Por: Fernanda Hernández Orozco
eguir su curiosidad le ha permitido a Pía Roqué obtener varias posiciones de liderazgo en la industria
farmacéutica, en la que se prepara para un nuevo reto después de trabajar varios años con enfermedades
raras, ya que ahora se dedicará a medicamentos para el cáncer de próstata, un paso para el que se prepara
con la misma ambición con la que empezó su carrera.
Nacida en Argentina, llegó a México con su familia a los 10 años. “Es una experiencia difícil cuando tienes
que cambiar tanto, sobre todo, a una edad muy temprana, pero también te vuelves superresiliente, porque
aprendes que nada es estático”, dice. Esa capacidad para aceptar los cambios marcó su camino profesional
desde el momento en el que tenía que decidir qué carrera universitaria cursar.
Su madre la invitaba a las jornadas médicas que realizaba la institución de asistencia privada en la que
trabajaba, en las que personal médico estadounidense visitaba comunidades rurales de México. Roqué les
ayudaba con la traducción y, en uno de esos espacios, un médico le pidió que, además, le ayudara con el
trabajo. Después, le aconsejó estudiar Medicina, algo que terminó haciendo.
Tras acabar la carrera, el siguiente paso era una especialidad, pero Roqué necesitaba tramitar su ciudadanía
mexicana. El trámite era largo y para no estar sin trabajar entró en la industria farmacéutica. “Me decía
que era mientras terminaba mis papeles. En el ínter, me enamoré, sentía que pertenecía”.
Su formación le ayudó a entrar a la industria con unos ojos distintos a los de sus colegas, ya que entendía
mejor a las personas a quienes dirigía su trabajo. “Tienes un lugar superprivilegiado para ver, de primera
mano, cómo lo que haces impacta en otros”, dice. “Como médico, yo era capaz de identificar qué tenía que
hacer para mejorar el ambiente en el que estaban los que tenían que trabajar con los pacientes y solucionar
problemas es algo que me divierte”.
Esa fascinación la llevó a trabajar con enfermedades raras, un gran reto, ya que hay pocas personas
trabajando con estos padecimientos, no solo a nivel médico, sino farmacéutico. “Lo que me encanta es que
tienes la forma de hacer visible a alguien que se siente invisible y eso es algo poderosísimo”, dice.
La pandemia comenzó cuando trabajaba con este tipo de padecimientos. Con los hospitales saturados, Roqué
tuvo que encontrar una solución para que los pacientes que recibían un tratamiento con un anticuerpo
monoclonal lo obtuvieran sin el riesgo de acudir a los centros médicos.
“¿Cómo hago para que el paciente pueda seguir recibiendo su tratamiento y que se sienta seguro mientras que
lo hace?”, se preguntó. Su esposo la inspiró: si los pacientes no podían acudir al centro para ser tratados,
había que llevar el tratamiento a ellos. Así, diseñó e implementó un programa de centros de infusión
ambulatorios que llegaban hasta la casa de las personas que necesitaban.