Ganador

Jardín Cuauhtémoc

Despacho: Estudio MMX


El valor de lo pequeño


Este proyecto surge bajo la idea de dignificar y resignificar el espacio público de Tlahuelilpan, Hidalgo.

Por: Selene Ramírez



Los jardines, plazas y parques son más que simples espacios de reunión. Mientras algunas personas aprovechan estos lugares para descansar, contemplar el paisaje o disfrutar un helado en un día de calor, otras pueden hacerlos escenario de primeros besos, nuevos romances y consolidación de amistades, crear en ellos momentos clave en su vida.

Todos estos usos, dados por las comunidades que los habitan, los convierten en totalmente necesarios. En municipios como Tlahuelilpan, Hidalgo, en donde en 2019 una explosión debido a una toma ilegal de gasolina provocó la muerte de 137 personas y una gran cicatriz en la sociedad, cobran un significado aún más especial.

El jardín Cuauhtémoc nació bajo la idea de generar un espacio público que ayudara a sanar esa herida a través de la convivencia en un lugar digno, con la implementación de sistemas sustentables para hacer un beneficio al municipio de manera integral. La apuesta, señala Emmanuel Ramírez, socio fundador de Estudio MMX, fue priorizar el manejo de recursos y la integración de espacios verdes.

“La verdad es que si uno hace un proyecto de arquitectura y de urbanismo e integra un paisaje, por más que sea una buena intención, si no piensa en cómo se va a mantener, estamos yendo casi que en contra de lo que deberíamos hacer hoy como arquitectos. Es más importante pensar en esos recursos que en cómo se va a ver”, afirma.

PARA LA GENTE. La intervención en la plaza le ganó espacio a los vehículos para dárselo a los peatones.

El proyecto, ganador de Obra del Año 2023, integra un plan de mantenimiento y manejo del agua dentro de la propuesta urbana que se convierte en parte central del diseño y en su principal diferenciador. Frente a los kioscos tradicionales, el del jardín Cuauhtémoc, que forma parte del Programa de Mejoramiento Urbano de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), parece estar invertido, como si se tratara de una especie de embudo. Esto tiene una razón, ya que funciona como un receptor de la lluvia, que la distribuye en todo el terreno.

“Aunque haya una tormenta enorme, la absorbe muy rápido y, poco a poco, va humedeciendo todo el terreno para que haya semanas en donde el terreno está húmedo y los árboles necesiten prácticamente cero mantenimiento”, detalla Ramírez. Un anillo en la estructura del kiosco ayuda con el fin de captar agua, pero también a la distribución de cargas cuando se llena, pues se reparte de manera uniforme.

El arquitecto explica que otra iniciativa para sumar a la sustentabilidad del espacio es el uso de recursos locales, como la piedra y la vegetación endémica, que visten el lugar de cálidos cafés y abundante verde.

De vuelta a la premisa de que estos sitios son por y para sus usuarios, Ramírez comenta que una parte fundamental para sacar adelante el proyecto fue indagar en las necesidades que tenían los habitantes de Tlahuelilpan. La investigación se basó, principalmente, en conocer las funciones que ya cumplía su plaza central y cómo podrían potencializarlas.

“Lo que hicimos fue más bien detectar cuáles eran las cosas que quizás no les permitían usarlo al 100%, y esos fueron los pocos cambios que nosotros planteamos”, detalla. Con ello, lo que lograron, en palabras del socio fundador de Estudio MMX, es que aunque los usos del jardín son los mismos, se viven con una “intensidad mucho mayor porque ahora tienen un espacio mejor capacitado”.

“ Hay estrategias que tienen mucho valor y mucho cambio en las comunidades, que no son los grandes proyectos, sino grandes discusiones.”

Emmanuel Ramírez,
socio fundador de Estudio MMX.

La duda de la comunidad

Aunque la participación ciudadana resultó fundamental para sacar adelante el proyecto, el arquitecto asegura que su curiosidad también fue uno de los retos, sobre todo porque la obra no estuvo bardeada debido a las necesidades comerciales del lugar.

“La obra estaba ahí, dispuesta a la comunidad. (…) Hubo un momento en donde parte de la comunidad llegó y nos preguntó si le faltaba una parte al techo del kiosco; medio temerosos, ahí presentamos un poco la idea de captación de agua. Llegaron el día siguiente, midieron todo para saber si cabía el grupo de mariachi que iba a subir y la siguiente reunión nos dijeron que no había ningún problema”, cuenta, entre risas, la anécdota. “No pasó a mayores más que un buen susto de que nos cerraran nuestra adaptación de agua”.

NUEVOS ESPACIOS. El despacho responsable del proyecto buscó crear un entorno que la población disfrutara y utilizara.

En línea con la idea de que el lugar fuera lo más disfrutable para sus usuarios, Estudio MMX apostó por darle más espacio a los peatones, reduciendo el área para automóviles en los alrededores. Ramírez reconoce que, si bien esta acción no es una “innovación”, sí la considera una “renovación” para ir a contracorriente de lo que sucede en las ciudades, “ganarle terreno a los vehículos motorizados” y dárselo a los peatones.

Ramírez apunta que para Estudio MMX, el premio de Obra del Año apela a las iniciativas de estudios de arquitectura que no necesariamente están buscando hacer grandes edificios para “hacerse notar”, sino “hacer intervenciones mínimas, muy delicadas, que pudieran generar cambios mayores”.

“Creo que en la historia de la arquitectura ha sido difícil para muchos, incluyéndonos a nosotros, cuando tienes esta presión de hacer algo y siempre quieres que eso se vea mucho. Nosotros entramos a este concurso pensando que quizás es un buen ejemplo para pensar que también hay que reconocer que hay tantas cosas saliendo tan vistosas [como los grandes edificios], que estamos acostumbrados al imaginario de lo visual, que quizás hay estrategias que tienen mucho valor y mucho cambio en las comunidades, que merece la pena reconocer y que, probablemente, no son estos grandes proyectos, sino estas grandes discusiones”, finaliza.



Fotos: Cortesía