POR: Ivet Rodríguez
A mediados de 2024, una inundación en Porto Alegre, en el sur de Brasil, obligó a FEMSA a suspender operaciones en una de sus plantas. La instalación, heredada de una adquisición anterior, fue construida sin una evaluación exhaustiva de los riesgos climáticos de su entorno. El saldo fue costoso. La planta quedó prácticamente inoperable durante siete meses y tuvo que ser reconstruida parcialmente.
Hoy, cada nueva planta o centro de distribución se somete a evaluaciones que consideran amenazas climáticas, impactos sociales y riesgos de gobernanza como condición previa para la inversión. El cambio no fue aislado ni una respuesta de emergencia. Desde 2022, la compañía lleva sus avances ESG al consejo de administración. “Presentamos resultados de nuestras metas públicas y no públicas, y reportamos cómo estamos construyendo resiliencia frente al cambio climático. El consejo nos ayuda, juega un rol mucho más de guía en la toma de decisiones estratégicas”, señala Jessica Ponce, directora de Sostenibilidad de FEMSA.
Este giro estratégico se ancla en la convicción de que la sostenibilidad no es una agenda paralela, sino parte inseparable del negocio. “Las decisiones del rumbo de largo plazo se toman en el consejo. Y la sostenibilidad se vuelve parte integral. No es la estrategia de sostenibilidad y la estrategia del negocio, sino que la primera es parte de la segunda”, afirma.
El compromiso de la dirección ha sido decisivo. El propio presidente ejecutivo, José Antonio Fernández Carbajal, lidera el comité que aborda la sostenibilidad del grupo. Esta participación directa ha permitido que los criterios ESG permeen no solo las operaciones, sino la gobernanza.
Uno de los ejemplos más recientes fue el rediseño de los planes de crecimiento del negocio de bebidas, que ahora incluyen variables como riesgo hídrico, capacidad de infraestructura local y condiciones sociales del entorno. “Hoy, si el análisis muestra que una zona es propensa a inundaciones o sequías, o si no hay condiciones para contribuir positivamente a la comunidad, simplemente no se instala ahí una planta”, explica Ponce. El enfoque también contempla intervenciones sociales específicas. Y uno de sus logros es que regresa al medioambiente el 70% del agua que utiliza en sus operaciones.
El consejo de administración se reúne trimestralmente, y aunque no tiene un especialista ESG entre sus integrantes, sí ha conformado comités con enfoque técnico en estos temas. Ponce acude al menos dos veces al año a presentar resultados, proyecciones y ajustes. Además, cada unidad de negocio cuenta con su propio comité, lo que permite ajustar prioridades según el grado de madurez.
Desde 2023, Ponce ocupa la dirección de Sostenibilidad, una posición de nueva creación, que reporta directamente al CEO. Su equipo creció con nuevas áreas como Valor Social y un equipo especializado en justicia, equidad, diversidad e inclusión.
La empresa también ha vinculado el cumplimiento ESG con los sistemas de evaluación de desempeño. “A todos estos planes se les ponen entregables claros. Si no se llegan, sí hay consecuencias, como si no se lograra un resultado financiero”, advierte Ponce. Además, la compañía asigna recursos a programas de alto impacto social, complementando el trabajo de la Fundación FEMSA.
El compromiso rinde frutos también en el ámbito financiero. En 2025, FEMSA fue incluida por primera vez en el índice global de sostenibilidad del Dow Jones y en 2024 mejoró su calificación ESG con Morgan Stanley, al pasar de A a AA. “Para los inversionistas, esto es superrelevante”, dice Ponce.
La visión de largo plazo de la directiva es que el área de sostenibilidad deje de ser necesaria como estructura independiente y que solo la fundación, por su rol de intervención directa, siga operando como unidad separada. “Que ya esté tan embebida en el día a día de los negocios, que ya no se necesite un área como tal”, anticipa.