En el corazón del desierto de Arizona, Intel reescribe su destino. Fab 52, su nueva fábrica, simboliza más que una apuesta industrial, es el intento de Estados Unidos por recuperar el control de la manufactura más estratégica del siglo XXI.

Por: Fernando Guarneros



Antes de cruzar las puertas de la Fab 52 de Intel, el complejo de la empresa donde se producen los primeros chips completamente manufacturados en Estados Unidos, cada empleado debe superar un ritual antipolvo que parece sacado de una película de ciencia ficción. Cofias ajustadas, protectores para los zapatos, guantes, un traje de “conejo” que cubre cada centímetro del cuerpo, cubrebocas, lentes y, de nuevo, otra capa de guantes. Todo el proceso toma unos 15 minutos y está meticulosamente supervisado por Sofía Íñiguez, Susana Rivera y Daniel Abreu —ellas, mexicanas; él, venezolano.

Este escuadrón, donde los latinos son una pieza esencial, cuida la operación de la fábrica en Chandler, Arizona, y sostiene el deseo de manufactura local de Donald Trump, a pesar de sus posturas y ataques contra los inmigrantes. Su trabajo consiste en algo tan cotidiano como decisivo: asegurarse de que ni una sola partícula de polvo se infiltre en la fábrica y contamine la producción de chips. Un error minúsculo podría costarle a la empresa millones de dólares por hora y, con ello, quebrar la confianza en el proyecto que busca sacar a Intel de la crisis más profunda de su historia reciente.




Ellos son los cimientos humanos de una instalación colosal que se extiende por más de 2,500 metros cuadrados en pleno desierto de Arizona. Bajo un sol implacable y rodeada de polvo, se alza una estructura tan aséptica que hace que cualquier quirófano parezca rudimentario. Es un templo de precisión donde Intel apuesta su futuro. Allí se fabrican los chips más avanzados de su historia, a partir del nodo 18A, su mayor salto tecnológico en años y donde están depositadas las esperanzas de recuperar grandes clientes como Apple, o de atraer a nuevos gigantes, entre ellos NVIDIA, que observan de cerca si este renacimiento es real o solo la ilusión de un oasis en el desierto.

La Fab 52 no es una instalación más de Intel. Para Bob O'Donnell, fundador de Technalysis Research, esta planta representa un esfuerzo decisivo para retomar la delantera. “La fábrica simboliza un paso firme de Intel que dice: ’¡sí, hemos vuelto!’". Pero más allá de la narrativa de renacimiento, la instalación responde a la búsqueda de la seguridad nacional y la flexibilidad, ya que alrededor del 90% de los semiconductores más avanzados se fabrican en Taiwán, una región en el Anillo de Fuego –una zona de intensa actividad sísmica y volcánica–, además de estar sujeta a tensiones con China, lo que devela una "increíble necesidad de diversificación". La dependencia de "una sola empresa física en un solo lugar", dice, resulta "extremadamente arriesgado para toda la industria".

Para Jesús Silva, associate director of operations de la Arizona State University (ASU), la fábrica no solo simboliza el resurgimiento de la capacidad manufacturera de Estados Unidos, sino también la evolución de Arizona hacia un ecosistema tecnológico de clase mundial y es contundente al señalar que “el apoyo público a Intel debe entenderse como una decisión estratégica de seguridad nacional antes que como una simple medida económica”.

Kevin O’Buckley, vicepresidente senior de Intel Foundry Services, es claro al decir que desarrollar y fabricar semiconductores avanzados en Estados Unidos es una prioridad, por lo que otras empresas también están anunciando sus planes de invertir en ese rubro en el país.

Kevin O’Buckley, vicepresidente senior de Intel Foundry Services.

“Es alentador ver que la industria adopta el concepto de fabricación nacional e incluso anuncia planes de construcción futuros. Invertir en la fabricación estadounidense es esencial, pero no es suficiente, ya que también deben comprometerse a investigar y desarrollar sus tecnologías de proceso más avanzadas en Estados Unidos”, afirma. “Esto garantiza que los avances futuros se produzcan aquí y permanezcan bajo la administración nacional, lo que refuerza el liderazgo en innovación y mantiene la resiliencia de la cadena de suministro donde más importa”.

Del titán al rezago


Luego de superar el filtro antipolvo y entrar, la planta revela su alma. Máquinas apiladas una tras otra y rieles suspendidos transportando obleas de última generación. Cada pasillo y cada protocolo reflejan una inversión de más de 20,000 millones de dólares y el intento de reconstruir no solo capacidad industrial, sino también prestigio tecnológico.

El recorrido por la planta permite ver cómo se combinan automatización de última generación y mano de obra altamente capacitada. Ingenieros y técnicos trabajan con precisión milimétrica. Cada componente se inspecciona, calibra y ensambla siguiendo protocolos que recuerdan más a laboratorios científicos que a líneas de producción tradicionales. La instalación no es solo una fábrica; es una manifestación física del esfuerzo del gobierno y la empresa por garantizar soberanía tecnológica en un contexto global donde la dependencia de Asia se ha vuelto un riesgo estratégico.




Pero un despliegue tecnológico de esta magnitud no lo logra cualquiera. A nivel mundial, Intel, TSMC y Samsung son las únicas empresas capaces de producir este tipo de procesadores, por lo que surge una pregunta obligada: ¿Cómo es que Intel llegó a estar en crisis?

No sucedió de la noche a la mañana. Durante décadas, fue líder indiscutible de los microprocesadores, estableciendo referencias tecnológicas y consolidando su dominio en la era del PC. Sin embargo, después de años de decisiones equivocadas, como rechazar nuevas tecnologías de fotolitografía ultravioleta extrema (UVE), retrasos en procesos clave, y cambios simultáneos en diseño y fabricación, la pérdida de liderazgo era evidente y así fue como cedió terreno en el sector.

En cuestión de años (entre 2018 a la fecha), Intel perdió relevancia frente a sus rivales, mientras el público y los inversionistas cuestionaban su capacidad para adaptarse al ritmo global de innovación. De acuerdo con datos del primer trimestre de 2025 de Trendforce y Tech Insights, TSMC domina el sector (67%), seguido de Samsung, SMIC, UMC, GlobalFoundries y, en sexto lugar, Intel.

Además, en 2024 la compañía reportó una pérdida neta de 18,800 millones de dólares y esta crisis financiera también se reflejó en una caída del 60% en el valor de sus acciones durante el mismo año, lo que la llevó a su exclusión del índice Dow Jones Industrial Average en noviembre, siendo reemplazada por Nvidia.

En respuesta, Intel implementó una serie de medidas de reestructuración. En 2025, la compañía anunció la reducción de su fuerza laboral en un 22%, lo que equivale a aproximadamente 24,000 empleados. Asimismo, cerró su negocio de chips automotrices y canceló proyectos en Alemania y Polonia.

O’Donell afirma que el declive de la empresa coincidió con el ascenso de compañías que diseñan chips pero no los fabrican, como NVIDIA, AMD y Qualcomm, y los grandes actores de la nube que diseñan sus propios chips personalizados, lo que hizo que el mundo de los semiconductores fuera "significativamente más complejo". No obstante, Intel busca resurgir en el mercado.


“Estos son los inicios de un renacimiento de Intel", afirma O'Donnell, “y sus señales son alentadoras”. Sin embargo, subraya que aún tienen que ejecutar y demostrar que pueden producir altas cantidades de sus procesos futuros, un proyecto donde tendrán apoyo gubernamental y de socios muy importantes, como NVIDIA, algo que demuestra confianza hacia los empleados sobre el futuro que le espera a la empresa.

El rescate de intel


Hace un par de meses, Donald Trump anunció la adquisición de un 10% de la empresa (a través de capital que ya estaba asignado a Intel por medio de la Ley CHIPS) y, unos días después, Nvidia reveló una inversión de 5,000 millones de dólares, mientras que SoftBank hizo lo propio con 2,000 millones de dólares.

“Creo que estas inversiones demuestran una confianza y valor crecientes”, señala O’Buckley. “Eso es importante para Intel Foundry porque nuestro negocio se basa en la confianza (...) y eso no se consigue haciendo promesas, sino cumpliéndolas. Eso es lo más importante en lo que nos centramos ahora mismo”.

En la operación diaria, dicha inversión parece no tener relevancia. Sergey Barbou, ingeniero que trabaja dentro de la Fab 52, señala que en el día a día, la inversión del gobierno no tiene impacto, pues ellos mantienen sus actividades con normalidad. Él, por ejemplo, lleva 20 años trabajando en la empresa y dice, con una mirada que transmite felicidad debajo de su traje de “conejo”, que cada día nuevo es un reto para aprender lo último del mundo de la tecnología.

De acuerdo con declaraciones de David Zinsner, director financiero de Intel, al Financial Times, la inyección de capital de la administración Trump tiene como objetivo evitar la venta de la división Foundry, además de señalar que el involucramiento directo de EU es más estratégico que financiero, pues puede incentivar a los clientes potenciales a confiar más en Intel.


Fotografía: Facebook



En este contexto surge el debate ideológico sobre la intervención en Intel. Por un lado, algunas voces han cuestionado la inversión calificándola como un “rescate corporativo” y advirtiendo sobre un precedente de intervención estatal que distorsiona la competencia. "No puedes estar en contra del socialismo solo cuando es de izquierda", expresó el presentador de radio conservador Erick Erickson. "Así que si apoyas el socialismo, aparentemente Donald Trump es tu hombre".

Por otro lado, académicos y analistas de seguridad tecnológica argumentan que los semiconductores son una infraestructura crítica. Por lo tanto, en un mundo donde más del 90% de la fabricación avanzada está en Asia, la inversión estatal en empresas como Intel se justifica como protección estratégica ante riesgos geopolíticos.

"Haré este tipo de negocios para nuestro país todo el tiempo", escribió Trump en su red social, Truth Social. "También ayudaré a esas compañías que hacen negocios tan lucrativos con Estados Unidos". Sin embargo, Robert Atkinson, presidente de la Fundación de Tecnología Informática e Innovación, dijo a la BBC que "esto no se trata realmente de fortalecer a Intel, se trata de tomar control sobre ella y tal vez hacer más dinero".

Si bien tener activos del Estado en compañías privadas es inusual en Estados Unidos, eso no es exactamente raro en otras partes, como China y Rusia, los cuales invierten en sus compañías nacionales, al igual que algunas democracias europeas que tienen una historia de apoyar lo que consideran como industrias clave, como la aeroespacial, comunicaciones y energía.

Silva aporta contexto histórico para comprender que este no es un tema novedoso. En las décadas de 1950 y 1960, los principales compradores de chips fueron el Departamento de Defensa y la NASA, además de que programas como el misil Minuteman, los sistemas de navegación de la Fuerza Aérea y, particularmente, la carrera espacial generaron la primera demanda masiva que permitió a empresas como Fairchild Semiconductor, Texas Instruments e Intel desarrollar capacidad de producción y alcanzar economías de escala.

“Más que una política nueva, representa la actualización de una estrategia que reconoce que el liderazgo tecnológico requiere intervención pública, coordinación con la academia y alianzas con el sector privado”, explica.

“Me honra la confianza que el presidente Trump ha depositado en mí”, dijo Lip Bu-Tan, CEO de Intel. “Su apoyo resalta el papel estratégico de Intel como la única empresa estadounidense de semiconductores con tecnología de vanguardia en investigación, desarrollo y fabricación”.

Lip Bu-Tan, CEO de Intel, de visita en la Fab 52 donde se fabrica los primeros chips de la marca hechos en EU.



Pero a pesar de estas controversias económico-políticas, O’Donnell resalta que la inversión más relevante es la de 5,000 millones de dólares por parte de NVIDIA, pues materializa una asociación que ofrece un impulso de confianza crucial y una promesa de futuras colaboraciones de fabricación.

“Esta asociación demuestra el compromiso de Jensen Huang de que Intel es importante para NVIDIA", apunta el experto. “La combinación de la inversión gubernamental y la de NVIDIA ayuda a Intel a pasar de una posición en la que la gente estaba preocupada por su futuro a una donde las personas tienen más confianza”.

En cuanto a la fabricación específica, si bien NVIDIA anunció que los chips Blackwell ya están siendo manufacturados por TSMC también en Arizona, el especialista indica que "esta alianza va más allá de eso" y recalca que la esperanza es que esos chips u otros más innovadores, en unos pocos años, puedan ser construidos utilizando los nodos de Intel. Esta colaboración es fundamental para que logre el objetivo de convertirse en una "alternativa viable a TSMC".

Y es que en cifras, este tipo de asociaciones representan miles de millones de dólares para las finanzas de Intel. Como ejemplo, cuando Apple decidió abandonar a la empresa en la fabricación de sus chips, esta perdió entre 1,500 y 3,000 millones de dólares en ingresos anuales de forma inmediata, generando un problema a largo plazo.



Confianza en la FAB 52


Dentro de la fábrica, la iluminación se convierte en un protagonista silencioso. Cada sección parece tener su propio carácter. En las áreas de litografía, un ámbar suave baña el espacio, protegiendo los delicados patrones que la luz ultravioleta graba en las obleas de silicio.

Más adelante, las zonas de inspección y ensamblaje se bañan de una luz blanca intensa, que permite a cada ingeniero mantener la concentración al máximo, minimizando cualquier margen de error en la cadena de producción. Entre estas estaciones, los corredores por donde se desplazan los robots autónomos brillan con una luz fría y muestran su ritmo cuidadosamente calibrado para mantener la precisión y proteger la inversión multimillonaria que Intel ha volcado en este nodo.

El proceso 18A, equivalente a 2 nanómetros, es el más avanzado que existe hoy en día dentro Estados Unidos –TSMC tiene una tecnología similar en Taiwán–, por lo que es la principal apuesta de la empresa para iniciar su camino hacia recobrar liderazgo en la industria de semiconductores, pues desde un nivel técnico incluye novedades importantes que lo pueden hacer atractivo para clientes externos.

“La gente confía en Intel en general”, afirma Tom Petersen, Intel Fellow de la división de gráficos. “Ahora Foundry tiene que demostrar su valía como proveedor fiable para otras empresas de semiconductores”, algo en lo que coincide Stephen Robinson, uno de los investigadores principales que se encargó del desarrollo de Panther Lake, quien agrega que el lanzamiento de este procesador puede “convencer a la industria de que Intel tiene un producto bueno y competitivo en el proceso 18A”.

En este nodo de fabricación, los ingenieros y científicos apostaron por para ocupar menos espacio en un mismo chip a través de la nueva arquitectura RibbonFET, que permite un empaquetado más ajustado y una conmutación más eficiente para mejorar el rendimiento y eficiencia energética, además de PowerVia, un sistema de suministro de energía por la parte trasera que mejora el flujo de energía y la entrega de señal.

Esto se traduce en reducción del 30% en la pérdida de energía del paquete al transistor, aumento del 10% en la densidad del chip y una mejora del 15% en el rendimiento por vatio, o más del 25% de reducción de energía, haciendo que la batería de los dispositivos duren más, se calienten menos e incluso un mejor rendimiento en aplicaciones de alta exigencia, además de permitir la creación de variaciones para distintas necesidades.

Esa flexibilidad forma parte esencial de la estrategia de recuperación de Intel, porque le permite competir mejor frente a sus rivales de fabricación, ofreciendo chips más personalizados, eficientes y adaptados a cada segmento del mercado, desde Apple o Qualcomm, hasta NVIDIA e incluso pasando por AMD.

O’Buckley resume la perspectiva de la compañía para 2025 con entusiasmo rescatando su relación con nuevos clientes. “Se trata de ganarnos su confianza centrándonos en tres áreas: asociaciones sólidas con nuestro ecosistema, tecnología y capacidad excelentes, y la creación de un sólido historial de servicio y ejecución. Ese es el camino que estamos siguiendo hoy en día".

Arizona, la nueva tierra de los chips


La recuperación de Intel no se limita a la empresa, involucra a un ecosistema industrial completo. Proveedores de equipos, empresas de litografía como ASML, fabricantes de materiales y centros de investigación académica forman un entramado que sostiene la producción avanzada de semiconductores. La reactivación de Fab 52 y otros proyectos genera demanda de capital humano, proveedores locales y alianzas con universidades y centros de formación técnica.




“Estamos empezando a ver señales positivas", puntualiza O’Buckley. “La producción de Intel 18A está en marcha en Estados Unidos, algunos de los primeros productos fabricados con este nodo parecen prometedores y estamos trabajando duro en la tecnología del futuro. Es un largo camino y todavía estamos en las primeras etapas, pero estamos satisfechos con los progresos que hemos logrado hasta ahora".

Su permanencia y éxito no solo son deseables, apunta Silva, sino estratégicos, “porque representan la continuidad del conocimiento, la innovación y la seguridad tecnológica que sustentan el liderazgo industrial de Estados Unidos. Is too big to fail, como se dice coloquialmente” destaca.

Los programas de “workforce development” permiten integrar a estudiantes y trabajadores locales en un mercado de alta especialización, lo que también crea oportunidades para la comunidad latina en Arizona y alrededores. La capacitación y contratación local no solo abastece a la planta, sino que construye una red de talento que puede sostener futuras expansiones.

Además, demuestra que el motor de estas colosales fábricas, más allá de los millones de dólares en inversiones por parte del gobierno o empresas privadas, son las personas como Sofía, Susana, Daniel o Sergey quienes supervisan los protocolos y detalles del proceso, asegurando que cada oblea cumpla con los estándares más exigentes de la industria.

Al interior de la fábrica, la gente es la parte central del renacer industrial de Intel y de Estados Unidos. Ellos son la base de que la manufactura local no solo asegure el suministro de chips para la firma y otros clientes domésticos, sino que también refuerzan la estrategia de diversificación para competir frente a Asia.

Sin embargo, en el exterior, en las calles de Arizona, la población migrante es de las más estigmatizadas, pues aunque ahí viven alrededor de 1 millón de inmigrantes (cerca de un 25% indocumentados) y son parte de la fuerza laboral del estado, la entidad también es una de las más afectadas por los operativos del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE).

De acuerdo con cifras del reporte Ni siquiera me dejaron decir adiós, de la organización Iniciativa Kino para la Frontera, a lo largo del 2025 se han registrado miles de deportaciones y en el 44% de los casos, las personas expulsadas residían en Estados Unidos hacía más de una década.

En este contexto, Arizona resurge como la tierra prometida de los chips en Estados Unidos, con la presencia de otros grandes fabricantes en el estado, como TSMC, que también abrió su planta este año y el ecosistema manufacturero y educativo del estado se nutre de una fuerza laboral diversa, donde convergen profesionales de múltiples nacionalidades.

“En un entorno tan competitivo y en rápida evolución como el de los semiconductores”, concluye Silva, “la capacidad de integrar visiones, idiomas y experiencias diversas se traduce en innovación, productividad y adaptabilidad (...) y la industria está demostrando que el futuro tecnológico de EU depende de aprovechar plenamente el talento de todas sus comunidades, haciendo de la diversidad y la inclusión un pilar esencial para la innovación y la competitividad a largo plazo”.




Créditos

DISEÑO Y PROGRAMACIÓN WEB Nayeli Araujo / FOTOGRAFÍA Y VIDEO Cortesía INTEL / IMAGEN DE APERTURA IA