ‘León, conozco a muchísimas mujeres picudísimas, te voy a pasar sus nombres’”. Pero lo que realmente quería Kraig era que ella aplicara. De nuevo, Kenna tenía reticencias. No trabajaba en retail, no tenía claro qué podía aportar. “Ve todo lo que tienes y traes a la mesa”, le contestó él. Y la convenció de empezar su solicitud para entrar al consejo de una empresa pública. “Fue alguien más impulsándome para apuntar mi nombre. Increíble, ¿no?”.

Impulsoras de otras mujeres

“Es más fácil para una mujer impulsar a otras mujeres y celebrar a las que amas, que a sí misma. Y es algo importante que todos tenemos que trabajar”, dice Kenna. “Conocernos, saber cuáles son nuestras fortalezas, qué podemos aportar. Eso es mucho trabajo y reflexión”.

Hay que saber articular para qué eres buena y decirlo a los demás, aunque por temas culturales, se suele sentir incomodidad al hablar de éxitos propios. “Y por eso amo mucho las redes de mujeres”, apunta. “Todas necesitamos echarnos porras para hacer ciertas cosas”. De hecho, salpica la conversación de nombres de otras mujeres que la han acompañado.

Ella también ha impulsado a quienes ha conocido gracias a las redes que ha trazado. Ha invertido en ellas, las ha animado a entrar a sus primeros consejos. “Quizás es el primer escalón donde ayuda que alguien te tienda la mano. Qué importante eso, ¿no?”.