ZADÚN, A RITZ CARLTON RESERVE
EL DISRUPTOR DEL LUJO


Zadún, a Ritz Carlton Reserve, una marca de la que sólo existen cuatro hoteles en el mundo, rompe con la ostentación habitual en el segmento para ofrecer un diseño integrado en el medioambiente.



Por Gonzalo García

El terreno se encontraba en un lugar de ensueño: entre el Mar de Cortés y dos grandes dunas del desierto, bajo un cielo donde casi siempre hace buen tiempo y rodeado por una vegetación endémica sorprendente. El propietario, el desarrollador Grupo Questro, llevaba cerca de una década planeando allí un hotel, en Puerto Los Cabos, pero por unas cosas o por otras no había encontrado el proyecto ideal. Hasta que llegó la oportunidad de traer a México la nueva marca Ritz Carlton Reserve, propiedad de Marriott International, de la que sólo existían tres hoteles en el mundo, y que tenía un concepto diferente del alto lujo: la sencillez frente a la ostentación, la integración en la naturaleza frente a la construcción de “fortalezas” para turistas.

La idea por fin estaba clara, ahora faltaba hacerla realidad. Para ello, Grupo Questro recurrió a un socio habitual con quien siempre había tenido buena relación: ABAX arquitectos. Esta firma ya conocía el predio de siete hectáreas, pues realizó varios análisis allí cuando su cliente estudiaba qué tipo de proyecto llevar a cabo. Y se había enamorado del terreno. De hecho, a Pablo Blasco, socio de este despacho, se le acumulan los adjetivos al hablar de él. “La característica principal de este proyecto es que la arquitectura es en realidad un homenaje al desierto. El desierto es el principal protagonista de este hotel. Tratamos de que la arquitectura se adaptara, emergiera del desierto, para que el huésped viera esa vegetación fabulosa, la vista espectacular al Mar de Cortés, las fantásticas dunas, la maravillosa luz…”. “Uno está acostumbrado a los hoteles de gran lujo basados en la sofisticación, en la sobre-especificación, en la sobre-ornamentación, y aquí el lujo tenía que basarse en el terreno mismo. La arquitectura casi tenía que ser un comparsa del terreno, pasar a un punto en donde no fuera la gran protagonista y dejar hablar al terreno”.

Y para dejar que el terreno hablara, lo primero que hicieron los encargados del proyecto arquitectónico fue “hablar con él” (y disculpen si nos ponemos místicos). Según Blasco, esa primera etapa consistió en “caminar 1,000 veces el terreno, sintiéndolo, sintiendo la naturaleza, la luz, el desierto, y tratando de entender qué nos quería decir. El terreno te habla, el terreno te dice cosas, y a partir de ahí empezó la conceptualización”. El resultado, tras 27 meses de construcción y una inversión de 200 millones de dólares, se inauguró en noviembre de 2019 con el nombre de Zadún, a Ritz Carlton Reserve. Tiene 115 suites dispersas por el paisaje en 42 edificios de sólo dos niveles, y clasificadas en 15 categorías. Destaca la Grand Reserve Villa, un espacio de 551 metros cuadrados con dos habitaciones grandes, alberca, jacuzzi, cocina privada, gimnasio y sala de estar. En el resort también hay tres restaurantes y un spa de 2,744 metros cuadrados con piscinas, gimnasio, temazcal y salas de tratamientos.

“Hay que pensar en la hotelería de una manera distinta. El alto lujo no debe estar basado en la ostentación, sino en habitar y disfrutar el ecosistema”.



Foto: Cortesía

Pero ABAX no acaba de recibir el premio internacional Global Future Design Award 2020, en la categoría de ‘Concepto de Hotelería’, por todos estos lujos, y tampoco Blasco habla de ellos. Su conversación se centra tanto en lo que hicieron como en lo que decidieron no hacer. “Generalmente, en la hotelería uno está acostumbrado a rehacer el paisaje y generar ambientes casi escenográficos. Y aquí lo que quisimos hacer era ser muy coherentes, muy congruentes y hacer un verdadero homenaje al desierto. Teníamos un predio tan rico que nos preocupaba mucho afectarlo demasiado y perder sus características naturales. Entonces eso implicó un reto, que se resolvió planteando y construyendo cada uno de los edificios esparcidos en el terreno, para preservar las vistas, la privacidad y el ambiente de cada una de las suites. Fue una construcción casi artesanal, edificio por edificio, que se erigieron con sistemas tradicionales, y en ese sentido implicaban poco riesgo o poca complicación”, afirma.

Con este objetivo de respetar el medioambiente, la sustentabilidad siempre se mantuvo como el enfoque central. Por ejemplo, la vegetación endémica del lugar fue trasladada a un vivero y replantada después en el terreno cuando terminó la construcción. Para reducir el gasto energético, en lugar de poner un recirculador de agua caliente por todo el predio, como en un inicio marcaban los estándares del grupo internacional, instalaron calentadores de bajo consumo de manera más individualizada. Además, las azoteas se trataron con grava, arena y vegetación desértica para “generar un colchón de aislamiento en las habitaciones y bajar la carga de asoleamiento”, explica el arquitecto. Y, como parte característica de la arquitectura, se colocaron unos grandes volados en color negro, que también reducen el impacto del Sol y el empleo del aire acondicionado.

El principal reto de la obra apareció por esta misma intención de respetar el medioambiente: había un arroyo que partía el desierto a la mitad, y que por ello podía provocar dos polos dentro del hotel. “Había que unirlos de alguna manera. Entonces propusimos que el lobby principal del hotel fuera un puente que cruza el arroyo, y que la alberca principal fuera otro puente que cruza el arroyo. Su construcción fue la más complicada en términos del proceso constructivo, porque había que afectar lo menos posible el cauce del arroyo que pasaba por abajo, la vegetación y las características naturales”, cuenta Blasco.

Esto, de hecho, se ha convertido en una ventaja en esta época de pandemia global que ha puesto en jaque al turismo. Al estar basado en la exclusividad y el distanciamiento, el hotel —que todavía tiene límites establecidos por el gobierno en su ocupación máxima— se ha ido recuperando en los últimos meses. “Cada suite tiene 70 metros cuadrados en interiores, pero todas abren hacia una terraza de otros 70 metros. Entonces, estás viviendo suites de 150 metros cuadrados, muy privadas y muy abiertas”, señala el socio de ABAX.

El hotel espera marcar la diferencia dentro de lo que era habitual en México. Para empezar, rompe con la arquitectura habitual en Los Cabos, muy “californiana, dirigida mucho a un mercado internacional, y que no necesariamente habla del lugar”. También “plantea un nuevo paradigma en cuanto al turismo de alto lujo en el país”, asegura el arquitecto, por lo que puede atraer a un visitante poco habitual en la zona, como el europeo o el asiático. Y por último, espera marcar una tendencia —que Blasco ve creciendo en el país, con éste y otros proyectos— que piense la hotelería de una manera distinta y el lujo no como ostentación, sino como “habitar y disfrutar el ecosistema”.

27 meses

Fue el tiempo que llevó el proceso de construcción.

Foto: Cortesía