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En esta conversación descubrimos que el humor, la pasión y una comunicación absolutamente natural son los elementos que han llevado a esta actriz al momento cúlmen de su carrera: protagonizar el megaproyecto Pedro Páramo y crear entre amigas La liberación, su primer crédito como productora.

Texto: Jonathan Saldaña
Fotos: Nuria Lagarde
Moda y Dirección Creativa: Raúl Álvarez

La de Ilse Salas con la cámara parece una complicidad casi natural. No hay poses que puedan leerse como artificiosas. A eso se dedica.

Las prendas del shooting se quedaron en el camerino; las joyas, también. Viste de negro, sobria y cómoda. El cabello corto, alborotado por sus manos y unos smokey eyes que resaltan aún más esa mirada franca y directa. Ilse Salas estuvo recientemente en Toronto, donde se llevó a cabo el estreno mundial de Pedro Páramo, la ópera prima como director del mexicano Rodrigo Prieto en la que forma parte del elenco principal.

“Tengo una noticia para ti”. Esas fueron las palabras a la actriz de Bernardo Velasco, director de casting y compañero en la escuela de Ludwik Margules. “Rodrigo Prieto va a dirigir su ópera prima”, continúo el mensaje. “Va a hacer Pedro Páramo y solo ha mencionado a una Susana San Juan. Te quiere conocer y ver si hay química”. La sonrisa aparece en su rostro. “Si quieres, leemos las escenas y me dices qué piensas”, dijo Prieto. “No, no, no. No quiero leer, quiero hacer el casting. Quiero irme sabiendo que estás seguro de que yo voy a ser Susana San Juan”.

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Rodrigo Prieto, cuatro veces nominado al Oscar como cinefotógrafo, tenía muy claro quién debía interpretar al personaje femenino principal en la aventura de llevar a la pantalla esta obra emblemática de la literatura. “Había demasiadas cosas que lo hacían un proyecto súper atractivo y soñado por cualquier actriz. Pero sobre todo un viaje interior”, explica Salas.

Pedro Páramo se publicó en 1955, fue la primera novela de Juan Rulfo y con menos de 200 páginas es una de las más reconocidas en lengua española. Situada en la Guerra Cristera, un hombre llamado Juan Preciado llega a Comala en busca de su padre, “un tal Pedro Páramo”, un cacique enriquecido con la Revolución, tirano y mujeriego, para quien el amor idealizado que profesa por Susana San Juan es lo único puro en su vida.

El de San Juan es uno de los personajes femeninos literarios más enigmáticos. A pesar de que el lector se enfrenta al conflicto de Juan Preciado en la búsqueda de su padre, las mujeres que aparecen en la novela son detonantes de la historia, catalogada como la mejor exponente del realismo mágico. “Siempre voy a estar agradecida de que me haya tocado a mí estar ahí”, dice.

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Una de las complicaciones a la hora de crear los detalles externos del personaje, asegura, fue el lenguaje, porque la película es muy fiel a la novela. “Era apropiarse del lenguaje, del ritmo de los personajes, no traicionar la palabra de Rulfo e interiorizarla de tal forma que parezcan tus palabras. Eso me tenía muy nerviosa, pero al final me sentí más cómoda de lo que imaginé”.

En la cinta comparte créditos con Mayra Batalla, Dolores Heredia, Roberto Sosa, Héctor Kotsifakis y con los protagonistas Tenoch Huerta –con quien en 2014 ya había protagonizado Güeros– y Manu García Rulfo, a quien no conocía y con quien le tocó filmar la primera escena. “Manu estaba muy serio y nervioso”, rememora. “Me acuerdo mucho de ese día, de hacerle chistes y él no saber si me estaba burlando; después se dio cuenta de que sí. Siempre me estoy burlando, pero también de mí. Después me dijo: ‘nunca me imaginé que tuvieras sentido del humor, pensé que eras muy seria’. ¿Seria yo?”.

En este relato se encierran dos características peculiares de la actriz. Por un lado, es una profesional divertida (en otro momento de esta conversación recordará también la primera vez que piso un set de filmación, en 2010, en la cinta de Antonio Serrano, Hidalgo: la historia jamás contada, donde la regañaban por estar jugando con su colega Flavio Medina). Desde otro ángulo, se mira a una mujer de quien, con frecuencia, se tiene una percepción un tanto distorsionada. “Debo ser muy jetona, porque la gente piensa que soy muy seria. Hasta que me conocen. Hay una falsa concepción de que cuando no estás tonteando en TikTok eres seria o algo así. Yo tonteo el resto de mi día y mi vida, nada más no lo documento. Me pasa mucho que me dicen: ‘pensé que eras súper mamona’, y no. Algo debo de tener en la cara o en la actitud. Se me nota cuando no tengo nada que decir. Y si no tengo nada que decir, no hablo”.

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Es ella quien pone sobre la mesa la cuestión de las redes sociales. La pregunta es pertinente en un momento de la industria en el que estos perfiles comienzan a incursionar en la actuación, haciendo que el número de seguidores influya en los castings. Su respuesta es contundente: “los influencers se van a caer”. “Hubo un momento en el que los influencers empezaron a ganar terreno en la actuación y fue insostenible”, reflexiona. “Si quieres ser actor, tienes que dedicarte a tu oficio. El trabajo de un influencer ocupa muchísimo tiempo y muchísimo esfuerzo. No son actores, no son actrices”.

Porque Ilse Salas pertenece a una generación que ha desarrollado sus carreras en un nuevo ecosistema. Por un lado, esa barrera entre intérpretes de cine, teatro y televisión se ha ido derribando de a poco; por otro, la proliferación de las plataformas de streaming han diversificado las narrativas, las historias y ampliado las oportunidades de trabajo.

Nuestra actriz en cuestión comenzó su carrera como conductora de televisión en los bloques infantiles del Canal Once, una televisora pública enfocada en contenidos educativos y culturales. Posteriormente, incursionó en la actuación con Locas de amor, uno de los primeros pasos de Televisa hacia las series. Allí, compartió créditos protagonistas con Cecilia Suárez y Ximena Ayala. En ese mismo ánimo de las series, participó en dos de los proyectos más contundentes: XY, la revista, creada y dirigida por Fernando Sariñana, y Capadocia, el primer proyecto televisivo de gran formato que HBO desarrolló en Latinoamérica. En el teatro la hemos visto en proyectos de todos los niveles, géneros y formatos: Crímenes del corazón, con Irene Azuela y Marina de Tavira; Medea, Todo sobre mi madre, Cock, Medida por medida, Network y, recientemente, ha dado por terminada su participación en el musical Cabaret.

Actualmente, es una de las figuras más destacadas de la industria audiovisual de nuestro país. Ha participado en cintas como Güeros, Museo, Sabrás qué hacer conmigo, Me estás matando Susana, Plaza catedral o Las niñas bien, por la cual ganó el Ariel a Mejor Actriz en 2019. “Me parece maravilloso que ya no exista este estigma de que si eres actor de teatro no eres actor de cine, si eres actor de cine no eres actor de tele. Son distintas maneras de interpretar, pero el eje siempre es el mismo: hacerlo con convicción, con verdad. Afortunadamente, me tocó desarrollar mi carrera en un mundo mucho más abierto”, dice.

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“Hasta la fecha no puedo creer que lo logramos”, y es verdad que en esa capa brillosa de los ojos de Ilse Salas -medio grises, medio verdes- asoma algo similar a la sorpresa cuando hablamos de La liberación, la serie dirigida por la cineasta Alejandra Márquez Abella (Las niñas bien) que se estrenará a principios de 2025 y en la que comparte protagonismo y créditos de producción con Cassandra Ciangherotti y Johanna Murillo. “Todo surgió a raíz de reírnos de nosotras mismas en un mundo con el #MeToo a todo lo que daba. Recuerdo todavía el día en el que le pregunté a Ale por qué no estábamos haciendo una serie sobre esto”. Ahí había quedado todo, pero un día recibió una llamada de Márquez Abella:
–¡Güey estamos en pedos! Tuve una junta con Amazon y les vendí nuestra idea original y la compraron.
–¿Y cuál es la idea original?, preguntó Ilse.
–No sé güey, ahora tenemos que desarrollarla.

El proyecto es contundente con sus señalamientos al patriarcado en la industria audiovisual, pero tampoco deja fuera la autocrítica. “Fue ese ejercicio de vernos, estamos enamoradas del patriarcado, hay violencia y están las antifeministas”. Además de Cassandra, Ilse y Johanna, el elenco está integrado por un generoso número de actrices mexicanas con una importante trayectoria en la industria: Dolores Heredia, Ofelia Medina, Teresita Sánchez, Úrsula Pruneda y Mónica del Carmen. “Todas estamos sin pudor. Nos vemos mal, no estamos glamurosas, decimos siempre cosas políticamente incorrectas, pero al mismo tiempo estamos teniendo una revelación. Tiene un sentido del humor muy especial, pero tengo la curiosidad de ver cómo lo va a tomar el público”.

Tras esta primera prueba y bajo la misma dinámica, Ilse Salas está desarrollando una película con un equipo de mujeres. “La parte creativa es mi favorita, incluso me gusta más el previo, el proceso, que la interpretación”.

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En los últimos años, la reflexión sobre la participación de las mujeres delante y detrás de la cámara ha ocupado la tribuna pública, al menos en el gremio cinematográfico y audiovisual. La figura de Ilse Salas ha sido crucial. Un alto porcentaje de sus proyectos los ha llevado a cabo con mujeres, a veces por casualidad, otras porque sus inquietudes creativas y artísticas la han conducido hacia allá. “Los hombres me tienen miedo, piensan que los voy a juzgar, se disculpan antes de hablar. Les digo: '¡Oye, tranquilo!'. Ya están un poco a la defensiva. Ahí lo noto”.

En ese sentido, dice, los discursos se han diversificado y abierto. “Cada vez más, las mujeres estamos llevando los puestos directivos, no solamente para liderar o crear un proyecto, sino para aceptarlos; las mujeres que escogen en qué invertir o que deciden el contenido que van a tener sus plataformas. Todavía falta mucho, todavía el rey del poder es un hombre. Y lo vamos a abolir”. Tremenda afirmación para finalizar.