Como la técnica kintsugi, que embellece con oro las grietas de objetos, esta casa en Mérida usa las marcas del paso del tiempo como protagonistas.
Por: Gabriela Lara
“Siempre hay belleza en todo”, explica Franciso Bernés, arquitecto de Work-shop, Diseño y Construcción, creador de la casa Pakaal, una casona del siglo XX ubicada en el Centro Histórico de Mérida que fue restaurada con el fin de conservar cicatrices y evidencias del paso del tiempo, pero creando una fusión con la arquitectura moderna.
La casona antigua estaba en ruinas y, tras la restauración, se ha convertido en un oasis que trasciende el tiempo. Sus muros, que alguna vez estuvieron llenos de cicatrices y evidencias de la historia, ahora cuentan una historia de resiliencia y perseverancia.
La residencia de 350 metros cuadrados de construcción se compone de un recibidor totalmente intervenido, donde destaca la incorporación de la madera, tanto en las puertas como en las vigas del techo y en la decoración. La sensación de espacio que ofrece esta área es gracias a que los techos tienen cinco metros de altura.
El diseño de la propiedad se encuentra dividido en dos segmentos separados por la piscina, que es el núcleo del proyecto. La construcción de esta zona se basó, principalmente, en la conservación de la vegetación. “Trabajamos toda la piscina alrededor de los árboles”, dice Bernés.
OASIS. La alberca separa los dos segmentos de la casa y al conservar la vegetación, crea la sensación de estar en una selva tropical.
Esto permitió no sólo crear una atmósfera especial, como si dentro de la casa hubiera una selva tropical, sino que también tuvo un propósito utilitario. “La vegetación ofrece protección de la luz del sol así como del calor”.
En el primer bloque de la casa se encuentra el recibidor y la cocina interior, que fue intervenida al colocar los electrodomésticos. En esta habitación en particular se puede observar cómo las paredes empedradas de la casona se fusionan con elementos modernos, como los pisos de pasta y el mobiliario.
Al salir de la cocina se encuentra la terraza techada, donde Bernés explica que se respetaron los muros, pero incorporando nuevos materiales, como un marco de vigas y una losa con recubrimiento de chukum. Este es de los espacios para disfrutar de las vistas que ofrecen la vegetación y la piscina.
A un costado del eje principal, hay un pasillo que muestra las cicatrices de la propiedad y cómo estas se funden con su alrededor, rodeado de vegetación nativa. Al cruzarlo se encuentra la habitación principal, un espacio que se caracteriza por sus tonalidades claras, que dan la ilusión de fusionarse con los tonos del exterior, y el piso en tonos azules que simula que la piscina llega hasta la habitación.
PRIMERAS IMPRESIONES. Entrar a esta casa es hacerlo a un recibidor con un techo de cinco metros de altura y gran protagonismo de la madera.
“Todas las ventanas dan siempre al área común, por lo que nuestras intenciones con el diseño siempre es el contacto interior-exterior y romper esa barrera”, comenta el arquitecto.
En la propiedad viven tres personas, sin embargo, es una familia que suele recibir invitados, por lo que se diseñó y construyó una zona de visitas, que se compone de cuatro habitaciones, dos recámaras abajo y dos arriba. Además, cuentan con jardines privados, así, apunta Bernés, cada persona durante su estancia podrá disfrutar de la naturaleza sin dejar de lado su privacidad.
Bernés precisa que haber realizado una restauración provocó menor afectación al medioambiente, ya que la huella no se extiende. Además, se tomaron en cuenta otros factores para minimizar aún más el impacto. “Los materiales que utilizamos son de la región, por lo que se minimizó transporte y traslados de materiales y, además, le damos una identidad propia al proyecto”, menciona.
Fotos: Cortesía