Cuando eligió estudiar ingeniería, hubo voces que le aconsejaron optar por una carrera “para mujeres”. No las escuchó y hoy es una de las líderes de la industria manufacturera en la región.
POR: Fernanda Hernández Orozco
uando Karem Barraza era una niña, no tenía una idea definida sobre lo que quería hacer cuando creciera, y no
fue hasta los últimos meses de la preparatoria cuando lo tuvo todo claro. “Sí sabía que quería hacer algo
que implicara las matemáticas, porque siempre me gustaron, también la física, las ciencias exactas; pero
tampoco quería que fuera algo como estar en un laboratorio todo el tiempo”, explica la directora de
Manufactura para América Latina de Stanley Black & Decker.
A la escuela en la que cursaba el bachillerato acudieron varias universidades para ofrecer información y ahí
fue cuando Barraza descubrió que la ingeniería mecánica le permitiría llevar al terreno práctico los temas
que más le interesaban y le abriría un amplio campo laboral. A los 17 años, estaba decidida, pero no todos
en su entorno estaban tan convencidos. Una orientadora de su colegio trató de hacerle dudar de su elección
e, incluso, le sugirió buscar una carrera más apta para una “niña” como ella, como Diseño Industrial.
“Salí indignada”, recuerda Barraza sobre esa charla. “Ese día, cuando fue a recogerme mi mamá, lo primero
que le dije fue: ‘¿Cómo puede ser esto de ella, que es la orientadora? A lo mejor, nos están llevando por
otro camino que no permite que haya más mujeres en campos donde se usan ciencias exactas o que
tradicionalmente se consideran como masculinos’”.
Ahora, su experiencia de casi 20 años en plantas de manufactura le demuestra que las cosas están cambiando
para las jóvenes que, como ella, encuentran en las carreras relacionadas con las áreas de ciencia,
ingeniería, tecnología y matemáticas (STEM) su vocación. “Yo diría que se animen, es una carrera muy bonita,
ya no es como era a lo mejor hace 20, 25, 30 años, que eran puros hombres y un ambiente muy pesado. Ya está
menos disparejo”, dice y asegura que la apertura no solo viene de las industrias, sino de las propias
escuelas y universidades, que han impulsado más el desarrollo de las mujeres en las áreas STEM.
Cuando Barraza estudiaba la maestría, en 2005, sintió que su futuro se enfilaba a los laboratorios que
trataba de evitar cuando se decidió por una ingeniería. Pero una feria del empleo en la universidad le marcó
de nuevo el camino. Stanley Black & Decker buscaba personas candidatas para un programa de rotaciones por
dos años, lo cual era perfecto para ella, pues le permitiría conocer varios de los procesos de la planta.
“Estuve en la primera asignación en ingeniería en Estados Unidos y después regresé a Reynosa (su ciudad
natal), donde hice otras tres rotaciones. La primera fue en calidad, la segunda fue en materiales y
producción y la tercera fue en mejora continua”, cuenta.
Ha tenido una carrera exitosa, pero también ha tenido que equilibrarla. En una ocasión, su hija mayor le
cuestionó por qué no era “una mamá normal”. Barraza le respondió con otra pregunta: “¿A qué te refieres
cuando hablas de ‘una mamá normal’?”.
La niña hacía alusión a las mamás que llevan y recogen a los niños del colegio y que están en todos los
eventos escolares. En el caso de Barraza, su esposo es quien realiza principalmente estas tareas. “Mi
trabajo me hace feliz. ¿Qué prefieres, ‘una mamá normal’ o una mamá feliz?”, le dijo. La niña respondió
que una feliz.
Siguió su carrera en la compañía como ingeniera de manufactura de mejora continua, un puesto en el que pudo
conocer mejor la operación de la planta y de los sistemas de gestión. Muchas de sus asignaciones le dieron
proyección, lo que le ayudaría a obtener mejores posiciones. “Cuando había visitas o había que presentar
algún proyecto relevante, lo más seguro era que yo estuviera participando en esos proyectos”.
Una de sus grandes oportunidades llegó en 2010. Entonces, la compañía operaba tres plantas en Reynosa y
buscaba consolidar sus operaciones solo en una. Ella fue la encargada de coordinar los esfuerzos en el área
de ingeniería de manufactura, una asignación que la puso a prueba. “Me sentía muy fuera de lugar, me sentía
incómoda llevando yo las juntas y liderando un equipo, esas primeras juntas fueron incómodas”, reconoce,
aunque también cuenta que esto le ayudó a ganarse la confianza del personal de la planta.
En los siguientes años, ocupó otros puestos importantes en la planta, hasta llegar a ser gerente operativa y
gerente interina durante seis meses en los que el puesto quedó vacante. Su desempeño la llevó a una
oportunidad que no podía dejar pasar. La empresa iba a abrir una fábrica en Nuevo León. Ella, con su
experiencia, era la candidata ideal.
El reto no era sencillo, en primer lugar porque era septiembre de 2020. El mundo estaba en plena cuarentena
por el covid-19, sin una vacuna aún a la vista, y con una economía en recesión. Además, a nivel personal,
significaba comenzar de cero, no solo la planta, sino su vida en Monterrey. “Esa fue una parte también de
tomar decisiones, de esas que a veces son complicadas de tomar, porque tal vez mi esposo no estaba tan feliz
de moverse de Reynosa, ya teníamos una vida hecha allá, nuestra casa y todo. Pero, al final, nos movimos”,
recuerda.
En un primer momento, se puso sobre la mesa que ella se adelantara para tantear el terreno antes de que la
familia la alcanzara. Para ella, estaba fuera de discusión. “La oportunidad no era nada más por mí, sino
también por lo que podría implicar de una mejor vida para todos. Desde el principio no era mi plan moverme
yo sola. Mi niña tenía cuatro años en esa época. Nos vinimos todos”, explica.
Su desempeño la elevó a la posición actual en la compañía, como directora de Manufactura para América
Latina, con lo que está a cargo de las operaciones en México, Brasil y Argentina. Aceptar el puesto también
significó enfrentar la resistencia de su hija, ya de nueve años, que le cuestionó por los viajes constantes
que le implica su nueva responsabilidad, pero el apoyo de su pareja, asegura, ha sido clave para poder
continuar con su desarrollo profesional.
Después de obtener varios años de crecimientos, el concepto de éxito ha cambiado para Barraza. “Hace cinco
años me movía mucho el reconocimiento, la estrellita en la frente. Dos veces gané el premio más importante
que da la empresa por resultados y liderazgo. Lo que pensaba que era inalcanzable, ya lo logré”, afirma.
Después, cambió su enfoque. Su éxito personal no era más importante que el del equipo a su cargo. “De las
cosas que me siento más orgullosa, por ejemplo, el año pasado fue un programa de mentorías que lanzamos en
la planta [de Monterrey], todavía estaba yo como gerente de planta”, dice Barraza. “Usé mi nueva red de
contactos para pedirle que fueran mentores de alguien de la planta, y me dio mucha satisfacción que
conseguimos casi 30 mentores, directores, vicepresidentes y gerentes de otras plantas del mundo para dedicar
su tiempo y ser mentores de ingenieros o de supervisores”.