Reenfocar, rebalancear, reinventarse


Tras casi 30 años de trabajo continuo, Mariate Arnal decidió tomarse un tiempo sabático para rediseñar su siguiente etapa.


Mariate Arnal

Consejera independiente


Por: Puri Lucena

“Quiero compartir una noticia personal”. Así iniciaba Mariate Arnal, hace seis meses, el post en LinkedIn en el que anunciaba su salida de Stripe. Unos meses antes, en diciembre de 2021, había cumplido 50 años, después de vivir más de uno y medio de pandemia. Y había decidido que era el momento de parar y, sobre todo, de permitirse hacerlo. En septiembre del año pasado, dejaba su puesto como directora de Latinoamérica de la empresa para iniciar su periodo sabático.

La decisión no fue fácil. Arnal lleva en el mundo corporativo casi 30 años y, como ella señala, su trabajo es gran parte de su identidad. “Lo que es malo y bueno, porque creo que somos mucho más de lo que hacemos”. Pero en estas décadas de trabajo, siempre ha tratado de evolucionar, cuenta por videollamada desde el mismo lugar de su casa en el que pasó dos años y medio trabajando de 14 a 16 horas al día, sumergida en correos y videoconferencias. Dice que fue una experiencia “increíble a todos los niveles”, pero también “muy, muy abrumadora”.

Arnal comenzó en Stripe, una empresa de servicios financieros que impulsa el procesamiento de pagos, en marzo de 2020, una semana después de que se declarara la pandemia. Hablar con ella es comprender a nivel humano qué hay detrás de aquella expresión que tanto hemos usado en los últimos tres años de que la tecnología avanzó en meses lo que estaba previsto para años. “La tecnología nos enseñó que las cosas se tenían que transformar mucho más rápido de lo que lo venían haciendo y todos los que estábamos ahí nos encontrábamos trabajando constantemente para mantener el ritmo”, explica.

Arnal lleva años en el sector de la tecnología. Antes de llegar a Stripe fue la directora general de Google México, directora general para los mercados de habla hispana de América Latina de Twitter, presidenta y CEO de J. Walter Thompson o Country Manager para la división Prodigy MSN de Microsoft. Inició su carrera en el mundo de la consultoría y también ha sido emprendedora, un ecosistema en el que sigue involucrada como mentora Endeavor y otras actividades.

A este ritmo frenético había que sumar el estrés adicional de la pandemia y la preocupación por su familia. Arnal tiene tres hijos, una de ellas en plena adolescencia durante la peor etapa del covid-19, con todo lo que supuso para ellos este periodo. El nivel de estrés era tal que, en diciembre de 2021, poco antes de aquel cumpleaños 50, Mariate Arnal perdió una semana. No es que la perdiera de forma literal. “Yo funcionaba, funcionaba perfecto, pero cuando volví en enero y revisé lo que había pasado en las últimas semanas de mi vida antes de irme de vacaciones, tengo una semana en blanco, no me acuerdo de nada”, explica.

Su coach le dijo que era una señal de burnout. Era momento de plantearse si quería seguir viviendo tal y como lo estaba haciendo. “No es que como la he vivido estuviera mal, pero quiero reinventarme a mí misma”, dice. Comprendió que no iba a poder hacerlo si no paraba y tomaba un tiempo fuera del mundo corporativo. Se sentía cansada, aturdida, con demasiado ruido alrededor. Y surgió la pregunta: “¿Por qué no te tomas un tiempo fuera?”.

La cuestión retumbó en su cabeza. Para una persona que no está acostumbrada a parar, la idea parecía una locura. Y, a la vez, se encontraba en un proceso en el que se planteaba que no solo se quería concebir como persona en el hacer, también quería ser. Empezaba a quedar claro que necesitaba parar, pero aún tenía dudas. “Una de las cosas que mi coach me preguntó, cuando dudaba, fue a qué le tenía miedo. Y me dije: ‘¿Voy a dejar de hacer esto por miedo? Jamás’”.

Así inició otra parte del proceso, la de poner en blanco y negro cuáles eran esos temores. Pelar la cebolla, le dice Arnal, que entiende el miedo como algo no que paraliza, sino que moviliza. Y ahí surgieron cosas como el temor a no entender quién sería después si no tenía trabajo, a la pérdida de su identidad, pero también de su independencia financiera o a no ser relevante. “Los puse en un papel y lo ponía frente a mí y decía: ‘¿De verdad voy a dejar de reflexionar y reinventarme por miedo?’”. A principios del verano planteó en Stripe su renuncia y el proceso de transición.

Rediseñar el segundo tiempo

Hay quienes conciben un sabático como un descanso en algún entorno paradisiaco, para Arnal, nada está más lejos de la realidad. Después de entregar su computadora en Stripe su último día en la empresa, se subió a un avión con rumbo a Monterrey e inició su sabático con una reunión del consejo de administración de Sigma Alimentos, de la que es consejera independiente desde hace un año. También lo es de Walmart de México y Centroamérica, Salud Digna y Orbia. Insiste: no se está retirando, sino reinventando.

“Estoy en un proceso muy intencional de rediseñar mi segundo tiempo. Llevo 30 años trabajando y me quedan otros 30 más. Con suerte, no me voy a retirar nunca, voy a estar activa, pero no va a ser de la misma manera como lo venía haciendo”, explica durante una charla en la que habla de sus hijos y del apoyo de su marido en un momento como este.

Arnal señala que ha empezado a hacer cosas que no había podido en las últimas décadas, pero reconoce que los tres primeros meses fueron difíciles y de desintoxicación. Estaba tan aturdida que no podía ni leer, pero tras un diálogo interno, de nuevo sobre el hacer y el ser, decidió fluir en este periodo.

Proceso de coaching

Mariate Arnal ha tenido procesos de coaching en varios periodos de su vida laboral. Señala que todo el mundo tiene que saber pedir ayuda. “Todos, y las mujeres en particular, tenemos que saber pedir ayuda. A veces nos hacemos las superpoderosas”, dice. La primera vez que trabajó con un coach estaba en Microsoft y fue ella quien lo pidió a la compañía, que le puso uno externo. Igual ocurrió en Google. A su coach actual la buscó preguntando en su entorno. “Es como cuando vas a buscar el colegio de tus hijos o cuando vas al psicólogo, tiene que haber química. Y tienes también que tener paciencia, porque el coach no te resuelve nada, lo que hace es plantearte las preguntas correctas y tú buscas las respuestas”.

Tras estos primeros meses, Arnal, quien siguiendo el consejo de un amigo se ha dado un periodo mínimo de un año sin aceptar alguna relación laboral que suponga lo que conocemos como ‘trabajo fijo’, ha descubierto una nueva faceta suya, en la que quiere hacer cosas que no tengan que ver con el que ha sido hasta ahora su mundo, pero también sigue puliendo habilidades y preparándose para su siguiente acto.

Aquel miedo a perder relevancia ha desaparecido. Arnal dice que sabe lo que ya no quiere y que va a ser ella quien defina lo que quiere. “Yo sé lo que tengo para ofrecer, esa es una parte que ha sido muy interesante en estos últimos meses”, asegura. “Tengo este perfil, esta experiencia y puedo ayudar en esto. Eventualmente, si quiero, puedo ir por ahí proactivamente, no es necesario que esté sentada esperando a que llamen”. Por ahora, fluye y confía en el proceso, aunque no lo controle.

“Una cosa que aprendí es que el poder de las mujeres está en nosotras mismas, no dentro de la empresa que trabajamos. Cuando dejé Google, mucha gente me preguntó que cómo renunciaba a un trabajo así…”, afirma. “El dejarnos llevar por el nombre y lo glamoroso del puesto es muy tentador y es un alimento para el ego. Pero el poder está dentro de una misma. El chiste es conectar contigo para encontrar eso que te hace ser superpoderosa”, asegura.

Arnal reflexiona sobre el hecho de que las mujeres en los puestos directivos son una minoría. Y habla de Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda, que renunció al cargo. “Y dices: ‘Si ya éramos pocas, no nos podemos ir, no podemos renunciar, ¿qué hacemos? ¡Los números se van a ver peor!’”, señala sobre la responsabilidad invisible de las mujeres directivas hacia otras mujeres en los negocios. “En realidad, [esta responsabilidad] no la siento como una prisión, sino que también las mujeres veamos que nos podemos dar el permiso de parar”. Un pensamiento que no solo aplica para ellas. “En mis conversaciones con los hombres veo que quisieran hacer esto y tampoco se dan ese permiso”.