Los estragos de la pandemia en el turismo han contribuido a redefinir el espacio donde convergen los colaboradores del Hyatt de Regency Andares Guadalajara.
Por Víctor Lomelí
El hotel destinó 200,000 pesos para el equipamiento y dispositivos de control sanitario, a inicios de 2020. Foto: Cortesía.
Durante dos meses, el silencio fue el único huésped en el Hyatt Regency Andares Guadalajara. En abril y mayo de 2020, el hotel ubicado en el municipio de Zapopan cerró sus puertas ante la evolución de la pandemia en la región. La medida, a todas luces inusual para un inmueble con vocación turística, era necesaria ante los estragos que causó la emergencia sanitaria en la actividad hotelera. En ese lapso, el número de turistas que se hospedaron en el estado fue de unos 172,000. En abril y mayo de 2019, fue de 1.8 millones, según datos de la Secretaría de Turismo de Jalisco.
La pausa fue aprovechada por el equipo directivo para definir la estrategia que seguirían en los meses siguientes, incluyendo las adecuaciones al espacio de trabajo que eran necesarias para garantizar la salud y el bienestar de las 200 personas que laboran en el lugar. Ana Aréchiga, directora de Recursos Humanos de la empresa, asegura que, de inicio, el trabajo se centró en evaluar el nivel de riesgo al que podían estar sometidos los colaboradores de acuerdo a su responsabilidad laboral.
Hacia la segunda mitad del año, el hotel implementó el protocolo sanitario ejecutado por el corporativo a nivel global, incluyendo medidas que facilitaran la coexistencia de los trabajadores en las áreas comunes de trabajo, pero también en los espacios de convivencia. En las mesas del comedor, por ejemplo, se instalaron acrílicos para dividir los lugares y permitir así que los empleados coman acompañados sin que ello represente un riesgo de contagio. Eso ha impactado de forma positiva en el ambiente laboral, dice Aréchiga.
En el lugar laboran cerca de 200 personas y 40 de ellas se desempeñan en áreas administrativas, como las de finanzas, de recursos humanos y la gerencia general. La ejecutiva cuenta que la reactivación paulatina del turismo en la entidad permitió una reincorporación escalonada de los colaboradores. “Algunos pisos y áreas de consumo no estaban habilitados porque no teníamos la ocupación suficiente”.
Durante algún tiempo, una parte del personal de áreas no operativas laboró de manera remota para poder gestionar mejor el espacio físico y contribuir a mantener la sana distancia. En tanto, el personal operativo, como camaristas, meseros y de recepción, acudían al lugar de forma cotidiana, siempre respetando los protocolos.
La reincorporación consideró también la realidad de cada colaborador y, a pesar de las medidas y protocolos implementados, hubo personas con cierta resistencia a regresar por miedo a contagiarse.
Aréchiga opina que las empresas deben ser conscientes del momento por el que atraviesan sus colaboradores y sugiere a los líderes de las organizaciones mantenerse abiertos a esquemas flexibles de trabajo, donde se considere la salud de los empleados y la necesaria interacción en oficinas: “Veo muy negativo el trabajo remoto al 100%. Somos seres sociales, la interacción entre compañeros es vital”.