a premisa puede parecer exagerada, pero es clara: si se acaba el mundo, se acaba el negocio. El cambio climático dejó de ser un fenómeno que pasará en el futuro, para ser algo que ya estamos viviendo. Sequías, incendios forestales o inundaciones afectan a miles de personas, y a empresas, a nivel mundial. Los efectos son tantos que un término nuevo suena cada vez más: permacrisis, la palabra del año en 2022, según el diccionario Collins, y que hace referencia a un periodo prolongado de inestabilidad e inseguridad. La permacrisis bien podría describir la situación que atraviesa el mundo en temas ambientales, que han llevado a que cada vez hay más conciencia y responsabilidad. Y el mundo de los negocios no se queda atrás.
La magnitud del impacto del cambio climático depende del sector en el que cada empresa opera, de su tamaño y de su localización, pero inevitablemente todas están expuestas. Entre los efectos más comunes se encuentran los daños a la propiedad de la compañía porque los eventos climáticos son cada vez más extremos, más intensos y más frecuentes. “Temas como las inundaciones, las sequías o los incendios pueden causar daños a la infraestructura, lo que puede provocar pérdida de ingresos y también tiempo de inactividad, que se refleja en tiempos muertos, improductivos”, señala Pablo Necochea, director ASG de Hogan Lovells.
Los desastres naturales también afectan la cadena de suministro de las compañías, pues pueden “imposibilitar a las empresas de llevar su producto o recibir materias primas que son necesarias, lo que incrementa sus costos”, dice Luisa Adame, directora de HR Ratings Sustainable Impact, que también indica que estos desastres aumentan los costos de las primas de seguros que pagan las empresas por proteger sus activos.
Las compañías deben estar preparadas para un mundo en el que los recursos estarán más limitados, cuyos precios, ante la menor oferta, serán más elevados, presionando aún más los costos de producción y sus márgenes de ganancias. Un ejemplo de un recurso que podría verse afectado por esto es el agua, clave en procesos productivos de diferentes industrias, como la agroalimentaria, la de bebidas, metalúrgica o la química.
Las empresas además pueden sufrir del lado de la demanda. “Los consumidores son cada vez más conscientes sobre el impacto ambiental y social de las empresas. Eso modifica la preferencia de compra. Si tienes productos o servicios sostenibles, eso empieza a pesar en la preferencia de compra”, comenta Evodio Sánchez, director de Responsabilidad Social y Sostenibilidad del Centro Mexicano para la Filantropía (Cemefi). “Y si las empresas no se adaptan o no se alinean a estos intereses, están perdiendo mercado”, agrega Necochea.
A la vez, los inversionistas están aumentando su interés en invertir en empresas más sustentables y aquellas “que no tienen estas prácticas, pueden disminuir su valor en el mercado y, por ende, su reputación. No son atractivas ante el mercado y ante el público inversionista que cada vez busca más invertir en empresas sostenibles”, dice Necochea. Un ejemplo es BlackRock, la gestora de fondos más grande e importante del mundo. Su presidente, Larry Flink, ha dicho que para 2050, la firma dejará de invertir en empresas contaminantes.
“El sistema financiero juega un papel muy importante porque, al final, es quien decide a dónde se está llevando el capital y las inversiones que se están haciendo”, comenta Adame, de HR Ratings.
Y los riesgos también están presentes en cuanto a regulación. Mientras más gobiernos comiencen a implementar medidas más estrictas para las industrias, las operaciones de algunas compañías podrían verse comprometidas al no cumplir con las exigencias mínimas.
“Las empresas que trabajan en escenarios de riesgos bajo un enfoque de ASG pueden llegar a anticipar hasta 10 años los cambios en la regulación a nivel nacional. ¿Sabes el poder y el liderazgo que te da saber 10 años antes lo que está viniendo? Cambias la industria, participas en la conversación, te preparas y eso hace que tengas permanencia y que te vayas adaptando”, dice Adriana Pulido, CEO de Ilunka, una agencia de asesoría especializada en enfoques de inversión ASG y sustentabilidad.
Expansión realizó una encuesta entre las compañías participantes en el ranking. Estos son los resultados.
Hay industrias que pueden salir más impactadas que otras en términos ambientales. Para conocer su exposición se debe realizar un estudio de materialidad. Se trata de integrar dentro de las estrategias de negocios los riesgos e impactos de los temas más importantes para su operación en términos de sostenibilidad, explica Jessica Jiménez, directora de Asesoría en Sostenibilidad de KPMG México.
Cada vez más compañías realizan este estudio e incorporan los riesgos provenientes del cambio climático como un riesgo para su operación y su negocio. En un ejercicio elaborado por Expansión, de las 35 empresas que conforman el principal índice de la Bolsa Mexicana de Valores (BMV), el S&P/BMV IPC, el 47% consideraban el cambio climático como un factor de riesgo en su reporte anual de 2019. Tres años después, en el de 2022, el porcentaje aumentó a 67%.
Este estudio no sólo es clave para identificar los riesgos, sino también para trazar una ruta para la creación de programas que permitan mitigarlos. L’Oréal trabaja este tipo de temas desde 1979. “Cualquier negocio que se visualiza a futuro debe tener claro su propósito y cómo transforma de manera positiva su entorno porque si no, no va a sobrevivir. Y nosotros, desde hace mucho tiempo, tenemos claro que no va a existir una belleza que no sea sustentable”, dice Araceli Becerril, directora de Comunicación, Asuntos Públicos y Sustentabilidad de Grupo L’Oréal México.
Su programa más reciente, ‘L’Oréal por el futuro’, busca una evolución a través de tres pilares: la transformación de la operación respetando los límites climáticos, empoderar al ecosistema de negocio y apoyando las necesidades ambientales y sociales urgentes.
En el primer pilar se tienen objetivos claros y bien trazados, como lograr la neutralidad de carbono para 2025 en todos los sitios donde opera al mejorar la eficiencia energética y utilizar energía 100% renovable y reutilizar toda el agua que se utiliza en procesos industriales al año 2030.
En el segundo pilar, la empresa involucra a su cadena de valor en sus metas ASG. Para lograr impactos, la empresa hace auditorías a sus proveedores para conocer la forma en la que operan y que se alinee con sus procesos. “Por eso es tan difícil de repente dar de alta a un proveedor”, señala Becerril. La compañía también busca alianzas con sus socios para crear soluciones que mitiguen los impactos de sus operaciones, por ejemplo, que los camiones de reparto nunca regresen al centro vacíos. El objetivo para 2030 es reducir 50% en promedio y por producto terminado las emisiones de gases de efecto invernadero vinculadas al transporte, en comparación con 2016, y que sus proveedores estratégicos reduzcan sus emisiones directas en un 50% en términos absolutos.
L’Oréal también trabaja de la mano con sus competidores y con otras industrias en busca de soluciones, porque “las grandes apuestas y los grandes sueños tienen que ser compartidos, si no, no sirven”, comenta Becerril que cuenta que, junto con la Cámara Nacional de la Industria de Productos Cosméticos (Canipec), se realizó el primer plan de manejo de residuos al que se adhirieron cuatro empresas, pero que hoy ya son 19. “Y la idea es que sean muchas más, porque es la única manera de hacerlo más grande”.
Además de la transformación del modelo de negocio, y como tercer pilar, L’Oréal apoya necesidades ambientales y sociales urgentes a través de un fondo global de 150 millones de euros, en el que 50 son para proyectos de mujeres, 50 para proyectos de economía circular y los 50 restantes, para proyectos de biodiversidad.
El análisis de materialidad arroja diferentes resultados dependiendo de cada industria. En el caso de PepsiCo, la empresa es más sensible al agro. Desde 2016, PepsiCo es parte de la iniciativa Objetivos Basados en la Ciencia, una colaboración entre el Carbon Disclosure Project, el Pacto Mundial de las Naciones Unidas, el Instituto de Recursos Mundiales y el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). Y, a partir de 2021, integró a su cadena de valor a estas metas a través de su programa PepsiCo Positivo.
“Es un tema que nos afecta en cuanto al negocio, en cuanto a nuestro crecimiento como compañía y, por lo tanto, estamos haciendo todos los esfuerzos, colaborando con nuestros clientes y proveedores para que tengamos muy bien medidos esos riesgos y estemos implementando acciones”, comenta Dulce Santana, directora de la Fundación PepsiCo México. Este pilar busca regenerar los suelos para que estén más saludables, que capten carbono y que sigan teniendo rendimientos.
Al involucrar a su cadena de valor, el objetivo de la empresa es ser net zero en los alcances 1, 2 y 3, por lo que ya involucra también a sus proveedores. “Es uno de los retos más grandes que traemos en esta agenda”. En el tercer pilar se involucra a los consumidores a través de los empaques, por un lado, trabajando en investigación y desarrollo para hacerlos más sustentables, y por otro, para aumentar las tasas de recolección posconsumo, en lo que trabajan con socios, como Walmart, para recolectar los empaques vacíos.
“El diálogo con grupos de interés es uno de los factores más importantes para construir una estrategia de sostenibilidad”, dice Pulido, de Ilunka; sin embargo “no te digo que es una obra de magia, toma tiempo, inversión y esfuerzos, es una suma de colaboraciones, pero hemos visto buenos resultados”, comenta Santana, de PepsiCo.
Trazar una estrategia de sustentabilidad a mediano y largo plazos no es tarea fácil y es muy sencillo caer en greenwashing, por eso, Hogan Lovells señala que es importante la existencia de normas regulatorias, que las empresas basen sus estrategias en evidencias y que sean auditadas por un tercero, temas en los que se está avanzando y que veremos implementados en un futuro.
Si bien la mayoría de las grandes empresas, especialmente, aquellas globales, ya cuentan con un camino recorrido, hay otras más a las que les faltan pasos por andar. Para Pulido, muchas están abordando los temas de manera vertical y no de manera transversal. “Digamos que son más reactivas que proactivas”, señala. Y para afrontar la permacrisis se requiere una estrategia, “de mucha creatividad, mucha innovación y desde ese enfoque tener un área de sostenibilidad ESG para su articulación y coordinación”, donde no sólo se involucren áreas como recursos humanos, sino también finanzas, planeación estratégica, dirección general, legal y operaciones.
Para implementar la estrategia, el primer paso, señala Jiménez, de KPMG, es el conocimiento, generar la conciencia para entender por qué las empresas deben adoptar una estrategia, el segundo paso es el análisis de materialidad, que permite “identificar de acuerdo al sector, a la región geográfica, cuáles son esos temas ASG que realmente tengo que priorizar”.
Con ese análisis se obtiene la identificación de riesgos e impactos. “Un siguiente paso es definir una estrategia ASG alineada a la estrategia del negocio, es decir, qué voy a hacer con estos temas materiales, quién los va a atender. O sea, establecer líneas de responsabilidad e indicadores y objetivos de cumplimiento para que les puedas dar tracking”, explica Jiménez. En esta parte también entra el establecimiento de proyectos o de iniciativas, y, por último, la experta recomienda comunicar todo. “Y el ciclo se repite todos los años, es un loop”.
El grupo de especialistas consultados señala que las estrategias ASG no se hacen una vez y ya, sino que deben ser constantes para que sean efectivas. “Estoy convencido de que incluir la sostenibilidad dentro de la empresa tiene siete beneficios que traen un retorno a la inversión en esas estrategias: reducción de costos, mejora el desempeño, porque lo que no se puede medir, no se puede mejorar; ayuda también a atraer y retener talento, abre nuevos nichos de mercado, te hace apetecible ante los inversionistas y te ayuda a identificar riesgos y a estar mejor preparado para el futuro”, asegura Necochea.