La intensificación de los huracanes es una realidad que alcanzó a las ciudades antes de atender los avisos que las comunidades científicas han emitido sobre el cambio climático.
Por: Diana Zavala
ALERTA. El cambio climático agravará la intensidad de fenómenos como
los huracanes.
FOTO: JOSÉ LUIS GONZÁLEZ/Reuters
l huracán Otis encendió las alertas, principalmente, por dos razones, el nivel de afectaciones, dada la intensidad del fenómeno, y la velocidad con la que escaló a categoría 5.
El fenómeno rompió récords en varios ámbitos, señala Jorge Zavala, oceanógrafo e investigador del Centro de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM, debido a que fue el primer ciclón en México en tocar tierra con la categoría máxima y en hacerlo en una ciudad tan poblada como Acapulco, con más de 800,000 habitantes.
Aunque México es un país en donde se viven de manera más frecuente estos fenómenos por su posición geográfica, al encontrarse entre el océano Atlántico y el Pacífico tropical nororiental, la mayoría de los ciclones se quedan en tormentas tropicales o escalan, como máximo, a categoría 2 al momento de tocar tierra. “Los huracanes de categoría mayor ocurren con más frecuencia cuando tenemos, por ejemplo, el fenómeno de El Niño, y eso tiene que ver con que la capa de agua caliente no sólo aumenta la temperatura superficial del mar, sino que el espesor y la profundidad en la que el agua sigue siendo cálida es mayor”, explica.
Esta es la clave por la que el huracán no será un caso excepcional, sino el inicio de la llegada de más tormentas intensas, ya que, conforme aumenta el calentamiento global, otros Otis serán más frecuentes en las costas.
“Con cada grado de calentamiento, eventos extremos, como sequías, huracanes, inundaciones y tormentas torrenciales, van a ocurrir con mayor frecuencia. No en cinco o 10 años, sino ya. Y no sólo con mayor frecuencia, sino que cuando ocurren son más extremas”, agrega Ruth Cerezo-Mota, oceanógrafa y la única mexicana que participó en el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2021.
El huracán Otis encendió las alertas, principalmente, por dos razones, el nivel de afectaciones, dada la intensidad del fenómeno, y la velocidad con la que escaló a categoría 5.
El fenómeno rompió récords en varios ámbitos, señala Jorge Zavala, oceanógrafo e investigador del Centro de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM, debido a que fue el primer ciclón en México en tocar tierra con la categoría máxima y en hacerlo en una ciudad tan poblada como Acapulco, con más de 800,000 habitantes.
Aunque México es un país en donde se viven de manera más frecuente estos fenómenos por su posición geográfica, al encontrarse entre el océano Atlántico y el Pacífico tropical nororiental, la mayoría de los ciclones se quedan en tormentas tropicales o escalan, como máximo, a categoría 2 al momento de tocar tierra. “Los huracanes de categoría mayor ocurren con más frecuencia cuando tenemos, por ejemplo, el fenómeno de El Niño, y eso tiene que ver con que la capa de agua caliente no sólo aumenta la temperatura superficial del mar, sino que el espesor y la profundidad en la que el agua sigue siendo cálida es mayor”, explica.
Esta es la clave por la que el huracán no será un caso excepcional, sino el inicio de la llegada de más tormentas intensas, ya que, conforme aumenta el calentamiento global, otros Otis serán más frecuentes en las costas.
“Con cada grado de calentamiento, eventos extremos, como sequías, huracanes, inundaciones y tormentas torrenciales, van a ocurrir con mayor frecuencia. No en cinco o 10 años, sino ya. Y no sólo con mayor frecuencia, sino que cuando ocurren son más extremas”, agrega Ruth Cerezo-Mota, oceanógrafa y la única mexicana que participó en el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2021.
La mayor cantidad de fenómenos meteorológicos desastrosos se debe a las actividades humanas. La experta explica que la quema de combustibles fósiles, la deforestación, actividades industriales, ganaderas y modelos agrícolas de explotación hacen que se produzca el efecto invernadero, que provoca que cuando la Tierra emite radiación solar, la atmósfera la captura y hace que se quede dentro de ella. “Y eso causa que el planeta esté más calientito. Y si seguimos quemando dióxido de carbono, metano y vapor de agua, haremos que se retenga más esta radiación terrestre”, apunta.
En 2022, esta concentración de gases llegó a su nivel máximo y se alcanzaron, por primera vez, los valores de la época industrial. Además, la temperatura del planeta aumentó 1.15 ºC y la tendencia es que siga en ascenso, según anunció la ONU.
Ruth Cerezo-Mota, quien forma parte del Laboratorio de Ingeniería y Procesos Costeros de la UNAM, dice que la situación es reversible con la menor generación de estos gases, no obstante, el calentamiento de los océanos no se detendría. “Ya se inició el proceso porque el gas, por ejemplo, el dióxido de carbono, tiene un tiempo de vida en la atmósfera de muchos años que, aunque dejemos de quemar combustibles fósiles, todavía el remanente que pusimos en la atmósfera estará ahí hasta que se transforme en otra cosa”.
La situación es preocupante, además, porque las ciudades no están preparadas para los efectos de estos cambios climáticos. De acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), México, Cuba y Haití son los países de América Latina y el Caribe más vulnerables a las tormentas tropicales. De 2000 a 2015, en total se registraron 110 fenómenos que causaron la muerte de 5,000 personas, 29,000 más afectadas y daños estimados en 39,000 millones de dólares.
Marco Martínez O’Daly, asesor de la Fundación Friedrich Naumann para la Red de Ciudades Inteligentes de la Alianza para Centroamérica, dice que el principal problema es el crecimiento desmedido de las ciudades costeras, lo que pone más espacios y a más personas en posiciones vulnerables. Además, la manera en la que se estructuran estas comunidades también dificulta la resiliencia ante este tipo de desastres.
“Se han utilizado métodos de construcción y urbanización de muy poca sostenibilidad. Modelos que priorizan el automóvil, por lo que todo se busca tapar con asfalto, entonces, estas vialidades generan islas de calor, lo que, a su vez, hace que se requieran más sistemas para mantener la temperatura de los edificios moderados. Pero también significa que los lugares son menos permeables”, apunta.
La situación provoca que en una ciudad, el agua que sería canalizada en los arroyos y no impactaría de manera negativa en la población, ahora empieza a correr por las calles, ya que no tiene por dónde penetrar al subsuelo.
“Cuando vi que el huracán había alcanzado la categoría mayor, una de mis principales preocupaciones era que hubiera una gran marea de tormenta, que es la inundación de agua de mar hacia la costa que entra como un tsunami. Eso ocurrió en Nueva Orleans, con Katrina. Pudo haber muchas muertes y es algo que se tiene que pensar en el futuro con más cuidado”, agrega Jorge Zavala, quien de 2019 a 2021 fue coordinador del Servicio Meteorológico Nacional (SMN) y de la Comisión Nacional del Agua (Conagua).
El científico coincide en que se tienen que hacer modificaciones a las ciudades para que sean más resistentes, ya que fenómenos como el vivido en Guerrero son muy difíciles de predecir y, por lo tanto, evacuar, así que lo ideal es que las ciudades estén listas.
El estado tiene la oportunidad de hacerlo durante la reconstrucción a través de no sólo la reparación de los inmuebles, sino de la planeación. “La falta de políticas de gestión y planeación integral del agua hizo que las ciudades que no tienen la infraestructura verde necesaria sean vulnerables. Las ciudades se van a triplicar en las próximas décadas y se tiene que planear”, dice Marco Martínez, quien también es fundador de Greenspot, organización social de urbanismo táctico.
Hasta el momento no se ha dado a conocer un plan nuevo para organizar Acapulco y en las zonas más vulnerables la estrategia es la autoconstrucción, pero la ciudad y todo el mundo, en realidad, tienen dos opciones, señalan los especialistas consultados: aprender y corregir o esperar a que el desastre llegue.
GRÁFICOS: Rodrigo Heredia / DISEÑO Y PROGRAMACIÓN WEB: Pamela Jarquin Rojas