Lekil Na’ utiliza un aditivo hecho de plásticos, mezclado con cementicidas, para crear inmuebles ecológicos y eficientes.
Por: Diana Zavala
En las montañas de San Cristóbal de las Casas, donde las noches bajan a temperaturas que penetran las
paredes más finas y el humo de la leña marca la vida cotidiana, once familias tzotziles emprendieron una
construcción distinta a cualquier otra en su comunidad. Querían un hogar que protegiera del frío, redujera
el humo en interiores y ofreciera condiciones de vida más saludables.
Ese proyecto se llama Lekil Na’ (“vivienda sustentable” en tzotzil) ganador de la categoría Uso de Recursos
de Obra del Año 2025. Una obra que demuestra que la sostenibilidad no depende del tamaño del presupuesto,
sino del uso inteligente de los materiales, de la tecnología disponible y de la participación directa de las
personas que habitarán el resultado.
El corazón del proyecto es RESIN8, un aditivo desarrollado por CRDC Materials que incorpora residuos
plásticos de difícil reciclaje en mezclas cementicias. Se integró en los bloques que forman las viviendas,
sustituyendo parte de los agregados tradicionales.
Cada casa reutilizó 184.9 kilogramos de plástico, evitando la emisión de 216 kilogramos de CO2 equivalente y
reduciendo la extracción de arena en 933 kilogramos por vivienda. En total, se transformaron dos toneladas
de residuos plásticos en un sistema constructivo completo.
“Estamos convencidos de que la economía circular debe estar al servicio de quienes más la necesitan”,
comunicó María Laura Rojas, directora general de CRDC Materials México.
Además del beneficio ambiental, este agregado mejoró el confort térmico de las viviendas en una región donde
la temperatura desciende considerablemente por las noches.
El proyecto se desarrolló bajo un modelo de autoproducción asistida, en el que las familias participaron en la construcción acompañadas por personal técnico de Hábitat para la Humanidad México.
Ese trabajo colaborativo aceleró el proceso y fortaleció la apropiación de los espacios. Las viviendas se
completaron en ocho meses, con una inversión de 800,000 dólares, financiada por el Dow Impact Fund, Wesco
International y el soporte técnico de empresas y organizaciones asociadas.
“Una vivienda adecuada es un derecho humano que abre la puerta a otros derechos, como agua y saneamiento”,
señaló Vania Monterrubio, en un comunicado de Hábitat para la Humanidad México.
El esquema de Ayuda Mutua aseguró que las soluciones arquitectónicas respondieran a lo que la comunidad
realmente necesita: menos humo dentro de casa, mayor protección térmica y espacios que permitan la vida
familiar y colectiva.
La propuesta arquitectónica, desarrollada por Yadira Martínez, retomó la forma de habitar tzotzil y la
tradujo a un sistema más eficiente.
Cada vivienda incluye dos recámaras, un espacio de usos múltiples para sala y comedor, cocina con estufa de
leña adaptada, baño independiente con regadera, tanque lavadero, y corredor de acceso, que también funciona
como zona de convivencia.
La altura promedio de 2.48 metros y la ventilación cruzada mejoran la circulación del aire. Los calentadores
solares permiten contar con agua caliente sin depender de la energía convencional.
El diseño no eliminó prácticas culturales: se adaptó a ellas. Y reforzó el bienestar y la seguridad en
aspectos que antes representaban riesgos cotidianos.
Lekil Na’ cuenta con la certificación EDGE (Excellence in Design for Greater Efficiencies), respaldada por
la Corporación Financiera Internacional del Banco Mundial.
El proceso fue documentado por 3Lotus Consulting con apoyo de GBCI México y verificó ahorros de 30% en
energía, 39% en agua, 69% en carbono embebido en materiales. “Es viable construir con eficiencia energética
y responsabilidad ambiental en todos los segmentos”, explicó David Domínguez, director de 3Lotus Consulting
en el reporte de la empresa.
Estas cifras muestran que la vivienda social también puede cumplir criterios internacionales de desempeño
ambiental.
El modelo financiero y técnico que hizo posible Lekil Na’ permitió generar capacidades locales: las
familias aprendieron montaje estructural, mantenimiento y uso de ecotecnologías, lo que sienta bases para
futuras ampliaciones y proyectos en la región.
“Lekil Na’ destaca el papel de RESIN8 en la construcción de un futuro responsable con el medio ambiente”,
reiteró Rojas.
Hoy, 11 viviendas y 618.86 metros cuadrados construidos albergan a 60 personas, incluidas 23 niñas y niños,
desde el 25 de junio de 2025.
El paisaje del poblado ya no está compuesto por lámina expuesta al viento del altiplano. Se ven estructuras
que aprovechan la luz del sol, resisten el clima e integran materiales que antes ocupaban vertederos.
Lekil Na’ confirma que la vivienda puede transformar la vida comunitaria y el ciclo de los residuos al mismo
tiempo. Y que el diseño, cuando escucha a un territorio, puede dar una respuesta tan precisa como necesaria.
Fotos: CORTESÍA