Por: Alberto Verdusco
iene fresca en la memoria una frase que le dijo su padre: “Mi vida ya está hecha, ya no tengo nada que ganar
ni nada que perder, pero tú tienes camino por delante y quiero que tengas un futuro más prometedor”. Eduardo
Mendoza nació en un campamento de migrantes en Estados Unidos, a donde su madre y su padre cruzaron con el
sueño de que su hijo tuviera una vida mejor. A los pocos años, volvieron a Zacatecas, a una comunidad rural,
donde las casas son de adobe, no hay agua potable ni acceso a los servicios de salud.
Este entorno lo marcó para desarrollar Direct Relief, la organización sin fines de lucro que dirige y que
crea un canal en el que la industria farmacéutica puede donar sus productos en especie, sobre todo, a la
población más vulnerable. A través de alianzas con otras compañías, ha logrado atender a niños con cáncer, a
personas con diabetes e, incluso, fue clave en la facilitación y coordinación de la logística para traer 17
millones de vacunas contra el covid-19 que donó el gobierno de Estados Unidos al de México. “Para mí, es
hermoso ayudar a cambiar las vidas de las personas. Imaginar que un niño diagnosticado con leucemia tendrá
su tratamiento. Me hace pensar que no sólo le cambias la vida a él, también a su familia y a su comunidad”.
Para Mendoza, es importante su labor porque admite que el capitalismo ha traído muchos beneficios, pero no
necesariamente los ha distribuido equitativamente. “Que no se nos olvide que hay gente que no tiene acceso a
medicamentos. Así que podemos dar dignidad a las personas con mucho respeto y acceso a estos recursos”.
Hay dos personas que lo inspiran: los líderes sociales Martin Luther King y César Chávez. Él también quiere
ser ejemplo para sus hijos, a quienes lleva a la escuela y con quienes pasa el mayor tiempo posible. Para
él, la familia es el pilar más importante de la sociedad. “No le he dicho ni a mi mamá ni a mi papá que soy
parte de ‘Las 30 promesas’, quiero darles la sorpresa cuando tengan la revista en sus manos”.