Es innegable que el trabajo y la manera en que lo desempeñamos se ha transformado con rapidez y constancia en los últimos años, y los espacios laborales están cambiando también a un ritmo pertinaz para dar respuesta a las nuevas necesidades de empresas y colaboradores.
Esa evolución es la que dio origen al reconocimiento Súper Espacios de Trabajo. Sin embargo, hoy las circunstancias son diferentes; los requerimientos, las dinámicas y, sobre todo, las restricciones son otros, ajustados a los protocolos que han establecido las autoridades sanitarias.
Si bien vamos a reinventar los espacios bajo una nueva óptica, con una sensibilidad renovada y guiados por el cuidado mutuo, todos estos meses de confinamiento, distanciamiento social y trabajo desde casa nos han demostrado que las empresas somos las personas que las integramos sin importar en dónde nos encontremos.
Lo que nos da cohesión, no se nos olvide, es la cultura que compartimos, no los metros cuadrados. Los lugares de trabajo se llenan de vida y cobran sentido solo en función de la presencia del ser humano, de su relación con otros seres humanos con quienes comparte objetivos e intereses.
Somos seres colaborativos que aprendemos y nos desarrollamos a partir de nuestras relaciones, de nuestras conversaciones, de nuestras interacciones. Nos enriquecemos con las demás personas y juntos enriquecemos los espacios, los lugares.
Así que el reto es que cada colaborador se siga sintiendo parte de la empresa, aunque físicamente no esté en ella, con el mismo nivel de compromiso, responsabilidad, amor y entrega. Pero esto no es algo espontáneo, es consecuencia del trabajo previo en cultura que han realizado las propias empresas a través de sus líderes.
Sabemos que muchas de ellas se han preocupado por contar con oficinas atractivas y funcionales, con un entorno motivador y un ambiente que contribuya a la felicidad de sus colaboradores. Encomiable, sin duda, pero de poco sirven bajo las circunstancias actuales si no existe un sentido de pertenencia que se mantenga firme y no se diluya con la distancia.
La invitación a las empresas es a que resignifiquen los espacios de trabajo a través de los líderes y de la mano de sus colaboradores, que juntos los reconstruyan bajo una nueva conciencia colectiva, dual (digital y presencial), con empatía y resiliencia para replantear misión, valores, metas, estrategias y lo que se requiera modificar.
Por su parte, la invitación a los colaboradores es que se comprometan, sean corresponsables, que cuiden su empresa como ella los ha cuidado en la cuarentena, que trabajen, disfruten y se entreguen igual en casa que en la oficina.¿Quién hubiera pensado, hace un par de años cuando nació este ranking, que la convivencia virtual, la comunicación a través de pantallas y las relaciones a distancia, junto con los lugares físicos dentro de las empresas y las casas de los colaboradores habrían de convertirse, en su conjunto, en los espacios de trabajo?
¿Cuánto tiempo se mantendrá esta situación? No lo sé. Lo que está claro son estas dos reflexiones: un espacio, que es un elemento climático, se puede tornar en el proceso cultural y emocional más fuerte de una empresa. Y por el otro, que la digitalización, la globalización, la resiliencia, la flexibilidad y el trabajo a distancia seguirán marcando la brecha entre el éxito y el fracaso en los negocios.