ESTADIO ALFREDO HARP HELÚ
El tridente de la ciudad

La casa de los Diablos Rojos del México mezcla la tradición y la modernidad para volverse un emblema de la capital del país.


Por Diana Zavala

No cupieron dudas; después de todos los retos y complicaciones vividas a lo largo de un lustro, en la Ciudad de México habría un nuevo estadio después de 50 años de no haber sido terreno para ninguna otra obra del tipo. Cuando se posicionó la cubierta del Estadio Alfredo Harp Helú no sólo se le dio identidad al proyecto, también se demostró la grandeza de la edificación: se usó la grúa más grande del mundo para poder elevar a la estructura de acero y textil en forma de tridente que conforman el simbólico techo. Este acto fue uno de los más representativos para los arquitectos Francisco Pulido y Alonso De Garay, pues para ellos este “día mágico”, como lo describen, representó entrar al linaje de grandes construcciones en la capital del país; “como el Estadio Azteca, el Museo de Antropología, o Ciudad Universitaria", cuenta Francisco Pulido."Es un edificio que se creó para quedarse. Comienza a formar parte de la ecografía de México y eso me da una enorme satisfacción”.

Su construcción fue esperada por más de dos décadas por los fanáticos y profesionales del deporte que deseaban una nueva casa para Los Diablos Rojos. El equipo de la Liga Mexicana de Béisbol jugaba en el estadio Parque del Seguro Social ubicado en la colonia Narvarte, en donde ahora se encuentra el centro comercial Parque Delta. De 1955 a 2000 fungió como el máximo recinto de béisbol del país, hasta que fue vendido. Entonces, Alfredo Harp Helú, dueño del equipo, prometió construir un hogar permanente para el equipo.

Los Diablos Rojos se mudaron al Foro Sol en Ciudad Deportiva, con gradas para 37,500 personas, hasta que en 2014 tuvieron que abandonarlo por el regreso de la Fórmula 1 al Autódromo Hermanos Rodríguez en la misma zona. Como alternativa usaron de estancia temporal el Estadio Fray Nano en alcaldía Venustiano Carranza con un espacio mucho más reducido de sólo 5,000 butacas, y aunque fue suficiente para desarrollar las temporadas, los seguidores del equipo continuaban a la espera de un espacio nuevo.

Benjamín Romano

Foto: Cortesía

La nueva cara deportiva de la ciudad

En 2015 se comenzó a materializar ese deseo cuando Alonso de Garay, del despacho Taller ADG tomó el plan e invitó a Francisco Pulido de FGP Atelier para desarrollarlo. Los arquitectos se conocieron al trabajar en conjunto para elaborar el proyecto del que hubiera sido el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México y descubrieron que su filosofía sobre la arquitectura es similar, por lo que decidieron que al juntar su conocimiento y experiencia podrían crear un nuevo emblema para el deporte en México, cuentan a Obras.

Cinco años después de su sinergia, la promesa de Harp Helú fue cumplida. En 2019, con 47,145 metros cuadrados de construcción y más de 20,000 asientos, se inauguró, en el corazón de Ciudad Deportiva en Magdalena Mixhuca, un espacio que fue más allá de cumplir su función beisbolista para ser un sitio de convivencia de la sociedad, “al final del día las personas sí van a ver un partido, pero también van a vivir una experiencia, a estar con la familia y pasar el sábado o domingo. Por lo que la parte exterior del estadio, las plazas y los jardines se presentan para tener esta vivencia”, dice Alonso de Garay.

Para la dupla, los edificios deben ser parte de su entorno y ser de utilidad a la sociedad, así que edificaron un lugar que puede ser aprovechado por los pobladores de la zona, que los invita a entrar y caminar por el corredor rojizo que rodea al recinto y que es totalmente peatonal.

Esta propuesta es parte de la evolución arquitectónica de cómo se conciben actualmente este tipo de espacios, consideran los arquitectos.

“Hemos ido al estadio de Ciudad Universitaria, al Azteca, al estadio Azul en donde la experiencia es similar, pero esto ha evolucionado, ha ido cambiando conforme pasaron los años. Tuvimos la oportunidad de poner aquí en la CDMX esta experiencia de cómo son los estadios ahora y cómo interpretamos él y yo la experiencia de un estadio. No quisimos irnos con el preset de cómo son los estadios por todo el mundo. Entendimos que en México se vive de una forma, se piensa de una forma y por lo tanto la experiencia de ir a un estadio debería ser de esta forma y probablemente no se vuelva la oportunidad de hacer otro estadio en la ciudad en muchos años”.

Las últimas obras edificadas en la Ciudad de México de hace medio siglo son colosales edificios que sobresalen de su entorno y que, en palabras de Alonso De Garay, fungen como contenedores que se utilizan una hora a la semana y que no propician la vida en comunidad más allá del partido.

Esta manera de pensar los llevó plantear darle a la obra un importante atributo: la transparencia. Decidieron darle este atributo al Estadio Alfredo Harp Helú para que permita mostrar el entorno y dar consciencia del lugar en el que se encuentra, pero sin perder la intimidad de los espectadores con el juego. Para lograrlo, plantearon una disolución entre los límites del interior y el exterior. No se construyeron grandes muros para rodear la cancha, sino que las taquillas fueron formadas por celosías que permiten ver lo que sucede del otro lado de la pared, mientras que el resto del perímetro es bajo y no está cubierto por el tridente; éste, nace en el interior del inmueble y llega hasta la explanada de entrada, en donde da sombra a los espectadores que ingresan al recinto.

En el interior, aunque se crearon niveles VIP y asientos tradicionales, también se incorporaron localidades de bajo costo a nivel de cancha para no excluir a ningún sector de la población.

Verónica González

Foto: Cortesía

Lo prehispánico y lo actual

“¿Qué puede aprender el mundo de este proyecto? Es más bien, ¿qué le puede enseñar México al mundo después de este proyecto?, y me gusta pensar que demuestra que un estadio sí puede diseñarse en función de una ciudad, una cultura, de una tradición. Un estadio sí puede tener raíces y cosas que te hagan sentir en el lugar en el que vives”, dice Alonso De Garay.

Todo el recinto está impregnado de México. No sólo quisieron adaptar el lugar al entorno en la estructura transparente, sino que quisieron recordar a toda persona que lo visita, que se encuentra en un estadio mexicano.

Este arraigo se muestra en los materiales usados y en el diseño de la obra. Sus seis bases trapesoidales pétreas, que funcionan como taquillas, se asemejan a la estructura de las pirámides prehispánicas; y este elemento se combina con la cubierta de acero y textil que para los arquitectos es una característica de la arquitectura moderna, por lo que a primera vista el inmueble muestra una simbiosis de las dos épocas en México. Esta idea se percibe desde la explanada de acceso, que invita a las personas a integrarse al lugar y que fue pensada en proyectar la solidez y amplitud de los templos mesoamericanos.

En el proceso de construcción se adoptó esta corriente; “encontramos a un contratista local que había trabajado en el Museo Internacional del Barroco en Puebla y que tenía experiencia en el modelado de superficies complejas, y aunque el edificio no era tan complejo en superficie, sí lo era en su ensamble”, cuenta Francisco Pulido. Justo este proceso también fue clave en la innovación del proyecto.

La edificación del Estadio Alfredo Harp Helú, además se fundamentó en un armado mecano conformado por piezas prefabricadas en el que muchos de los procesos estaban sistematizadas; “creo que en México en algún momento se exploró, pero se dejó de hacerlo. Y este edificio retoma esas raíces de prefabricación que forman parte de la tradición de la arquitectura del movimiento moderno internacional, pero también de la local”, considera Francisco Pulido.



Sustentabilidad

En la actualidad la sustentabilidad de los edificios no se puede dejar de lado, y en un inmueble tan grande como este estadio, era fundamental implementar medidas que lo hicieran amigable con el medioambiente.

Con la cubierta del estadio y el sistema de desagüe es posible la recolección pluvial para después ser usada en el mantenimiento del campo y las descargas sanitarias. Además, para reducir la utilización del líquido, se instalaron 13,600 metros de césped artificial, con lo que se ahorran hasta 11,000 millones de litros al año. También se incluyó una planta de tratamiento que tiene la capacidad de procesar 2.2 litros de aguas negras por segundo.