Materiales, arquitectura, tecnología y el desarrollo de una comunidad son los pilares que inspiran este espacio en Querétaro.
Por: Eréndira Reyes
¿Cuándo fue la última vez que hiciste la compra del día con tus vecinos comerciantes? ¿Hace cuánto que no usas tu coche para trasladarte? Este par de preguntas son algunas de las que se hicieron los arquitectos de Cuartopiso y Barragán Arquitectos cuando empezaron a planear Hacienda Santa Bárbara, un edificio de 12 departamentos en la colonia Jardines de la Hacienda, en el centro de la ciudad de Querétaro, donde aún se mantienen costumbres de comunidad.
La ubicación estratégica los hizo tener metas en el proyecto que iban más allá de sus muros. Además de darle comodidad a sus habitantes, querían vincularlos con los vecinos y comerciantes del entorno, disminuir los traslados largos en automóviles de los residentes y tener un impacto mínimo en el medioambiente.
El despacho decidió poner el volumen del proyecto al centro y dejar pasillos interiores de circulación alrededor del inmueble. Esto permitió elegir la orientación más adecuada para alejar el edificio de los rayos directos del sol. También dotó de balcones a todas las unidades, lo que permitió más ventilación y reducción del uso de aire acondicionado.
“Cuando platicamos con muchos de los usuarios, hablamos sobre los trayectos y la búsqueda de movilidad más amigable con el ambiente”, cuenta Francisco Septién, titular del proyecto.
HACIA LA CALLE. Todas las unidades tienen balcones, lo que permite más ventilación e iluminación.
El desarrollo cuenta con amenidades que hacen que los vecinos se conozcan y establezcan comunidad tanto al interior, como en su entorno local, pues hay un jardín interior que funciona como espacio de socialización y una flotilla de bicicletas eléctricas para que los inquilinos se trasladen por su barrio.
“Muchos de ellos ahora ya hacen su día a día con otros hábitos, lo que permite una reducción en las emisiones de carbono, pero también se ha incentivado el consumo local”, precisa el arquitecto.
Otras adecuaciones que han sido bien recibidas por los habitantes son la elección de estufas de inducción y los techos de 2.90 metros, que permiten no sólo una mayor percepción de amplitud, sino que ayudan a que la temperatura de Querétaro, en ocasiones extremosa, se pueda mantener controlada al interior sin tanto consumo de energía.
“En esta zona de Querétaro hace mucho que no se veía vivienda, la idea no era crecer más la mancha urbana, sino empezar a recuperar estos espacios y que los vecinos también se conecten con quienes llegan a habitar”, precisa Septién.
Los materiales que se usaron son locales, lo que ayudó a que muchos de los artesanos y especialistas en construcción de la región estuvieran involucrados, señala también el arquitecto.
Para los despachos que desarrollaron el proyecto fue una sorpresa descubrir que la cadena de proveeduría de materiales de la región sigue viva, a pesar de que los grandes desarrollos muchas veces no la utilizan. Esta opción fue incluso más segura para su presupuesto que si hubieran elegido buscar empresas fuera del país o de otros estados.
“Tuvimos a gente viviendo en el edificio, haciendo herrerías, haciendo albañilería de cantera. Fue muy padre la experiencia de descubrir esta cadena de proveeduría”, comenta Septién.
Esto, además, les permitió probar suerte con nuevas técnicas, como lo que lograron en las cubiertas de terrazo de las cocinas, que además inspiró parte de la paleta de colores del proyecto.
Fotos: Cortesía